El iconoclasta economista español, de visita en Santiago de Chile, conversó con AméricaEconomía.com sobre la tendencia gris de los economistas, el espacio que espera por ellos en televisión, la necesidad de multiplicar la innovación y sobre cómo se puede morir de éxito en Latinoamérica.
"¡Hasta Ángela Merkel lleva más colores en su vestimenta que yo!".
Detengámonos un instante y pongamos a prueba sus conocimientos: ¿quién realizó esta apasionada afirmación?
a) Melania Knauss-Trump, la ex modelo eslovena y esposa del candidato estadounidense Donald Trump.
b) El diseñador alemán Karl Otto Lagerfeld, durante el inédito desfile para Chanel realizado esta semana en La Habana, Cuba.
c) La ex presidenta de Argentina, Cristina Fernández, horrorizada al mirar su exiguo closet.
La verdad, es que ninguna de las anteriores...
Chaqueta azul cobalto, camisa negra de seda y corbata similar, tono sobre tono. Anteojos ópticos de marco grueso de acetato, modelo Wayfarer. Barba de tres días. Mochila casual de simpatizante del trekking. Pese a la camisa, está muy lejos de ser un sepulturero. Lo suyo tampoco son los funerales. A diferencia de sus pares, a su juicio, adictos al gris, al look otoñal. El señor de tamaña afirmación es el español Xavier Sala i Martín. ¡Un economista!
Sala i Martin fue el speaker internacional del reciente "Seminario de Infraestructura para Todos", evento realizado en la capital chilena y que fue organizado por la Cámara de la Construcción. La invitación no se debe a su particular forma de vestir, sino a sus logros en el World Economic Forum, donde reemplazó en 2003 a Michael Porter y a Jeffrey Sachs. La leyenda además cuenta que creó el Índice de Competitividad Global, lo que lo convertiría en el mayor experto a nivel mundial en materia de competitividad.
Pero Sala i Martin sabe que aquel pomposo palmarés podría quedar reducido a su mínima expresión si sus conocimientos sobre economía quedan retenidos entre paredes de clubes sólo para hombres notables. Lo suyo hoy es la masa, democratizar el conocimiento, tomarse la tevé como Conan O'Brien y revelar verdades economicas que tenías al frente de tu nariz, pero que no lograbas advertir. Por eso los colores. Ocho. Una asociación cromática para tratar diversas materias como la innovación, la riqueza de las naciones, la educación del futuro, tópicos que trajeron un sorpresivo raiting a la Televisión de Cataluña y que hoy se despliegan en un homónimo libro editado por Conecta/Penguin Random House.
-Hace algunos años, el economista Joseph Ramos, ex decano de Facultad de Economia de la Universidad de Chile, de origen puertoriqueño y criado en el Bronx, me comentó que al llegar a Chile los economistas locales lo miraban mal por sus chaquetas coloridas. Comentaban, a su pesar, que era la típica persona venida desde un país bananero. ¿Cómo los colores, el símbolo de sus chaquetas, han transformado su vida como economista?
-Encuentro obsceno lo que le hicieron sentir al profesor Ramos. Como si hubiera una manera buena y una mala de vestir... Yo me rebelé hace años frente a esto. Yo vengo de un país donde la gente es esclava de la moda. Si los dictadores de la moda dicen que hay que usar naranja, todos van de naranja. O de rayas, pero si vas de cuadros, la gente se ríe. Aunque me fui a estudiar a Estados Unidos y vi que ahí no sucedía esto, salvo en algunos espacios del país, y eso a mí me fascinó. Toda mi vida había vivido en Barcelona, un lugar donde la esclavitud de la moda era generalizada. Se ríen de ti si llevas la ropa del año pasado. Pero me rebelé. Tuve mi momento gone with the wind: juro que a partir de ahora iré como me dé la gana, diga lo que diga la gente.
-Pero antes de esa epifanía usted era uno más del ejército de iguales.
