Para expertos del BID, el Banco Mundial y el Instituto Peruano de Economía, a pesar de que las perspectivas para Perú eran positivas antes de la pandemia, la estricta cuarentena, la alta informalidad, el bajo nivel de bancarización, además de la insuficiente y tardía entrega de los créditos de parte del estado peruano, cimentaron la fuerte caída de la economía local.
Al igual que el resto del mundo, Perú tuvo que enfrentar una crisis económica para la que no estaba preparado. Incluso antes de que se diagnosticara el primer caso de la Covid-19 en el territorio peruano, ya empezaron a notarse las consecuencias y hacia el segundo trimestre, los números demostraron la magnitud. Se produjo una contracción del PIB a niveles históricos y se perdieron un millón de empleos.
A los estragos causados por la recesión económica se le sumó una crisis política y el malestar ciudadano, haciendo evidente que era necesario discutir aquellos problemas estructurales que impiden a Perú alcanzar su potencial.
La conversación comenzó con una introducción de Osmel Manzano, Economista Regional del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que abordó el contexto en el que se encontraban los países andinos hasta antes de la crisis.
Según Manzano, el contexto pre covid estaba marcado por la falta de una clase media empresarial, la existencia de Estados diseñados para reducir la pobreza y no para asistir a la clase media, la migración y la baja de la demanda por petróleo y minerales que implica el Acuerdo de París. De acuerdo a las estimaciones, hasta ese entonces, las perspectivas eran positivas, pero para alcanzar el potencial de la región, hacía falta espacios fiscales de inversión de entre tres puntos y medio hasta seis puntos del PIB.
Luego, con la llegada del virus, el escenario comienza a cambiar. Según planteó el economista regional del BID, la baja en la actividad mundial y los precios de los commodities ya estaban afectando a la región incluso antes del primer caso local. Y, si bien el país llegaba bien posicionado macroeconómicamente a la recesión, la pandemia puso en evidencia problemas estructurales a nivel local, como la informalidad en el empleo y las dificultades de ejecución de las políticas públicas.
De acuerdo a lo esbozado por Manzano, además, este difícil contexto evidenció aún más que hay sectores – como la producción de alimentos y la agricultura – que a pesar de que están sufriendo poco con la crisis, tienen bajas tasas de productividad y que podrían tener mayor dinamismo si se toman medidas para impulsarla.
Así, Osmel Manzano finalizó su introducción nombrando los desafíos que, según las estimaciones del BID, plantea el futuro. Entre ellos, está la búsqueda de espacios fiscales para inversión pública; mejoras en la infraestructura productiva ; ayudar a las empresas pequeñas a enfrentar el ambiente de negocios, las malas prácticas y las barreras que enfrentan para crecer; repensar el modelo de asistencia social; combatir las deficiencias en los sistemas de salud; e incentivar la innovación en las empresas.
Daniel Barco, Economista del Banco Mundial para el Perú, por su parte, recalcó el rol que han jugado las carencias estructurales del país, las brechas en la provisión de salud, el hacinamiento en la vivienda, y la informalidad comercial durante la crisis. Además, advirtió que las cuarentenas generalizadas provocaron un desajuste económico, ya que además de estrictas, fueron muy prolongadas, causando las cifras negativas del segundo trimestre.
Por otra parte, Barco destacó las respuestas fiscales y monetarias llevadas a cabo a nivel local, que favorecieron de manera positiva al crecimiento del crédito, pero que sin embargo, por ser montos insuficientes y tener problemas de implementación, llegaron tarde a la ciudadanía.
César Fuentes, Director de la Maestría en Gestión Pública de ESAN, apuntó a tres temas cruciales que quedaron demostrados en la crisis. Primero, la informalidad laboral, que “mostró su peor cara”, luego el número importante de peruanos que no está bancarizado y la falta de gestores públicos que tengan el liderazgo para implementar y ejecutar las políticas públicas. Según Fuentes, este último problema ha conllevado que los recursos y el crecimiento económico de los últimos años, no llegue a los ciudadanos.
De acuerdo a la intervención de Diego Macera, gerente general del Instituto Peruano de Economía (IPE), las cifras negativas del segundo trimestre fueron acentuadas debido a la cuarentena generalizada, que en comparación a otros países fue “muy restrictiva, prolongada y poco focalizada”.
Para Macera, las medidas puestas en marcha recientemente por el gobierno local no están siendo bien aplicadas, porque aunque existen diferencias entre tres regiones en base número de contagios por habitante, se necesita más especificidad para poder generar un balance entre la información de salud y las medidas económicas.
Avanzando hacia las proyecciones de lo que vendrá, Osmel Manzano, del BID, advirtió que habrá que hacer un reajuste de las expectativas, considerando la velocidad de vacunación y los efectos de la segunda ola.
En la misma línea, César Fuentes planteó que debería priorizarse la inversión pública y la transformación digital, algo que en estos momentos no está llegando al grueso de la población y podría significar grandes oportunidades de capacitación laboral.
Para finalizar, Daniel Barco, economista del Banco Mundial para Perú, planteó que para que haya un crecimiento, debe sustentarse en dos pilares: primero, una estrategia que incentive a las empresas a crear empleos formales y segundo, un impulso a las capacidades del estado, de manera tal que pueda convertirse en un complemento a lo privado y propicie el ambiente y las garantías para la innovación.