El país se encamina a recuperar el grado de inversión tras haber obtenido una mejora en sus calificaciones crediticias por parte de dos agencias en el último mes, mientras que la renegociación voluntaria de su deuda del 2003 es citada como ejemplo para Europa, sumida en una crisis.
Montevideo. Uruguay, un país pequeño donde el presidente es un ex líder guerrillero cuya posesión más valiosa es un viejo Volkswagen modelo Escarabajo, apuesta a convertirse en el nuevo consentido entre los inversionistas globales.
El país se encamina a recuperar el grado de inversión tras haber obtenido una mejora en sus calificaciones crediticias por parte de dos agencias en el último mes, mientras que la renegociación voluntaria de su deuda del 2003 es citada como ejemplo para Europa, sumida en una crisis.
Proyectos como un complejo de unos US$1.900 millones en una planta de celulosa, han impulsado las inversiones a máximos récord, ampliando una economía que tradicionalmente se basaba en la agricultura.
Y el país sudamericano de sólo 3,3 millones de habitantes ha ganado promoción internacional por recientes triunfos futbolísticos, entre ellos el título de campeón de la Copa América en julio, superando a rivales vecinos como Brasil y Argentina.
Y la victoria no fue por casualidad.
Estar ubicado entre las dos mayores economías sudamericanas "es como ser un perro pequeño en una jauría de perros grandes. Ese perro pequeño tiene que ladrar más fuerte, tiene que alborotar más, tiene que hacerse más el malo que los grandes, porque si no, no existe", dijo Ignacio Otegui, presidente de la Cámara de la Construcción del Uruguay.
Uruguay exige respeto de sus vecinos pero también lo gana en el exterior, donde se valorizan sus instituciones estables, bajos niveles de corrupción y el cumplimiento y respeto a las leyes -que lo diferencian de muchos otros países latinoamericanos.
La inversión extranjera directa en Uruguay trepó a US$1.630 millones el año pasado, casi duplicando las cifras del 2005.
Su pequeño tamaño probablemente no le permita ser incluido en alguna lista de prominentes mercados emergentes, pero "sí atrae la atención", dijo Jim Barrineau, un estratega con sede en Nueva York para la firma ICE Canyon, un fondo de cobertura de mercados emergentes de US$2.000 millones.
"Uruguay bien podría ser visto como uno de los países mejor administrados en América Latina. La deuda que tiene no es negociada muy activamente porque los fundamentos son tan buenos que la mayoría de los administradores la compran y la mantienen", dijo Barrineau.
Pese a todos los elogios, Uruguay enfrenta obstáculos logísticos, laborales e inflacionarios que debe superar para sacar provecho del actual auge en los precios de los alimentos y sostener su crecimiento en el transcurso del tiempo.
Sus puertos y carreteras están saturados. Carece de suficientes trabajadores calificados y sólo la mitad de su población ha terminado los estudios secundarios, según datos recientes del Ministerio de Trabajo.
"Estoy recibiendo permanentemente en esta oficina a inversores del exterior", dijo el vicepresidente Danilo Astori. "Pero no hay que creerse que se llegó a la meta ni mucho menos, hay que seguir haciendo el esfuerzo".
La economía de Uruguay ha crecido por ocho años consecutivos por encima del promedio regional y se expandió a una tasa del 8,5% en 2010. El desempleo oscila en mínimos históricos -de 5,5% en junio- reflejando las tendencias en otros países de Sudamérica.
La ubicación del país le asegura un ingreso estratégico a los mercados de la región. Su economía se basa principalmente en la agricultura y la ganadería, el turismo y la industria de celulosa. Funcionarios esperan desarrollar el sector minero explotando un nuevo descubrimiento de depósitos de hierro.
Entre las compañías inversionistas extranjeras o planificadores de proyectos en Uruguay se incluyen el grupo papelero finlandés UPM-Kymmene, el minero Zamin Ferrous, el fabricante brasileño de cemento Votorantim Cimentos y la unidad de Repsol en Argentina YPF.
Aunque el gobierno cambió de ideología política después que una coalición de izquierda llegó al poder en 2005, las políticas promercado se han mantenido vigentes.
El presidente José "Pepe" Mujica -un izquierdista de hablar directo que predica el anticonsumismo- levantó polvo en las comunidades agrícolas y empresariales al decir que elevaría los impuestos sobre las grandes extensiones de tierra.