-Sí, totalmente. Parte de un grupo muy homogéneo y muy ridículo. Muy discriminador. ¿Por qué una mujer puede ir con una chaqueta de color y nadie la dice nada? Si yo fuera mujer no estaríamos hablando de esto. ¡Hasta Ángela Merkel lleva más colores en su vestimenta que yo! Merkel cada día lleva un color distinto... Vas a una reunión del Fondo Monetario Internacional y parece un entierro. Todos los hombres van de gris. Azul oscuro.
-¿La importancia que le otorga usted a los colores en la moda es porque lo considera una proyección del mundo interno de los economistas? ¿Un síntoma de la dificultad de relacionarse con la realidad?
-Es que la economía es una ciencia gris, negativa. De predicciones catastróficas. Sumado a que la gente no entiende de economía. Mira las páginas de economía de los diarios y de inmediato salta a las de deporte. Por algo los programas de economía se colocan en canales que nadie ve y a horarios que nadie ve. Esto porque los economistas en general no comunicamos bien. Los biólogos sí, con sus programas de ballenas; incluso los científicos cuando hablan de virus. Los historiadores también lo hacen muy bien... Por eso es que decidí escribir estos guiones para un programa de televisión, inspirado en poner colores a este mundo oscuro y negativo. A través de historias, anécdotas que son divertidas y a la vez interesantes. Como la de Pep Guardiola el día que decide colocar a Messi de falso 9. Y aunque parece una anécdota divertida, es una lección profunda sobre innovación.
-Para colmo de males, las pantallas de los noticieros se las han tomado las metereólogos, los climatólogos, debido al calentamiento global. Sin embargo, la economía nos afecta a diario y quizás mucho más directamente. ¿Por qué no están los economistas?
-Los economistas no hemos sabido explicar qué hace un economista. Incluso hay gente que piensa que los economistas somos metereólogos. O sea predecir lo que ocurrirá con el PIB, el paro. Unos magos. Y más bien los economistas somos médicos. El médico no te dice si mañana vas a tener gripe. O si a los 65 cáncer de colon. Encuentra un problema y te da una solución. Diagnosticamos cuáles son los factores de la crisis y proponemos soluciones para salir. Pero si tú vez un doctor que te toca la cara y a partir del tacto hace predicciones; tú tendrás gripe el 4 de septiembre, tú dices este tipo está loco... Pese a eso, hay muchos economistas que se han transformado en gurús del futuro.
-Con lo que dice, varios podrían quedar sin trabajo. ¿No siente un poco de culpa?
-No, son unos farsantes. La economía no se puede predecir. La economía es algo que llamamos caos de nivel dos. Caos de nivel uno es la meteorología. Complejísima. Miles de factores que no podemos controlar. Se pueden predecir las próximas horas, máximo un par de días, nada más. Pero los economistas tenemos algo mucho más difícil. Porque cuando haces una predicción, los seres humanos reaccionan a esa predicción y esta reacción cambia el futuro. Si tuviéramos una máquina perfecta para predecir el futuro, ir al futuro y volver, decir qué va a pasar y comunicarlo... ir a 1963 y decirle a Kennedy usted va a ser asesinado en Dallas, en esta calle. ¡Hemos estado en esta calle y lo vimos! ¿Qué hará Kennedy? No irá. Por lo tanto, ese futuro no sucederá nunca. Caos de nivel dos. Pero si nos dicen que va a llover, sacamos el paraguas, pero ¿eso cambia el futuro? ¡No hay ninguna crisis internacional que haya sido predicha con seis meses de antelación por el Fondo Monetario Internacional! Y ahí hay miles de personas que día a día están mirando. Dejemos ya la farsa de pensar que este tipo predijo la crisis. O si no, que ellos me digan cómo lo hacen. Que repitan aciertos. La lotería siempre le toca a alguien...
-Vamos al tema de la educación. Usted es lúdico, realiza asociaciones libres para explicar la economía. Realiza una revaloración contundente de la anécdota. Pero ¿cómo fue su experiencia como alumno, como estudiante de economía?
