¿Marca el triunfo del populista Donald Trump el fin de la globalización? Sus planes indican que sí. Pero volver atrás, al aislamiento económico, tampoco es la solución, opinan expertos en la materia.
Según los resultados del índice actual de globalización del grupo Deutsche Post DHL, las inversiones extranjeras, el comercio y el flujo de capitales están disminuyendo continuamente desde comienzos de la crisis económica de 2008. ¿Será la presidencia de Trump, que anunció medidas contra el comercio global, el comienzo del fin de la era económica global? ¿Es el principio de una espiral descendente que retrotraerá a la economía mundial a los tiempos del proteccionismo? Gustav Horn, director del Instituto de Macroeconomía de la Fundación Hans Böckler, de Berlín, dijo en entrevista con DW que la principal responsable de esa tendencia de retracción del comercio mundial es la economía China, que está estancada. Hace tiempo que el comercio mundial no marcha bien, y, según Horn, si Trump toma medidas proteccionistas, eso podría paralizarlo aún más.
Trump dijo, entre otras cosas, que no dejará que se establezcan acuerdos como el NAFTA o el TTIP. Y que quiere traer de regreso a EE. UU. los puestos de trabajo trasladados a China. Con esa retórica antiglobalización logró ganar los votos de una clase media frustrada, del angry white man. Para Rolf Langhammer, exdirector del Instituto de Economía Mundial, la tendencia al proteccionismo económico de los partidos populistas europeos de derecha, como el AfD, en Alemania, y el Frente Nacional, en Francia, y la resistencia popular a tratados de libre comercio como el TTIP o el CETA se explican de la siguiente manera: "El debilitamiento del crecimiento económico mundial agravó los conflictos en torno a la distribución de la riqueza. Esos conflictos fueron tomados por los populistas, que le echan la culpa a la globalización.”
Sin embargo, es innegable que la globalización tuvo efectos marcadamente positivos. Langhammer señala que tanto los países industrializados como los emergentes se beneficiaron de ella. Gustav Horn coincide con él, y añade que países ricos y pobres experimentaron un impulso acelerado gracias al comercio internacional. Sin embargo, subraya que el bienestar alcanzado a través de la globalización debería estar mejor repartido.
El proteccionismo no soluciona los problemas. Trump quiere aislar a EE.UU. y poner límites al comercio global. Pero su plan de terminar con los tratados de libre comercio tampoco ayudaría a las clase media estadounidense. De acuerdo con Gustav Horn, a largo plazo, la política económica de Trump perjudicaría la economía real y el mercado financiero de su país. Pero lo más importante es que a la clase media de EE. UU. no le serviría absolutamente de nada. La reducción del impuesto a la riqueza acentuará aún más la desigualdad, y la distribución de la riqueza se haría desde las clases bajas hacia las más altas, en lugar de hacerse al revés.
Ambos analistas están también de acuerdo en que una política económica que recorta los tratados de libre comercio no solucionará los problemas de la clase media estadounidense. Langhammer, por su parte, resalta que la clave no es la globalización sino el avance tecnológico. Si bien en EE. UU. hay muchas universidades de alto nivel, el sistema educativo del país es elitista. La globalización ayudó al crecimiento económico, al bienestar y al entendimiento de los pueblos. Sin embargo, los populistas, con sus panoramas apocalípticos, ven a la globalización más como un riesgo que como una oportunidad.
Está claro que la falta de una distribución más justa de la riqueza, tanto en los países pobres como en los industrializados, tiene orígenes más complejos, como por ejemplo el cambio tecnológico acelerado, la corrupción y el estancamiento económico. La lista podría seguir. Pero queda claro que la globalización no puede dar marcha atrás. Eso solo causaría aislamiento económico y social, lo cual no promovería en absoluto el bienestar de la gente, opinan los expertos.