Un año después de lograr el grado de inversión, el país parece estar a la espera. A pesar de la solidez de la economía brasileña, son las economías de Estados Unidos y de Europa las que dictan la agenda.
El 22 de septiembre de 2009, la agencia de calificación Moody’s se convirtió en la última de las tres grandes agencias rating en conceder a Brasil el grado de inversión. Los estrategas especializados en inversiones en mercados emergentes creían que, tras conseguir el triplete, los inversores institucionales empezarían a enviar dinero para comprar acciones y bonos brasileños. Nada más lejos de la realidad. Los inversores extranjeros invierten ahora menos que hace un año en valores brasileños.
En 2009, el 34% de las inversiones directas en acciones en el índice brasileño Bovespa eran inversiones extranjeras. Parecía que la historia se volvía a repetir; en 2005 el 32% del dinero destinado a la adquisición de acciones brasileñas procedía de fondos extranjeros y, por primera vez, convertía a los extranjeros en el mayor grupo de inversores del índice Bovespa, superando en volumen al comercio minorista local, los inversores corporativos o los fondos de pensiones del gobierno. Pero este año se espera que los extranjeros supongan el 28% del volumen en bolsa, por debajo de los inversores minoristas e institucionales, por primera vez en cinco años según el mercado BM&FBovespa.
Un año después de lograr el grado de inversión, el país parece estar a la espera. Lo que se suponía que era la continuación del mercado alcista de 2009 –cuando creció más del 55% en divisa local-, ha acabado siendo un fiasco, con pérdidas anuales del 3% (con fecha 8 de septiembre). A pesar de la solidez de la economía brasileña, son las economías de Estados Unidos y de Europa las que dictan la agenda.
Un jarro de agua fría. “Brasil supone el 16% de los US$105.000 millones que tenemos en inversiones en mercados emergentes”, dice Corin Frost, director general de estrategia en la gestora de activos BlackRock. “Ha ido aumentando a lo largo de los últimos dos años desde que mejoró su calificación”. La empresa posee la familia iShares de fondos cotizados (exchange traded funds ó ETFs). Según Frost, el fondo MSCI Brazil (EWZ), el mayor fondo cotizado exclusivamente brasileño, este año vio como se fueron unos US$1.000 millones. “Los grandes inversores institucionales están definitivamente centrados en mercados emergentes y su presencia aún es escasa como grupo en esos mercados. Cuando los consideras un grupo, para nosotros Brasil es una prioridad”, explica.
Aunque Moody’s subió la calificación de la deuda soberana de Brasil a Baa3, sin embargo, le concedió la menor calificación. La cosa empezó 16 meses antes, un 29 de mayo, cuando Fitch daba a Brasil la calificación BBB. Un mes antes, el 30 de abril de 2009, Standard & Poor dejó de considerar a Brasil como “especulativo” y dio a su deuda el grado de inversión. El grado de inversión es importante para los países igual que para las empresas, porque grandes fondos de inversión, como las pensiones estadounidenses o europeas, sólo pueden invertir en activos con grado de inversión. Una vez cumplidos los requisitos legislativos, con la mejora en su calificación Brasil ha conseguido una audiencia nueva y multimillonaria para sus empresas que cotizan en bolsa. No obstante, en 2010 la aversión de los gestores estadounidenses y europeos a las acciones junto con un lento crecimiento en esas economías ha sido un jarro de agua fría en lo que hace poco se consideraba uno de los mercados crecientes más interesantes y estables del mundo.
Fue hace unos seis años cuando los inversores institucionales de todo tipo descubrieron Brasil. Los fondos soberanos, los créditos universitarios, las fundaciones de investigación sin ánimo de lucro y algunas pensiones públicas –como California Public Employees’ Retirement System (CalPERS), habían ido aumentando sus inversiones en Brasil. Varios factores contribuían a alentar sus expectativas: rentas personales en crecimiento; la demanda desde Europa y China de materias primas de Brasil, como azúcar, petróleo o mineral de hierro; y la probabilidad de conseguir el grado de inversión. CalPERS dice que en el segundo trimestre de 2010 contaba con inversiones bursátiles brasileñas con valor de mercado de US$981 millones. En junio de 2009, la cifra era US$628 millones, y un año antes, en 2008 –meses después de la primera víctima cobrada por Bear Stearns-, de US$1.200 millones.
La caída de 2009 refleja la devaluación general en los fondos indexados que posee CalPERS, que incluyen acciones brasileñas. CalPERS no compra y vende directamente acciones brasileñas, algo que sería imposible considerando el tamaño de su cartera de valores global, con más de 9.000 empresas. Contrata gestores para cumplir los objetivos de inversión del fondo, y tiene más de US$3.500 millones en inversiones de mercados emergentes con seis gestores externos, US$1.000 millones menos que el pasado año.
