Inmediatamente después de la recesión del 2009, los flujos de capital aumentarón signicativamente hacia América Latina no solo inversión directa sino también de cartera, afirma Alfredo Coutiño, director para América Latina de la entidad.
Después de la gran recesión global del 2008-2009, América Latina se convirtió en una gran receptora de capitales, en buena medida como resultado del exceso de liquidez bombeado por los principales bancos centrales del mundo, afirma Alfredo Coutiño,
director para América Latina de Moody’s Analytics.
"Los capitales de corto plazo que entraron a la región para buscar mejores rendimientos financieros llegaron a representar más de la mitad de los capitales productivos de largo plazo. Es decir, las inversiones de cartera llegaron a representar 70% del monto total de la inversión extranjera directa. Ante ello, la pregunta es ¿la naturaleza de corto plazo de dichos capitales podría ocasionar un problema de liquidez en la región?", dice Alfredo Coutiño.
Inmediatamente después de la recesión del 2009, los flujos de capital aumentarón signicativamente hacia América Latina no solo inversión directa sino también de cartera. Así, en el 2010 el flujo total de inversión del exterior (directa y de cartera) se duplicó para rebasar los US$300 mil millones. Dichos flujos se mantuvieron hasta el 2014 mientras el crecimiento latinoamericano superaba el de algunas otras regiones y las tasas de interés ofrecidas se mantenían por encima del promedio mundial.
Con la desaceleración prolongada del crecimiento latinoamericano y su agudización en el 2015, aunada al inicio de la normalización monetaria estadounidense, los capitales no solo empezaron a regresar a sus lugares de origen sino también los nuevos flujos empezaron a disminuir hacia la región. Así, el flujo total disminuyó a solo US$227 mil millones en el 2015, desde US$334 mil millones en el 2014, enfatiza el experto.
Esta disminución de los flujos de capital no fue ni es un fenómeno propio de la región, sino más bien una tendencia mundial ante el incremento al riesgo en el resto del mundo y el fortalecimiento del dólar estadounidense. Sin embargo, no hay que ignorar que América Latina efectivamente ha perdido atractivo para los capitales, tanto por su prologada debilidad económica estructural como por su alta dependencia del precio de las materias primas. La depresión de dichos precios en los últimos años ha golpeado de manera significativa a la región al ser una importante productora mundial.
Para el economista, no obstante, también es cierto que América Latina es de las pocas regiones de donde se han salido menos capitales, sobre todo comparada con Asia. Esto se debe básicamente a dos factores. Uno, existen algunos pocos paises que han aumentado su atractivo por estar embarcados en una agenda de reformas estructurales (Chile, Colombia, México y Perú). Dos, las tasas de interés en la región se han movido al alza y continúan estando entre las más altas de los mercados.
Ciertamente, algunos capitales de corto plazo se han salido de la región para buscar mejores refugios, sobre todo en los Estados Unidos. Sin embargo, el capital ha seguido fluyendo aunque a un menor ritmo, como lo muestran las cifras positivas de inversión de cartera aún en el 2015. La inversión directa también ha disminuido ante la tardanza de las reformas y sobre todo ante la reducción de las expectativas con respecto al impacto neto de dichas reformas, como en el caso de México y Chile.
Retener y atraer a la inversión directa implica redoblar los esfuerzos reformistas en la región para levantar los cuellos de botella estructurales, abrir oportunidades a la inversión privada ante la limitada inversión pública, y consecuentemente aumentar la capacidad productiva latinoamericana. Evitar la estampida de las inversiones en portafolio requiere mantener e incluso aumentar el rendimiento ofrecido, lo cual implica al menos sincronizar el alza de tasas en la región con la correspondiente normalización monetaria en los Estados Unidos.
Si la normalización monetaria en América Latina se retrasa, bajo argumentos inconsistentes de debilidad económica, su mercado de bonos perderá mayor atractivo y la salida de capitales podría agravarse al punto de poner en riesgo la estabilidad financiera de la región. Ciertamente, la región no necesita capitales de corto plazo y estos al final se van a salir. Sin embargo, las autoridades tienen el deber de utilizar el instrumento monetario para inducir un comportamiento ordenado de los mercados, incluyendo una salida ordenada de los capitales de corto plazo.
Así, el que América Latina continúe siendo una de las regiones menos afectadas por las salidas de capital depende de la habilidad de los bancos centrales para manejar el instrumento monetario. El que la región continúe siendo un polo de atracción de la inversión directa depende de la habilidad de sus gobiernos para impulsar refomas que produzcan cambios estructurales profundos y que al final beneficiarán a la población a través de más y mejores oportunidades de empleo e ingreso.