No gastar más allá de las posibilidades de pago y evaluar los compromisos adquiridos son dos factores claves y necesarios para mantener a flote una economía.
La explicación más sencilla para entender la crisis actual de Grecia es que el país gastó por mucho tiempo más dinero del que generaba su economía y financiaba ese gasto a través de préstamos.
El gasto público griego aumentó un 50% entre 1999 y el 2007. A eso se sumaron numerosos señalamientos de corrupción y evasión fiscal
Analistas afirman que para entender a la Grecia de hoy, debemos recordar a la Argentina del 2001.
A fines de aquel año, un decreto anunció que los ciudadanos argentinos solo podrían retirar 250 pesos a la semana de los bancos, sistema al que se le llamó “corralito”. Como resultado, muchas familias se vieron sin acceso a los ahorros de toda su vida.
La recesión en ese país había empezado en 1998. Ya para 1999, el peso de la deuda externa ahogaba al Gobierno y aumentaba el déficit fiscal.
Los bancos tenían una gran exposición con el Gobierno y la duda de que el Estado argentino entrara en suspensión de pagos alimentaba la posibilidad de una corrida bancaria.
Pero no es necesario ir tan lejos. Puerto Rico se encuentra ahora mismo en una situación similar a la de Grecia.
Su deuda asciende a US$72 mil millones, lo que asfixia las cuentas de sus 3.6 millones de habitantes. La isla es incapaz de pagar los intereses de la deuda, por lo que el Gobierno presentará un plan fiscal creíble para salir del endeudamiento.
Otra crisis económica reciente fue la de Chipre, entre 2012 y 2013. Los principales problemas fueron su inflado e insostenible sistema financiero, cuyos activos llegaron a ser ocho veces mayores que su producto interno bruto (PIB), de €18 mil 119 millones en el 2013, apunta el sitio brettonwoodsproject.org.
¿Qué pasó y qué aprender?. Para el politólogo español Pedro Trujillo, hay tres factores clave que se deben comprender y manejar en cualquier crisis.
El primero es el endeudamiento público, el cual no debe ser mayor que la capacidad y la voluntad de pago, afirma Trujillo.
En el caso de los griegos, considera que ni eran capaces de pagar ni pretendían hacerlo.
Como ciudadanos guatemaltecos hay que estar claros “hasta dónde nos podemos endeudar y que hay que pagar esa deuda tarde o temprano”, explica el académico.
El segundo aspecto, para Trujillo, es el populismo político, que vende mensajes imposibles de ejecutar y, como resultado, la deuda se incrementa.
Trujillo cita como tercer punto que no se puede formar un Estado de bienestar y ventajas sociales si los ciudadanos no contribuyen en igual medida.
“En este país, apenas 1.5 millones de personas, de una fuerza laboral de seis millones, pagan impuestos. Por eso no se puede tener buena salud ni educación pública o transporte público si no tenemos con un sistema impositivo de costos de todos por igual, o al menos con responsabilidad”, asegura.
Mientras haya cinco millones de evasores es imposible progresar, destaca el politólogo.
Según el Ministerio de Finanzas, la deuda total de Guatemala, al 31 de mayo del 2015, ascendía a Q119 mil 334 millones, equivalentes a US$15 mil 564 millones. Del otro lado de la moneda, durante el primer semestre del año, la brecha fiscal fue de Q2 mil 255 millones, señaló la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT).
Para Hugo Maul, analista del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (Cien), si se miden los indicadores de sostenibilidad, la deuda de Guatemala no está en niveles críticos. Pero aclara que esa sostenibilidad depende de variables de las que el país no tiene control, por lo que cualquier racha de mala suerte afectaría y puede llevar a Guatemala a una situación de crisis.
“Si no pasara nada extraño, Guatemala todavía tiene un espacio para adquirir más deuda, pero cada vez se alcanza una posición de mayor riesgo”, advierte Maul.
El catedrático universitario Francisco Beltranena enfatiza que el problema de Guatemala no está en la deuda y su relación con el PIB, sino en su muy escasa capacidad de recaudación.
Grecia y Puerto Rico están endeudados por encima de su productividad, pero Guatemala “continúa con enormes brechas de recaudación y de participación de la ciudadanía, y eso lo demuestra la tasa tributaria, que no alcanza ni siquiera el 15%”, explica Beltranena.
Deudas. La deuda se va multiplicando con el tiempo y aunque se piense que no se ha llegado al 25%, 30% o 40% del PIB, se puede llegar a los porcentajes de países europeos, afirma Trujillo.
En el pago de intereses, comisiones y otros cargos, que es un porcentaje que se extrae de todos los ingresos tributarios, el país se encuentra en un nivel alarmante.
“De los ingresos corrientes se está dedicando la cuarta parte solo a pagar los intereses de la deuda y el país ya está en una bola de nieve”, describe Maul.
Se puede tener deuda e incrementarla, toda vez que el dinero sea para generar inversión que produzca réditos para, a la vez, pagar el préstamo.
“Pero si se piden préstamos para engordar al Gobierno, al final la deuda crece y ese dinero no es productivo, es dinero muerto y nunca se va a poder pagar”, asegura Trujillo.
Para este, es necesario reflexionar por quién se votará en las próximas elecciones, y conocer si los proyectos ofrecidos son ejecutables.
Hay que preguntarse: ¿para qué se utilizan los préstamos? ¿De dónde se va a sacar el dinero para pagar ese préstamo?, señala el catedrático.
La solución perfecta es no gastar lo que no se tiene.
Independientemente de quien gane las elecciones, el Gobierno tendrá que seguir en lo mismo durante los primeros dos años, mientras se hace una reforma fiscal, “si es que se puede hacer”, dice el analista del Cien.
“Por la presión que existe sobre el presupuesto anual, el país sí está en una situación peligrosa, aunque lejos de Grecia, ya que del lado privado, afortunadamente, el sistema bancario nacional está sólido”, destaca Maul.