Ecuador y China entran a un nuevo ciclo de relaciones comerciales. Desde este 1° de mayo de 2024, el gigante asiático y la pequeña nación sudamericana empiezan con la implementación del Tratado de Libre Comercio (TLC), con un enfoque en la “cooperación económica y la cooperación bilateral”.
La esperanza de implementar la liberalización del comercio y fomentar la inversión, además de facilitar el desarrollo económico y social, es una de las esperanzas de un Ecuador golpeado por una crisis en sus arcas fiscales y con altos índices de violencia.
En este marco de evidente inestabilidad política, el acuerdo fue recibido con críticas por parte de varios sectores de la sociedad ecuatoriana, con evidentes implicaciones en el ámbito mediático.
En efecto, los medios de comunicación han tenido una influencia significativa en la formación de la opinión pública en torno a este acuerdo comercial.
De 89 artículos publicados en portales digitales de medios locales e internacionales entre el 15 de febrero de 2024 (cuando la Asamblea Nacional ratificó el acuerdo) y el 30 de abril de 2024 (un día antes de la entrada en vigencia del mismo), al menos el 32% de estos incluyeron los términos “temor”, “desigualdad” y “preocupación” al momento de referirse al TLC Ecuador-China. Las acciones de protección de las economías locales ecuatorianas y el cuidado del ambiente han sido dos de los temas más recurrentes entre los expertos invitados a participar en los diálogos periodísticos en español.
Es innegable que la apertura del acuerdo comercial chino con una nación latinoamericana refleja su intención de buscar aliados no occidentales para diversificar su economía en respuesta a la globalización y la creciente multipolaridad.
En los últimos años, China ha mostrado un creciente interés en América Latina, especialmente en el comercio y las inversiones, con iniciativas enfocadas en financiamiento a los gobiernos de esta región y el intercambio tecnológico, entre otros ámbitos. Esto, a su vez, es la muestra del aumento general de la presencia de China en un sistema internacional que reclama mayor financiamiento poscovid y rutas comerciales para apaliar los efectos de las crisis económico-sanitarias.
En esta línea, tan solo en el caso Ecuador-China se estima que habrá la eliminación gradual de aranceles para el 99,6% las exportaciones del país sudamericano en un decenio.
Resulta incuestionable que la interpretación mediática de la política internacional moldea la opinión pública.
En el caso de este acuerdo, hay dos sectores sobre los cuales está girando la producción de contenido periodístico: automotriz y plásticos. Por una parte, los medios han hecho eco del impacto que tendrá este TLC en la reducción en los costos de venta de los autos chinos, que en marzo de 2024 lideraron el mercado ecuatoriano con 4.760 vehículos vendidos (el 36% del total de ventas en este mes).
Pero del otro lado, el plástico es otra de las cuestiones abordadas en este proceso comercial. Un mes antes de la ratificación del acuerdo, varios medios ecuatorianos resaltaron el hecho de que este instrumento podría ser la excusa para la importación de desechos. A pesar de ello, desde la fecha de ratificación del mismo hasta el 30 de abril, este tema pasó a un segundo plano, poniendo énfasis en la disminución de los precios de autos y las posibles ventajas para el sector agropecuario ecuatoriano.
Uno de los temas pendientes en la cobertura de este acuerdo es el intercambio cultural entre ambas naciones. China no solamente es un mercado de 1,4 mil millones de habitantes donde es posible comercializar nuevos productos ecuatorianos.
El gigante asiático también tiene un soft power que ha quedado claramente expuesto en su libro blanco titulado ‘Una comunidad global de futuro compartido: Propuestas y acciones de China’ (septiembre de 2023). En este especifica la necesidad de aumentar los intercambios entre las distintas naciones para fomentar la inclusión y el respeto a las diferencias. En otras palabras, en su modelo de integración es imposible pensar que lo comercial no vaya de la mano de lo cultural.
En este preciso momento, sostener si hay una imagen positiva o negativa del Acuerdo China-Ecuador en los medios de comunicación resulta complejo por los detalles técnico-económicos en los cuales se ha centrado la discusión periodística. Por ahora, el gobierno ha desarrollado una intensa agenda para dar a conocer los puntos clave para esta primera fase de implementación de este instrumento.
Aquí surge la pregunta sobre hasta qué punto los periodistas pueden dejar de lado sus valores y creencias a la hora de informar sobre el tema, considerando aspectos como, por ejemplo, si los intereses ecuatorianos pueden equilibrarse con los intereses chinos.
Las acusaciones de que el acuerdo es una venta masiva de recursos naturales e intereses políticos y económicos estratégicos han sido especialmente comunes en los meses previos a la entrada en vigencia del tratado, pero también crece el interés por la reducción de precios en ámbitos como el transporte y la tecnología, dos sectores de suma importancia al momento de medir el crecimiento de los pueblos.