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Presidenta del Transnational Institute: “las finanzas deben servir a la sociedad”
Lunes, Marzo 31, 2014 - 16:33

Susan George no cuenta con muchos admiradores en Wall Street o el FMI. Crítica feroz del establishment, fue una de las fundadoras de Attac, la organización que promueve gravar las transacciones internacionales.

- ¿Qué representa hoy América Latina para Attac promueve un control más estricto de los bancos y más específicamente lucha a favor del impuesto sobre la transacciones financieras? ¿Mejoran las expectativas en 2014?

- Hay esperanza. Once países de la Unión Europea se comprometieron a instaurar un impuesto según el procedimiento de la “cooperación reforzada”. Los alemanes están en primera línea ayudados por los austriacos, aunque Francia e Italia van rezagadas y los españoles no son muy activos. 

Los que intentan debilitar esta propuesta -sobre todo Francia- no quieren incluir los productos derivados en los productos financieros tasados. Sería grave y reduciría el producto de esta tasa. 

- ¿Una ley internacional como el proyecto de Tasa Tobin serviría para mejorar la estabilidad financiera de los países?

- Desgraciadamente, no. Primero no tiene aceptación universal. Los estadounidenses y los británicos no la quieren. Por otra parte, Attac había pedido al principio que por lo menos una parte del producto de la tasa sirviera para combatir la pobreza del sur y que hubiera también una contribución para luchar contra el cambio climático. Seguimos pidiéndolo, con muchas otras organizaciones, pero hasta ahora parece que las sumas de dinero recaudadas servirán para aumentar los presupuestos de los países europeos. Nada más.

- El propio James Tobin señaló en algún momento que su idea original se ha desvirtuado, ¿le parece así?

- El profesor Tobin quería principalmente tasar los productos financieros para reducir la especulación. Attac también, pero Tobin no estaba de acuerdo con todas las campañas de Attac, que de hecho van mucho más allá de solamente esta tasa e intentan, en general, poner las finanzas bajo tutela. 

Sin embargo, el profesor Tobin falleció y los programas de Attac, sobre todo en Europa, evolucionaron y esta cuestión pertenece ahora solamente a la Historia.  

- Usted dedicó su vida a militar con grupos y asociaciones que luchan a favor de una acción internacional, pero que incorpora a los ciudadanos. ¿Una diferencia tan grande de escala entre los actores económicos individuales, nacionales y globales no hace este proyecto utópico?

- Todos los cambios políticos que van en el sentido de crear un mundo mejor fueron, al principio, puestos sobre la mesa por minorías y ciudadanos. Fue así para la esclavitud, la descolonización, la salud pública o lo que sea. 

Le cuento una anécdota: en 2007, recibí el título de doctor honoris causa [por la Universidad de Newcastle] al mismo tiempo que Gordon Brown, que era ministro de Finanzas de Gran Bretaña y apoyaba el movimiento contra la deuda de los países del sur. Me preguntó cuándo había publicado mi primer libro sobre la deuda. Respuesta, en 1988. Brown me dijo: “entonces usted ve cuánto tiempo necesitamos (nosotros, los políticos) para poner algo en la agenda política”. 

Cualquier cambio exige mucha paciencia y si obtenemos en seguida lo que pedimos, es que no planteamos un problema, o un objetivo, realmente importante.

- Se acaba de cumplir otra reunión anual del World Economic Forum en Davos. Este año el tema principal fue el desempleo juvenil y los temores ante una ralentización de la economía china. En términos generales, ¿qué opina de este tipo de convenciones donde se reúnen los hombres más poderosos del planeta?

- Davos -o sea el WEF- no tiene ninguna legitimidad. Insiste también este año sobre las flagrantes desigualdades pero no porque los miembros quieran adoptar medidas para reducirlas, sino porque temen que la gente se rebele. Davos quiere, en última instancia, que la empresas muy grandes, las transnacionales, arreglen las cuestiones políticas y sustituyan la democracia por las decisiones de las elites dentro de “colaboraciones público-privadas”. Es muy peligroso.

- En su reciente libro El Informe Lugano II, usted muestra a unos personajes de novela, “los solicitantes”, quienes buscan asesoramiento para no perder y aumentar los privilegios de sus redes dentro de la economía capitalista. ¿Los solicitantes son los que pueblan el WEF, en Davos, o ellos son más cautelosos y viven en las sombras de la economía?

- Los “solicitantes” son ficticios - o sea, imaginé un guión, una “ficción factual” que me permite escenificar lo que me parece ser la estrategia de los más poderosos. El título en inglés y en otros idiomas es “Cómo ganar la lucha de clases”, porque creo que el 1%, básicamente, está ganando. 

Los que pagan para el estudio y la linda casa en Lugano son, por supuesto, personajes que siempre van a Davos a sondear el terreno de las elites y llegar a consensos. 

Los lobbistas sólo son empleados de gente que pagó para obtener ventajas que los “solicitantes” establecieron; no establecen ellos mismos estos objetivos. En Europa, al contrario de Estados Unidos, ni siquiera tenemos un registro obligatorio de los lobistas, el cual tendría que decir quién les paga y cuánto. Habría también que regular de manera mucho más estricta los “revolving doors”, puerta giratoria que permite a un político o un alto funcionario hacerse lobbista (y a veces lo contrario).

- ¿Guarda usted alguna esperanza en que la tecnología pueda lograr lo que hasta ahora los movimientos civiles no han podido?

- La tecnología siempre surge de un contexto social, científico y de poder. Algunas de las industrias, las más prósperas, proceden de las investigaciones del Pentágono. La geo-ingeniería y la biología de síntesis me preocupan mucho. 

La primera no cambiará nada para detener el calentamiento global, mientras que la segunda está en manos de los que intentan vivir de la agricultura. ¡Es un tema muy amplio para una respuesta corta! Todo depende de quién controla la tecnología.

- A largo plazo, ¿qué cree usted que pasará con este mundo tan híper conectado en lo financiero?

- Si la relación de fuerzas no cambia, tendremos dos clases: las elites ricas y los servidores. Si el cambio climático se acelera -lo que es casi seguro- estoy contenta de no ver las consecuencias yo misma, pero muy preocupada por mis nietos. 

Las finanzas deberían servir la sociedad y no lo contrario, porque si las finanzas siguen dominando, tendremos crisis reiteradas, cada una más grave que la precedente. Pero sí, tengo esperanzas. 

Como lo decía el político irlandés Edmund Burke, “todo lo que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada”.

Autores

Emma Donada y Lino Solís de Ovando