-Tuve de todo. Profesores que me hicieron pensar, pero que no me entusiasmaban. Profesores muy teóricos, aburridos... Y por eso he buscado crear mi propio estilo. Todos podemos entender a través de ejemplos de otro mundo. El cerebro humano entiende mucho mejor las historias que las teorías. Con una historia no te quedas dormido. Se queda guardada en ti para siempre. Y esa técnica es la que he trasladado a la televisión y al libro. Por ejemplo, para explicar el poder del dinero, explico cuando los soldados aliados entran en Alemania, terminada la Segunda Guerra Mundial, y encuentran una arma de destrucción masiva. Pero esa arma está en el Banco Central. ¡Pum, pum! Hay un enigma... Así se despierta el interés del que aprende: los aliados encuentran miles y miles de libras esterlinas falsificadas. Para provocar hiperinflación. Y así podemos hablar de la teoría del dinero, de las paradojas. De las herramientas de intercambio. Los precios. Por qué suben y bajan. Por qué los exploradores españoles que llegan a América pensaban que eran ricos... Enigmas, historias... Ese es el secreto para encantar desde estudiantes de primaria a universitarios.
-Con este enfoque narrativo, también podemos enseñar la innovación.
-Así es. Lo trato en un capítulo del libro, donde hablo de la revolución cognitiva del ser humano. De la importancia de estar conectados con otros que tienen ideas. Segunda cosa, es que a menudo los políticos confunden innovación con I + D. Cuando hablan de innovación de inmediato piensan en parques tecnológicos, de un cluster donde va a haber muchas empresas innovadoras, donde haremos patentes; incluso la manera en que medimos la innovación de un país es muchas veces el número de patentes, y eso es un grandísimo error. Aquí es cuando hablo de Pep Guardiola. No lo hace por obtener una patente. Starbucks, Cirque du Soleil, Zara... Ninguno tiene una patente y, sin embargo, han realizado innovaciones. No confundamos... Y la tercera parte es cómo hacemos para que las características que convierten a alguien en un innovador, se pueden enseñar en las escuelas. Eso se habla en el capítulo naranja, que es el más importante del libro. El de la educación. Cómo modificamos el sistema educativo que McDonaliza. Antes nos servía educar a todos igual. Se moría un ingeniero y ponías otro igual en esa posición. Pero en la época de la creatividad ya no. Necesitamos estimular el modelo crítico, hacernos preguntas. Así Amancio Ortega (dueño del grupo Inditex, con su marca más conocida, Zara) encontró su modelo de negocios a base de observación. Y observar es el arte. Hay que volver a colocar el arte en las escuelas. Porque las ideas practican el sexo. Se conectan y sale otra nueva. Como Cirque du Soleil, que es el resultado de Broadway, el circo tradicional y una historia bien contada.
-Ya que está en tierra chilena, y estamos hablando de educación e innovación, ¿cómo ve al país?
-El problema de Chile es: gracias al cobre, a las materias primas, más o menos hemos ido bien, ha habido un super boom, la gente ha mejorado su calidad de vida, pero seguimos dependiendo del cobre. Y como ahora los precios del cobre no están bien, suenan las alarmas. ¡Oh, tendríamos que haber cambiado!; ¡oh, tendríamos que haber diversificado!; ¡oh, tendríamos que haber innovado!
-Eso suena a morir de éxito. Casi un oxímoron.
-Yo que soy un gran defensor de la competitividad, y además por mi trabajo en el World Economic Forum, donde hacemos el índice de la materia, cuando un país lo hace mal, yo enseguida llamo y converso. A menudo hablé con los presidentes de España, José María Aznar y Zapatero, sobre este problema, y ambos me decían pero no ves tú cómo va España; pero no ves que estamos creciendo. Y yo cuidado, que el boom se va a acabar. Y como crecíamos, no hicimos nada. Y eso es morir de éxito...
