Lisa Schineller, economista jefe de S&P para América Latina, dijo que las autoridades brasileñas parecen comprometidas con los tres pilares de la economía durante la última década: tasa de cambio flotante, superávit presupuestal primario y metas de inflación.
Brasilia. La calificación del crédito de Brasil no está amenazada aunque el Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff se vuelva menos estricto con las políticas económicas "trípode" del país, dijo una analista de Standard & Poor's.
Lisa Schineller, economista jefe de S&P para América Latina, dijo que las autoridades brasileñas parecen comprometidas con los tres pilares de la economía durante la última década: tasa de cambio flotante, superávit presupuestal primario y metas de inflación.
Tras casi dos años con Rousseff en el poder, los inversores han cuestionado el compromiso de las autoridades con esas tres políticas, consideradas las claves de la transformación de Brasil en una estrella entre las potencias emergentes.
"Nuestra visión es que todos esos elementos están todavía ahí, quizás están evolucionando, pero los principios básicos están ahí y eso es crucial para el rendimiento económico y las calificaciones", dijo Schineller en una entrevista telefónica en la noche del miércoles durante una visita a Brasil.
S&P elevó a fines del año pasado la calificación de la deuda soberana de Brasil en un nivel hasta "BBB", un voto de confianza en la economía brasileña en momentos en que la crisis de deuda europea estremecía la economía global.
Y la previsión para el país es de una calificación estable, dijo Schineller.
Funcionarios brasileños están volviéndose más tolerantes con una inflación elevada y también a la hora de intervenir en el mercado de divisas para ayudar a la economía, que lleva un año prácticamente estancada.
Eso era impensable hace apenas una década, cuando la estrategia del "trípode" era considerada una receta indispensable para evitar que la nación cayera en una nueva crisis.
"Hoy la historia es diferente en Brasil en comparación con 10 años atrás, cuando habían componentes muy diferentes, menos credibilidad y un marco general menos estable", dijo Schineller.
El frenazo de la economía está amenazando la meta de superávit primario de Brasil, un indicador de la capacidad del país de pagar sus deudas seguido muy de cerca por los inversores. La crisis global y el débil comportamiento de la industria podrían hacer que Brasil crezca apenas 1,6% este año, contra un 7,5% en el 2010.
Algunos funcionarios del Gobierno admiten, en privado, dudas sobre la capacidad de lograr la meta de superávit primario de 139.800 millones de reales (US$69.010) este año, o un 3,1% de la economía, a medida que una rápida caída de la recaudación tributaria golpea las cuentas públicas.
Hay quienes piensan incluso en reducir la meta para el próximo años, una decisión que podría inquietar a los mercados.
Schineller, sin embargo, no está alarmada por un menor superávit. La economista dijo que la menor carga de deuda del país da al Gobierno suficiente margen de maniobra para reducir la meta sin afectar sus finanzas.
"¿Hay cierto margen para pensar en ajustes en (la meta de superávit) primario? Probablemente. ¿Significa eso que podrían haber implicaciones de calificaciones positivas o negativas? No necesariamente", dijo.
Schineller advirtió que un recorte significativo en la meta podría ser peligroso, especialmente si el colchón fiscal es usado para financiar gastos extraordinarios del Gobierno en lugar de invertir en áreas cruciales como infraestructura.
Rousseff ha dado incentivos fiscales permanentes a decenas de industrias y entregado miles de millones de reales en créditos subsidiados para enfrentar una de las mayores trabas al crecimiento de Brasil: sus estratosféricos costos de hacer negocios.
La presidenta intenta además captar US$66.000 millones en inversiones privadas para mejorar las dilapidadas carretas y vías de ferrocarril del país.
Algunos analistas temen que la agresiva campaña de Rousseff por retomar un crecimiento anual de al menos un 4% podrían acabar empujando la inflación más allá de la meta anual de 4,5%, más menos dos puntos porcentuales.
Schineller dijo que Rousseff no parece dispuesta a permitirlo en un país aún traumatizado por la hiperinflación de las décadas de 1980 y 1990.
Aunque el banco central sorprendió a muchos al reconocer que podría demorar hasta dos años en devolver la inflación al centro de la meta oficial, no pronostica un aumento de los precios al consumo más allá del techo previsto. La inflación anualizada fue de 5,27% en agosto.
(1 dólar = 2,0259 reales)