La debilidad del euro y el alto endeudamiento de Estados Unidos obligan a Pekín a convertir el Yuan en moneda mundial, más rápido de lo planificado, dice Frank Sieren.
Casi imperceptiblemente, el “renminbi”, como realmente se llama la moneda china, ha superado el valor del dólar canadiense y del australiano, convirtiéndose así en la quinta moneda más fuerte del mundo. Por delante del yuan solo están el yen japonés, la libra esterlina, el euro y el dólar estadounidense, según la Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication (SWIFT). Los bancos de todo el mundo ejecutan sus transacciones a través del SWIFT.
Sin embargo, solo el 2% de los pagos globales se hacen en yuanes. El 44% de los mismos se ejecutan en dólares estadounidenses. Si bien la diferencia es grande, los pagos en yuanes crecieron más del 100 por ciento en 2014, mientras los pagos en todas las demás monedas juntas subieron solo un 4 por ciento. Actualmente, los negocios chinos en todo el mundo son pagados en yuanes. Pero el mayor obstáculo para el yuan es que aún no se puede cotizar libremente. Su curso está sujeto al del dólar estadounidense, que le deja un muy estrecho margen de acción.
Si Pekín quiere que su moneda siga creciendo tan rápidamente, debe crear un entorno económico y financiero en el que el yuan se pueda liberar gradualmente.
La crisis financiera mundial de 2008/2009 hizo ver los beneficios de no depender de los caprichos de los mercados financieros internacionales. Tan probable es que el yuan no llegue a ser tan libre como el dólar estadounidense, como que se llegue a cotizar a la par con éste e incluso llegue a superarlo. Según el poder adquisitivo, China ya superó económicamente a Estados Unidos. Pero la comparación de la renta per cápita de China con la los Estados Unidos deja claro que el yuan todavía tiene un largo camino por recorrer. El PIB per cápita en China es de $ 6.800, mientras en EE.UU. alcanza los 53.000 dólares.
Pekín impulsa crecimiento del yuan. Desde 2009 el gobierno permite liquidar transacciones comerciales internacionales en renminbi. Además, el Banco Central Chino les permite a bancos extranjeros transacciones en yuanes, aunque bajo estricta vigilancia.
Desde julio de 2013 las sucursales chinas de empresas internacionales pueden transferir al extranjero sus ingresos en yuanes, en calidad de préstamos. Una estrategia que muchas empresas alemanas han aprovechado para aumentar su capital. Además, desde noviembre del año pasado, las empresas extranjeras pueden transferir dinero entre ellas y sus filiales en China, sin que las transacciones internacionales de capital estén sujetas a los controles habituales.
La incertidumbre favorece el yuan. Nueve bolsas de todo el mundo, entre ellas las de Londres y Frankfurt del Meno han obtenido una licencia china para erigir centros comerciales en yuanes. En contrapartida, inversionistas asiáticos tienen acceso directo a los mercados de capitales europeos. En el futuro, las empresas podrán facturar sus productos en yuanes en otras 11 ciudades del mundo.
China piensa establecer una zona de yuanes en Shanghai y otra más grande en toda Asia. La expansión del yuan es facilitada por la debilidad de las demás monedas. El dólar estadounidense pierde fortaleza porque las autoridades monetarias imprimen demasiados billetes verdes. Y China ha sido, durante años, el mayor acreedor de los estadounidenses. Por otra parte, el euro se debilita por las grandes contradicciones económicas entre los miembros de la eurozona. Así, es de suponer que estas dos monedas se van a debilitar más en los próximos años. Esto facilita el desarrollo del yuan. Una incertidumbre que obliga a China a apresurar el lanzamiento del yuan como moneda mundial, más temprano de lo previsto.