El mercado ha ido dando tumbos. Los fondos no han sido capaces de recuperarse de las pérdidas de 2008. Los inversores internacionales tienen dudas y esto afectará a Brasil, independientemente del buen comportamiento de sus principales variables económicas, sostiene Daniel Kelly, director de marketing global en Batterymarch, un fondo con sede en Boston que realiza análisis cuantitativos y que tiene a CalPERS como cliente.
A mediados de diciembre, se espera que el comité de directores de CalPERS adopte un nuevo plan de asignación de activos para los próximos tres años. Se fijará el objetivo para los US$200.000 millones que CalPERS reserva para valores globales y mercados emergentes. El 30 de junio CalPERS contaba con un 49,5% en valores globales como Brasil; previamente dicha cifra se situaba en el 56%. Sus gestores de fondos vuelven a mirar con buenos ojos la renta fija global, como los bonos brasileños, pasando de un peso inicial del 20 al 24,5%.
Los inversores institucionales inteligentes no se han centrado en países, y han buscado el crecimiento fuera de los mercados maduros desarrollados. No obstante, “a efectos prácticos, la mayoría de los inversores institucionales en Estados Unidos quieren que los valores tengan incluso menos peso, o que tengan presencia sólo pasivamente a través de fondos de inversión, incluyendo los mercados emergentes”, explica Kelly. “Brasil conseguirá una parte del botín cuando las grandes instituciones vuelvan realmente los ojos hacia los valores globales. Nadie está teniendo en cuenta a Brasil únicamente por haber mejorado su calificación”, dice.
Paseo movido. El índice Bovespa se ha comportado como una montaña rusa durante los dos últimos años, pero en 2010 ha permanecido bastante estable. En mayo de 2008 el índice alcazaba los 73.000 puntos, un récord histórico para Brasil. No era debido a que la economía se estuviese comportando mejor de lo esperado; tasas de crecimiento del PIB del 5% eran meras predicciones. Mientras, se predecía que mercados de mayor tamaño y más populares –China e India-, creciesen 10% o más.
Detrás de la burbuja bursátil brasileña estaban los fondos especulativos, que aparecieron tras la recalificación de S&P y huyeron rápidamente después de la de Fitch. En julio de 2008 el índice Bovespa se mantenía estable hasta que surgieron los rumores de la crisis en el mercado de la vivienda en Estados Unidos seguida del colapso de los principales bancos de inversión. En octubre el Bovespa había caído por debajo de los 40.000 puntos. La caída fue tan brusca que la comisión local del mercado de valores cerró el comercio electrónico dos veces en un solo día; el mercado abrió 10% por debajo y luego reabrió y cayó otro 10% cuando a los gestores de fondos les entró el pánico ante la perspectiva de un escenario apocalíptico para los bancos estadounidenses y europeos.
En 2009, los planes de estímulo al gasto de los gobiernos estadounidense, europeo y chino favorecieron la recuperación de las acciones brasileñas. Brasil se beneficiaría especialmente de las exportaciones de materias primas a China. Luego, a pesar de ser considerado un mercado opaco en economías desarrolladas, dos de las mayores ofertas públicas iniciales del pasado año tuvieron lugar en Brasil. Banco Santander, una filial del banco español con el mismo nombre, captó más de US$8.000 millones cuando sus acciones se incluyeron en Bovespa por primera vez, y la empresa de tarjetas de crédito VisaNet, ahora conocida como Cielo, captó unos US$4.300 millones. Goldman Sachs, Citigroup y varias agencias de corretaje brasileña esperaban que el mercado continuase alcista en 2010, aunque con menos fuerza. Las noticias y los datos económicos estaban del lado de Brasil. La recalificación de Moody’s fue el último regalo.
“Desafortunadamente para Brasil, no hay gran demanda de acciones internacionales”, dice Olivier Ginguené, jefe de inversiones de Pictet Asset Management en Génova. “No veo ninguna reestructuración en los grandes fondos de pensiones y ahora mismo tenemos demasiadas acciones; podríamos considerar una reducción. En la actualidad hay preferencia por las rentas fijas de altos tipos, como la deuda de gobiernos de mercados emergentes o bonos corporativos. Para nosotros, Brasil es cada vez más una clase de activos para bonos”, explica.
