Ha sido propuesto muchas veces como Consejero del Banco Central de Chile, pero su forma de pensar le ha impedido el cargo.
Se inscribió en la recién nacida Democracia Cristiana en 1958, tras la derrota de su primer candidato a Diputado por Providencia, el “Pulpo” Simian, ex arquero de la Universidad de Chile con el que el club azul ganó el campeonato nacional en 1940 y quien después sería ministro de Minería de Eduardo Frei Montalva, descubriendo los primeros pozos petroleros en Magallanes.
Pese a ser un economista ampliamente reconocido, terminó asumiendo roles secundarios en la dirección económica del país los últimos 20 años. Y aunque nadie duda de su influencia hasta el día de hoy en los hilos que mueven la economía de Chile, su corriente de pensamiento menos “ortodoxa” respecto del mercado y de los objetivos de la política monetaria -que según él debería tener como meta no sólo el control de la inflación, sino que también la generación de empleo de calidad- lo alejó de la primera línea. Pero no se arrepiente. Fiel a sus principios considera que ha hecho un gran aporte al país desde otras trincheras.
Sentado en su oficina de profesor de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile y rodeado de su gran biblioteca, habla de la quinta edición de su clásico libro “Chile entre el neoliberalismo y el crecimiento con equidad”, cuya primera versión vio la luz en 1999. La anterior edición databa de fines de 2007, pero mucha agua pasó bajo el puente desde entonces y sintió la necesidad de incorporar temas tan importantes como el análisis de cómo Chile enfrentó la crisis subprime de 2008-2009 y el manejo económico del gobierno de Piñera. Pero terminó reescribiendo al menos seis o siete de sus capítulos.
-Ha sido crítico de los postulados de los llamados “Chicago boys”, ¿qué lo llevó a especializarse en esa Universidad?
-El programa que firmó la UC con la Universidad de Chicago incluía becas y en quinto año de carrera postulé y gané una por un año, renovada por un segundo. Yo estaba bastante advertido de que los alumnos norteamericanos iban por Milton Friedman principalmente, quien era muy famoso y no por “Alito” (Arnold) Harberger que es un gran economista, muy pragmático, a quien aprecio y admiro mucho y considero que no es nada de ideologizado por el extremismo neoliberal como Friedman. Decidí asistir pero no tomar los cursos con Friedman porque sentí que tenía que responderle lo que él quería y no lo que yo creía más “científico”.
-¿De qué le sirvió su paso por Chicago?
-Fue interesante conocer el neoliberalismo desde adentro. Después, una gran parte de la enseñanza en el mundo anglosajón se neoliberalizó y lo copiamos: también el MIT, Harvard tendieron a producir economistas bastante parecidos. Ahora ha renacido mayor heterogeneidad al interior de cada universidad. La crisis global ha contribuido a ese progreso. En los 60s, Chicago abrió el camino en la academia estadounidense y Chile lo aplicó con un enfoque extremadamente neoliberal de “deificación” o adoración del mercado, siete años antes que Reagan y que Margaret Thatcher, quienes no fueron tan extremos porque tenían democracia y debieron morigerar.
-¿Cómo fue su regreso a Chile? ¿Reafirmó o reformuló sus convicciones tras su paso por Chicago?
-Volví muy convencido y con bases analíticas más fuertes. Cuando estaba por terminar el segundo año, todavía no tenía oferta de trabajo de la UC en Chile y me ofrecieron quedarme un tercer año para trabajar la tésis de doctorado en un proyecto con un compañero de curso que después sería Premio Nobel (1995), Robert Lucas. También apareció una oferta para trabajar como subgerente financiero en una empresa cementera nueva. Yo quería volver a Chile y a la UC. Finalmente me llegó su oferta para ser profesor de jornada completa, donde estuve hasta partir al Banco Central. Simultáneamente la Universidad de Chile me ofreció que enseñara en su magister en Economía que se llamaba Escolatina, en ese momento era el mejor de América Latina. Allí escribí mi primer libro.
Los años jugados
Durante la dictadura junto al ex ministro Alejandro Foxley, a Oscar Muñoz y al economista Patricio Meller dieron vida a Cieplan, que partió como un centro de investigación de la Universidad Católica y que luego sus fundadores independizaron, consiguiendo financiamiento propio principalmente con fundaciones internacionales dedicadas al desarrollo democrático. Cieplan se transformaría en esos años en el semillero de las futuras autoridades y en el más fructífero productor de contenidos e ideas para el desarrollo del país de la transición a la democracia.
