Al sopesar los beneficios y las desventajas del NAFTA para México, no falta quien diga que al país latinoamericano le convendría su renegociación. Otros disienten; sobre todo ahora, cuando comienza el gobierno de Trump.
En noviembre de 2016, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, ofreció renegociar el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte como gesto de buena voluntad hacia el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien describe el NAFTA como el peor de los pactos jamás sellados por su país. El talante distendido con que el "hombre fuerte” de Ottawa se dirige al sucesor de Barack Obama contrasta con el tirante diálogo que el mandatario mexicano ha sostenido con Trump, no porque Trudeau posea mayor aplomo diplomático que Enrique Peña Nieto, sino porque ni Canadá ni sus habitantes ni los canadienses en suelo estadounidense han sido agredidos y difamados como lo han sido la nación al sur del Río Bravo, su gente y los mexicanos radicados en el "gigante norteamericano”.
El discurso antimexicano de Trump. Como muestra, un botón o dos: el nuevo ocupante de la Casa Blanca recurre a insultantes generalizaciones para referirse a los mexicanos en su país, amenaza con expulsar a millones de ellos de Estados Unidos, jura construir un muro a lo largo de la frontera binacional para frenar la inmigración de indocumentados, asegura que México costeará la erección de esa muralla y advierte que, de no hacerlo, su Ejecutivo se la cobrará bloqueando la transferencia de remesas desde Estados Unidos. En lo que respecta al NAFTA, Canadá no ha tenido que soportar el oprobio de oír decir a Trump que "México se ha aprovechado de Estados Unidos” ni el intimidante anuncio de medidas proteccionistas para conseguir que empresas como Carrier, de aire acondicionado, y Ford, de automóviles, cancelen la construcción de plantas de producción en México.
"El lema de Trump ha conseguido imponer un discurso antimexicano”, comenta Günther Maihold, subdirector de la Fundación Ciencia y Política (SWP), de Berlín, describiendo al eslogan "America first (América primero)” como una noción difícil de digerir para su vecino del sur debido a sus implicaciones económicas. De ahí que el empresariado mexicano haya empezado a organizarse para ofrecer resistencia contra la introducción de aranceles sobre sus exportaciones hacia Estados Unidos e, incluso, para sopesar la retirada de México de las filas del NAFTA. Procurando emitir una "señal de unidad nacional”, empresas privadas de distintos ámbitos –desde el turístico hasta el de la construcción– y organismos estatales han puesto en marcha mociones más concretas, como la de comenzar abstenerse de comprar vehículos estadounidenses en el futuro inmediato.
Hora de hacer balance. El momento es propicio para recordar lo que México ganó y perdió con la conformación del mercado común norteamericano en 1994. Por un lado, el NAFTA le dio un enorme impulso a las exportaciones mexicanas –más hacia Estados Unidos (81 por ciento de la producción nacional, según la Organización Mundial del Comercio) que hacia Canadá (2,8%)–; mientras tanto, sólo el 47% de las importaciones mexicanas proviene de Estados Unidos; un 18% llega de China y un 11%, de la Unión Europa. Por otra parte, a los ojos de su vecino del norte, México se convirtió en un mero proveedor de coches y repuestos automotrices. Cabe mencionar, eso sí, que muchos puestos de trabajo se perdieron en Estados Unidos cuando determinados sectores de la industria automotriz cruzaron la frontera hacia el sur.
Otra secuela tangible en el día a día de los mexicanos: el maíz, alimento fundamental de su dieta, dejó de cosecharse en sus tierras y terminó siendo importado a precios fijados para favorecer a los agricultores estadounidenses. Al hacer un balance de los beneficios y las desventajas del NAFTA para México, no faltará quien alegue que al país latinoamericano le convendría su renegociación. Maihold disiente: "Como instrumento, el NAFTA siempre tuvo un efecto desigual sobre las sociedades de sus Estados miembros. Y esa desigualdad es enfatizada nuevamente por la posición asumida por Trump: la del más fuerte”, señala el experto de Berlín. En diciembre de 2016, al reunirse con Trump, el empresario mexicano Carlos Slim le dijo que política y economía iban de la mano, que el mejor muro fronterizo es el fomento de puestos de trabajo bien pagados en México. Está por verse si el nuevo caudillo de Washington le halló sentido a esas palabras.