La economía crece, el mercado se ralentiza. El mercado bursátil es un indicador del estado futuro de los ingresos empresariales. Bovespa alcanzaba los 70.000 puntos el pasado año con tasas de crecimiento del 5%, pero las predicciones de crecimiento del PIB, superiores aún para este año, han provocado que las acciones deambulen de lado a lado. Los fondos europeos y estadounidenses simplemente están comprando a pesar de que las predicciones del 7,1% de crecimiento económico de Brasil -según el Fondo Monetario Internacional (FMI)- superen el crecimiento medio del 3,7% de los países calificados como BBB por Fitch y S&P. Las cosas también podrían enfriarse debido a las elecciones presidenciales que tendrán lugar en Brasil el próximo octubre. No existen mercados favoritos.
Tras las elecciones, la economía brasileña podría empezar a parecer atractiva en comparación con el resto del mundo. Según el Global Outlook Report de julio del FMI, se espera que el PIB mundial crezca 4,5% en 2010, liderado por China, India, pequeñas naciones de Asia y Brasil.
“Una fuerte demanda extranjera de deuda doméstica brasileña compensó la del mercado de valores en 2010”, dice Alexander Gorra, director de ventas internacionales en BNY Mellon ARX en Río de Janeiro.
Es muy probable que las dos mayores empresas brasileñas contribuyan a atraer miles de millones de dólares de capital extranjero antes del final del año. Esto podría devolver a Bovespa su esplendor. La empresa minera Vale anunciaba el 8 de septiembre la emisión de nuevos bonos a diez años de aproximadamente US$1.000 millones. En cuanto a las acciones, la empresa petrolífera Petrobas anunciaba el 3 de septiembre una oferta incluso mayor, captando casi US$65.000 millones acciones para financiar la primera parte de su programa de perforación petrolífera en aguas profundas.
Gorra afirma que BNY ha visto más dinero fluyendo hacia Brasil desde que mejoró su calificación, tal vez no como consecuencia directa, sino por el escaso crecimiento de los mercados desarrollados, los mayores tipos de interés -que atraen inversores de países como Japón-, y su estabilidad económica y política. Hace cinco años los extranjeros suponían menos del 1% de las inversiones en bonos del gobierno; hoy en día la cifra es del 10%. En 2007, BNY no tenía inversores institucionales extranjeros en su cartera brasileña. Ahora US$1.800 millones de los US$6.800 invertidos en activos brasileños proceden de fondos soberanos y créditos universitarios.
“Los fondos soberanos están llegando poco a poco”, dice Gorra. “Hay que salir y hablar con las grandes firmas consultoras como Mercer y Cambridge para que a su vez convenzan a Michigan Teachers Association o similar para reasignar una parte de sus fondos de pensiones a Brasil. Los grandes fondos que llevan aquí cierto tiempo están incrementando constantemente su participación”, explica.
El FMI cree que los riesgos han aumentado en los mercados desarrollados. A corto plazo, el principal riesgo es un incremento del estrés financiero y contagios como consecuencia de una mayor preocupación por la deuda soberana. Esto podría causar mayores costes de financiación, balances bancarios menos sólidos, y una vuelta a condiciones más estrictas en la concesión de créditos y divisas volátiles que afectarán las empresas y la confianza de los consumidores. Dados los vínculos financieros y comerciales, el efecto último podría reducir significativamente la demanda global, afirma el FMI. Los gestores saben que se está produciendo crecimiento económico en mercados emergentes como Brasil. Pero cuando la cartera doméstica se reduce, seguirán a la mayoría de los fondos hacia mercados más rentables para intentar retenerlos.
El consenso general entre economistas internacionales es que Brasil ha gestionado el caos en el mundo desarrollado excepcionalmente bien. El 8 de septiembre, un blog del Financial Times señalaba que Brasil, Rusia, India y China podrían suponer incluso el 41% del valor bursátil global en los próximos años tras mostrar su relativa buena marcha mientras Estados Unidos y Europa se hundían. La participación de China podría experimentar un aumento del 1 al 11% en apenas una década. Los valores más cotizados serían China, Estados Unidos e India, mientras las acciones de Japón ocuparían el cuarto lugar junto con Brasil. El mercado BM&FBovespa se ha estado preparando para ese día, asociándose en los últimos años con Chicago Mercantile Exchange y la bolsa de Argentina o abriendo oficinas en China.
“Nunca cambiamos de opinión sobre Brasil después de que Moody’s mejorase su calificación”, dice Ginguené. “La gente estaba un poco asustada por los increíbles resultados del Bovespa el pasado año. Una economía estadounidense en baja forma y unas acciones caras hicieron que los valores brasileños fuesen menos interesantes. Cuando la economía estadounidense parece estar en el camino de la recuperación, los fondos de pensión saldrán de su cómoda posición y Brasil se beneficiará”, predice.