El Cardenal Silva Henríquez lo invitó al directorio de la Academia de Humanismo Cristiano, “que fue un grupo de estudio que busca rescatar el pensar en Chile y que tenía un Círculo de Economía”. Allí partieron los seminarios, actividad arriesgada en esos años. “Reuníamos hasta 300 personas, lo hacíamos en casa de monjas y lugares así. Hicimos varios informes, los circulábamos a mano”, dice.
Durante ese tiempo recibió ofertas laborales importantes fuera de Chile para ser profesor titular de universidades grandes de Estados Unidos y gerente del BID, entre otras, “pero quería quedarme en Chile”, dice emocionado. “Seguíamos lo que hacía el gobierno, la información del Banco Central, conversábamos con la gente, con dirigentes sociales, presidentes de colegios profesionales. Entonces proponíamos un programa alternativo, demostrábamos los errores oficiales. Procurábamos mostrar que había un camino alternativo, para sostener la acción y esperanzas de nuestros líderes políticos, sociales y sindicales”.
-¿Qué lo movió involucrarse activamente a la oposición a Pinochet?
-Cuando comenzó el activismo de oposición a la dictadura, encabezado por Eduardo Frei Montalva, nos encargaron hacer una evaluación de la reformas neoliberales que se estaban implementando desde el año 1975, que partieron con una liberalización financiera brutal que culminó con la gran crisis económica de 1982-83: liberalización de la tasa de interés, privatización de los bancos. Dirigí el grupo con varios académicos de la Universidad de Chile y nos juntábamos en distintas casas, sospechábamos que nos seguían, pero seguíamos. Publicamos un informe anónimo en la revista democratacristiana Política y Espíritu que se le escapó a la represión y donde escribían las grandes personalidades del partido. Allí planteamos una crítica y propuestas alternativas, por ejemplo, a la apertura comercial y financiera, sin negar la necesidad de reformas. Y mostrando errores fatales.
-Usted viajó por el mundo desmitificando “el milagro económico” de Chile en la dictadura…
-En esos años, junto con escribir mucho viajaba y daba conferencias sobre la situación de la economía de Chile donde asistían muchos chilenos exiliados en Europa, Estados Unidos y Canadá. Existía la percepción en el exterior de que si bien había dictadura, lo estaban haciendo bien en la economía y no era así. Se estaba construyendo desigualdad y de una economía con pies de barro. Quizás yo sentía que tenía más libertad para hablar porque era un doctorado de Chicago, aunque estaba criticando fuertemente a mis colegas de esa Universidad, pero sin mencionar los nombres sino lo que se hacían.
-¿Qué cosas criticaban?
-Lo recuento en detalle en mi libro sobre la economía chilena desde 1973, recién disponible en su quinta edición. Por ejemplo en 1988, año del plebiscito del NO, había un precio del cobre muy alto, Codelco era el gran productor de cobre del mundo y el gobierno empezó a gastarse los elevados ingresos. Bajó el IVA, eliminó el impuesto a bienes suntuarios, etc. También estaba dejando que el tipo de cambio se abaratara haciendo más accesibles las importaciones generando una sensación de bienestar ficticia.
Nuevos rumbos.
-Si estaba tan involucrado en el programa para la transición ¿Por qué no asumió roles más protagónicos durante, al menos, los primeros gobiernos de la Concertación?
-Nunca tomé distancia, siempre fui un concertacionista intenso, sí crecientemente crítico pero desde adentro. Previo al regreso a la democracia todo el mundo se dirigía a mí como el futuro presidente del Banco Central, incluso cuando viajaba afuera, pero hubo una decisión clave que tomé: cinco días antes de la elección presidencial, se echó a andar la autonomía del Banco Central, y con eso, Pinochet dejaba designado a cinco consejeros, y de ellos, uno presidente del Banco Central. En la negociación de a quienes si iba a proponer estaba Alejandro Foxley, quien ya era claramente la cabeza del equipo económico, con Carlos Cáceres por Pinochet y acordaron que fueran dos consejeros Concertación, dos consejeros de gusto de los militares y un presidente independiente. Foxley me informó que los consejeros por la Concertación éramos yo y Andrés Zahler y quien firmaba el decreto era Pinochet. Esa noche pensé “no me da el estómago para que mi nombramiento lo firme Pinochet” y decidí no aceptar. Propuse que en mi lugar fuera Juan Eduardo Herrera quien fue un excelente consejero en dupla con Zahler; quienes trabajaron coordinada y estrechamente con Foxley, lo que ayudó a que Chile creciera esos años por sobre el 7% con aumento del empleo, reducción de la desigualdad, salarios al alza y formalización de la economía. Yo entré al inicio del nuevo gobierno como Director de estudios del Banco Central y desde allí participé en ese círculo virtuoso.