Pero el rechazo a la propuesta, incluso dentro de miembros de su propio gobierno, ha estancado el plan. Astori dice que Uruguay tiene que demostrarle a los inversionistas que el país no está cambiando las reglas de juego.
Tal estabilidad ha sido clave para atraer a Montes del Plata -un consorcio formado por la chilena Arauco y la papelera finlandesa Stora Enso- a Uruguay para construir una nueva planta celulosa.
"Cuando inviertes US$2.000 millones, tú estás pensando en recuperar la inversión en el largo plazo", dijo el presidente ejecutivo de Montes del Plata, Erwin Kaufmann.
"Vas a un país donde tú confías que las reglas de juego no van a cambiar (...) buscas estabilidad política, es decir que el país si cambia de signo, si viene una derecha, viene una izquierda, viene un centro, se respetan los lineamientos macroeconómicos", agregó.
Inflación. Uruguay ha recibido recientemente elogios de analistas de bancos globales pero advierten de un obstáculo clave por vencer: la inflación.
Los precios al consumidor subieron 8,25% en doce meses hasta julio, muy por encima del rango meta del Banco Central del 4% al 6% para fines de este año.
La inflación refleja las alzas internacionales en los precios así como una robusta demanda doméstica. Es difícil contener el avance de los precios porque la economía uruguaya es muy abierta y altamente dolarizada, limitando la eficiencia de las herramientas de política monetaria que apuntan al mercado del peso.
Uruguay enfrenta un dilema que se nota en toda la región. El gobierno puede combatir la inflación mediante el recorte del gasto -algo que es políticamente riesgoso- o permitiendo que la moneda se siga apreciando ante el dólar, lo que perjudica la competitividad del país.
Los exportadores ya sienten los efectos de un peso más fortalecido, así como los crecientes costos laborales y del transporte, dijo Marcos Guigou, presidente de Agronegocios del Plata, una compañía de granos fundada en el 2003 en sociedad con el llamado rey de la soja Argentina Gustavo Grobocopatel.
Guigou dice que el explosivo crecimiento en la producción de granos en la última década se está enfriando debido a los mayores costos, las perennes demoras en los puertos y los obstáculos para mejorar los rendimientos de la soja y el maíz.
"Hay muchas empresas que han dejado el negocio, también han dejado unos y hay otros que vienen, no hay que pensar en una situación (...) catastrófica, es más bien una situación que no es tan cómoda como hace unos años atrás", dijo Guigou.
Carlos Steneri, quien fue jefe de la oficina de deuda del gobierno y trabaja ahora como consultor económico, dijo que aunque la inflación es un problema "desprolijo" para el país, no es una gran preocupación para los inversionistas.
"El costo de la inflación no lo paga el empresario, el costo de la inflación lo pagan los pobres (...) el que la está pagando es el asalariado, que le ajustan una vez por año los salarios. El empresario es el que gana porque el va ajustando todos los meses los precios", dijo.
Steneri dice que la atracción principal de Uruguay para los inversionistas son sus coordenadas geográficas, ya que el país sirve como puerta de ingreso al más dinámico eje de Sudamérica, que se extiende desde Santiago en Chile a Sao Paulo en Brasil.
Algunas compañías globales usan a Uruguay como zona de ensayo, ya que su pequeño tamaño lo convierte en un "laboratorio" perfecto para incursiones al bloque comercial Mercosur, integrado por Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, dijo Otegui.
Históricamente, la salud de la economía uruguaya ha dependido de sus vecinos más grandes. El país cayó en crisis cuando Argentina incumplió el pago de su deuda y entró a una profunda recesión en el 2001-2002.
Desde entonces, Uruguay ha trabajado para diversificar su producción y sus mercados de exportación, al tiempo que reduce la deuda del Gobierno denominada en dólares. Astori dijo que aunque Uruguay no se desliga de sus vínculos con la región, al mismo tiempo está expandiendo sus relaciones comerciales con Asia y otros países.
No obstante, aunque la economía de Uruguay está mejor protegida de los vaivenes que sufren sus vecinos, su destino sigue inevitablemente vinculado a ellos.
Por ahora, esas son buenas noticias. La región en su conjunto tiene unas finanzas más sólidas, mejores colchones en sus reservas extranjeras y sistemas bancarios más saludables de los que tenía hace algún tiempo.
"En realidad, los problemas no los tiene Argentina, los problemas los tiene el primer mundo", dijo Otegui.