-AméricaEconomía fue uno de los organizadores del lanzamiento Indice de Competitividad Tendiendo Puentes, de la Fundación Círculo de Montevideo. En ese lanzamiento, el ministro de Hacienda de Chile, Rodrigo Valdés, habló de que su modelo de desarrollo era el de Nueva Zelanda, una potencia agroexportadora. ¿Le parece bien esa apuesta por el sector primario?
-El principal sector de California es la agricultura. No hay que descartar el sector primario. Pero seguro que lo que dijo el ministro, acto seguido, porque siempre lo dice, que uno de los activos de Chile es la estabilidad macroeconómica. Y, por lo tanto, después de hablar de la diversificación, seguro que dijo que el gobierno no va a gastar más de lo que ingresa. No vamos a tener déficit. Por lo tanto, como los ingresos son mucho menores, ¿qué pasa? Que ahora no puedes hacer lo que debiste hacer antes.
-El big bang para la educación chilena. Siendo justo, el ministro Valdés también habló del escaso nivel de certificación internacional que poseen los profesores chilenos, menos del 20%, versus lo que se observa en promedio en los países de la OCDE. Otra búsqueda pendiente.
-En Chicago hay familias muy pobres, generalmente negras, con padres criminales algunos, madres que crían con muy pocos recursos, y el gobierno para solucionar esto puso sus esfuerzos en colocar a estos niños en escuelas excelentes de niños blancos. Al poco tiempo se dieron cuenta que esto era un fracaso monumental. Comenzaron interdisciplinariamente a estudiar el fenómeno, desde 1995, donde colocaron en el cuello a estos niños una especie de Siri, a lo largo de años, y descubrieron que la gran diferencia, lo que determina el éxito académico futuro, es la canitdad de palabras que los niños escuchan al llegar a la edad de cuatro años. De ahí es que surgió el modelo Thirty Million Words. La diferencia entre un niño blanco y uno negro es que, cuando cumple cuatro años, ha escuchado treinta millones de palabras más. Es más, no sólo la cantidad de palabras, sino el tipo de palabras. Los negros tienen menos palabras escuchadas y además éstas son negativas; ¡no!, ¡cállate!, ¡no hagas eso! El blanco rápidamente internaliaz conceptos como grande, pequeño, alto, bajo, explicaciones sobre el mundo. Porque la plasticidad del cerebro es infinita a esa edad. La gran herramienta para moldear el cerebro es el lenguaje. Eso nos lleva a concluir que una gran responsabilidad educativa ocurre antes de la escuela.
-Y si hay una gran responsabilidad educativa anterior, el problema profundo de la desigualdad en Chile se vuelve obsceno.
-La desigualdad es el problema más grave de Chile y su gran error fue no perseverar con la educación preescolar. Si fallamos en la base, no tenemos mucho que hacer después. Chile está perdiendo talento. Nada menos. La diferencia entre ricos y pobres, a diferencia de lo que dice Piketty y otros, no viene desde la herencia. Herencia en el sentido de heredar empresas, una hacienda, etc. Eso pasaba en el siglo XVIII. Eso ya no pasa. Las diferencias de hoy son salariales. Hay un chaval que trabaja para un fondo de inversión y que gana US$2 millones en bonos, y otro que trabaja por US$500 al mes en una fábrica. Pero este chaval de la fábrica nunca habría podido llegar a trabajar al fondo de inversión. Nunca. Porque no tuvo la educación necesaria. ¡Chile produce gente con la mejor preparación del mundo! A Columbia entran sólo los mejores del mundo. El mejor chino, el mejor español, el mejor chileno, etc. Y hay muchos estudiantes chilenos. Yo fui a clases con José de Gregorio (triministro durante el gobierno de Ricardo Lagos) y le hice clases a Rodrigo Vergara (presidente del Banco Central). O sea gente top a nivel mundial. Por lo tanto, para esa gente el sistema ha funcionado. Pero el problema es que al lado de ellos, hay otros millones que no saben ni leer. Han ido doce años a la escuela y no les ha servido para nada. Y tenían la misma capacidad cerebral, pero nada se cultivó.