Después de hacer oídos sordos a la inestabilidad internacional durante la primavera y parte del verano, en las últimas semanas a los operadores de Wall Street les ha dado por mirar más allá de sus datos macroeconómicos y empezar a preocuparse de verdad.
Nueva York. Wall Street sintió una brisa gélida con sabor a Guerra Fría debido a que las relaciones entre Rusia y Estados Unidos se estén tiñiendo de acero con el intercambio de sanciones económicas a propósito de la crisis en Ucrania.
Ese era el principal miedo cuando, allá por noviembre, la crisis en Crimea provocó un efecto dominó con caídas en todos los mercados. Nueve meses después, el frío no es helador, pero va calando poco a poco en las plazas de todo el mundo, con especial mención, desde luego, para el antagonista proverbial de Rusia: Estados Unidos.
Después de hacer oídos sordos a la inestabilidad internacional durante la primavera y parte del verano, en las últimas semanas a los operadores de Wall Street les ha dado por mirar más allá de sus datos macroeconómicos y empezar a preocuparse de verdad.
Hoy parecía imposible, por ejemplo, que hace tres semanas el Dow Jones sobrepasara llegara a alcanzar en un récord intradiario los 17.225 puntos. El cierre de la jornada presente lo situó en 16.368,33 enteros, después de una caída de casi medio punto porcentual.
Cierto es que las grandes bajadas las produjo la preocupación por la potencial subida de los tipos de interés la semana pasada, pero en la presente, ha sido Rusia la que ha tomado el protagonismo como en los viejos tiempos, borrando todo efecto positivo de un dato mejor de lo esperado sobre el mercado laboral.
Los inversores cambiaban al enemigo en casa (Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal de los Estados Unidos, por ir retirando las ayudas a la economía) por el enemigo fuera de las fronteras, el presidente de Rusia, Vladímir Putin.
En el capítulo de hoy, Putin asestó un duro golpe al sector agroalimentario de Occidente al prohibir por un año la importación de todos los alimentos perecederos procedentes de los países que adoptaron sanciones contra Moscú por su papel en la crisis de Ucrania, con Estados Unidos a la cabeza.
Y así, la incertidumbre de verdad, no el lamento millonario por cuándo el banco central de Estados Unidos dejará de mimar a los mercados, se cierne sobre el mundo en general y el microcosmos bursátil en particular.