-Pero no fue esa la última vez que escuchamos de ud. como posible candidato a consejero del BC…
-En 1991 terminó el periodo del presidente del Banco, Andrés Bianchi y muchos pensaban que yo iba a ser consejero de la Concertación, concitaba una votación mayoritaria en el Parlamento y en algún momento se me dijo “necesitamos a alguien que saque todos los votos y tú no tienes los votos pinochetistas”, entonces nombraron a otra persona y sacó menos votos que los que yo iba a tener porque hubo muchas abstenciones de parte de senadores de la Concertación.
Después de eso trabajé bastante desde afuera: por seis años fui representante presidencial de Lagos y Bachelet en una iniciativa con los gobiernos de Brasil, Francia, Alemania y España trabajando concretamente por una globalización más incluyente y justa.
Esa tampoco sería la última vez que su nombre iba a generar polémica como posible candidato a consejero del instituto emisor. En 2001, tras vencer el periodo de Pablo Piñera, senadores como Sergio Bitar (PPD), Carlos Ominami (PS), Alejandro Foxley (DC) y Jorge Pizarro (DC) pedían a Ricardo Ffrench-Davis para el cargo, pero la oposición, representada por los parlamentarios de la UDI y RN se resistieron y, con mayor tenacidad, los más cercanos al pinochetismo. Finalmente el candidato nominado por el entonces presidente Lagos fue José de Gregorio, cuya votación fue de 23 votos a favor, ocho en contra y siete abstenciones, lo que dio cuenta de que distaba mucho de ser el candidato favorito de la mayoría oficialista.
Recetario. Ffrench-Davis afirma que no se han hecho los cambios fundamentales en apoyo a las pymes ni una reforma profunda al mercado de capitales para tener financiamiento para quienes tienen buenas ideas pero no poseen patrimonio, ni buenas redes sociales y conexiones familiares. Y esa es la mayoría del país.
-¿Cómo podemos recuperar el crecimiento vigoroso y avanzar en equidad?
-En mi libro sostengo que debemos recuperar un entorno macroeconómico para el desarrollo sostenible, operando con una demanda efectiva cercana a la capacidad productiva; generar políticas para el desarrollo productivo que incluyan las Pymes, trabajadores de menor calificación y sectores informales. También hay que dar un dinamismo intenso al sector exportador en mayor valor agregado y una reforma cambiaria que evite la volatilidad dada por precios de exportación y flujos financieros especulativos. Necesitamos mayor inversión productiva pública y privada, invertir en capital humano: educación y capacitación, y hacer una reforma tributaria para financiar la modernización.
Educación heterogénea y reforma tributaria exagerada
Ud. ha hecho clases en universidades muy prestigiosas afuera ¿Qué opina de la formación universitaria chilena?
-Lo que tenemos es una enorme heterogeneidad. Hay varias buenas, pero también hay una masificación y una proporción importante de familias esperanzadas en los universitarios que tienen una formación muy débil, incluidas varias de las universidades no acreditadas y algunas que han sido acreditadas de manera demasiado generosa. Esta misma heterogeneidad se refleja en las oportunidades de trabajo de estos egresados. Hay que meterle mucha equidad y mucha plata en los Centros de Formación Técnica para aumentarle la empleabilidad a la gente, con mejoras de ingreso. Tenemos que crecer con los sectores medios y bajos, cuya productividad se vaya elevando por las reformas que he mencionado. Esa es la apuesta, si no, no vamos a ser desarrollados.
-La reforma tributaria que usted pide ¿va en la línea de lo que se envió al Congreso?, ¿qué le ha parecido la discusión hasta ahora?
-La discusión me ha parecido apabulladoramente agresiva y negativa, es lo que se ve en la mayoría de los medios de comunicación. Pareciera que es una reforma que fuera a recaudar 20% o 25% del PIB en circunstancias que recaudará el 3%; no hay proporción entre los efectos que críticos le imputan y la magnitud mesurada de la Reforma Tributaria que tiene muchos elementos bien pensados y coherentes. Pero permanecen ciertas imperfecciones: una de ellas, en mi opinión, es la retención del 10% que no le da ingresos efectivos a la Tesorería, y crea la imagen de que el impuesto es de 35%, pero la verdad es que la recaudación para Hacienda será de 25%, entonces sinceremos eso. Es un flanco político sin sentido.