Mientras la crisis de deuda de Europa amenaza con poner el sistema financiero de Estados Unidos bajo presión nuevamente, las autoridades del país temen no poder acceder a las mismas herramientas para apuntalar la industria de US$2,6 billones del mercado monetario.
Washington. Cuando Lehman Brothers colapsó en el 2008 y destrozó la creencia de que los fondos en mercados monetarios estadounidenses nunca bajarían de un dólar por acción, Washington se apresuró a limitar los daños.
Pero mientras la crisis de deuda de Europa amenaza con poner el sistema financiero de Estados Unidos bajo presión nuevamente, las autoridades del país temen no poder acceder a las mismas herramientas para apuntalar la industria de US$ 2,6 billones del mercado monetario.
"Hemos hecho mucho para preparar al sector bancario", dijo el miércoles Jeffrey Lacker, presidente del Banco de la Reserva Federal de Richmond. "Estoy menos confiado sobre los fondos en mercados monetarios y su capacidad de enfrentar grandes problemas en instituciones europeas", indicó.
Funcionarios estadounidenses están alarmados por la profundización de la crisis de deuda europea.
Su extensión hacia Italia, la tercera mayor economía de la zona euro, inevitablemente llevaría al contagio en todo el Atlántico, en parte mediante las tenencias de los fondos de mercados monetarios en valores europeos.
Muchos inversores creen que los fondos monetarios son tan seguros como las cuentas bancarias de bajo rendimiento, pese a que se sabe que no están apoyados por el seguro federal que protege a los depósitos bancarios.
Durante el caos del 2008, decenas de fondos monetarios lucharon por mantener el dólar de valor por acción, pero sólo Reserve Primary Fund reportó un valor de activos neto por debajo de ese nivel.
Menos sabido pero más preocupante para los funcionarios estadounidenses, los fondos monetarios no pueden contar con las medidas de protección que fueron creadas para ayudarlos en el 2008.
El Departamento del Tesoro no puede repetir el programa de garantías bajo los términos del rescate del 2008 al sistema bancario estadounidense.
El Congreso, que aceptó renuentemente el rescate, prohibió renovar el programa porque entregaba una falsa sensación de seguridad a los inversores, que podrían esperar una protección gubernamental nuevamente en el futuro.