La presencia de los informales se ha acentuado en el último año. Muchos afirman basarse en la Constitución, que garantiza el trabajo autónomo e impide que se requisen los productos. Esta situación, en Guayaquil, ha sido el origen permanente de enfrentamientos entre vendedores y metropolitanos, personal del Municipio.
El panorama en las calles quiteñas ha cambiado desde hace más o menos un año. Nuevos actores, en este caso miles de vendedores ambulantes, se mezclan con oficinistas, transeúntes o turistas. Hay decenas, cientos de vendedores de todo tipo de artículos que a diario se toman inclusive sectores tradicionales como la Plaza del Teatro, la Plaza Grande, los alrededores del Palacio de Carondelet, entre otros sitios del Centro Histórico.
Los esporádicos controles que realizan los metropolitanos para evitar la informalidad no los ahuyenta. Una de esas vendedoras es Sandra Yánez, quien oferta cordones, plantillas y tobilleras frente al Palacio de Carondelet, sede de la Presidencia de la República.
La presencia de los informales se ha acentuado en el último año. Muchos afirman basarse en la Constitución, que garantiza el trabajo autónomo e impide que se requisen los productos. Esta situación, en Guayaquil, ha sido el origen permanente de enfrentamientos entre vendedores y metropolitanos, personal del Municipio.
En Quito no se han dado desalojos masivos y más bien ayer hubo una reunión entre autoridades municipales y los dirigentes, quienes dicen representar a 20 mil informales.
Dos cuadras más abajo del Palacio de Carondelet, en la calle Guayaquil y Chile, se ubica todos los días, con unas muñecas de trapo, Clara Guevara, quien a sus casi 90 años ha encontrado en esta la única forma de llevar el pan a su hogar.
A ella le inquieta la posible reubicación. “Si me van a poner en un local céntrico donde pueda vender las muñequitas voy, pero si me van a mandar a un sitio donde no pasa la gente mejor me quedo aquí”, dice. Sin embargo, la anciana reconoce que en su caso los policías metropolitanos le tienen cierta consideración.
Pero no todos cuentan con la misma suerte. Por ejemplo, un vendedor de sombreros que se ubica en la Caja del Seguro, frente al parque El Ejido, cuenta que hace 15 días le fue arrebatada su mercadería. “Aparecen de la nada (los metropolitanos) y se llevan las cosas. Yo me pregunto, si me dedico a robar voy a estar más seguro”, cuestiona el hombre que prefiere guardar su identidad.
El municipio de Quito realizó, desde noviembre pasado, un censo para determinar el número de comerciantes autónomos que hay en la ciudad. Este estudio arrojó un universo de 5.643 personas censadas. De esta cifra, más del 60% son mujeres y madres de familia. Hay 1.093 menores de 18 años.
Sin embargo, Carlos Castellanos, de la Confederación Unitaria de Comerciantes Minoristas y Trabajadores Autónomos del Ecuador (Cucomitae) cuestiona las cifras del censo.
“En Quito hay más de 20 mil personas que trabajan en las calles como informales, y las cifras del Municipio corresponden al 30% de los autónomos. Quieren esconder el desempleo y el subempleo”, dice el dirigente.
Este reclamo ya fue acogido por las autoridades municipales, quienes ampliaron el tiempo para registrar a los informales y esperan concluir el proceso en diciembre próximo, con la entrega del carné y los chalecos que les permitan trabajar.