El foco debe estar en la búsqueda de un equilibrio entre las promesas de fortalecer las políticas sociales y la cuestión fiscal, para evitar un aumento de la deuda pública, señalaron expertos. El nuevo equipo económico liderado por Fernando Haddad, de tendencia "desarrollista", sustituirá al equipo saliente del ministro Paulo Guedes.
La economía brasileña tendrá en 2023, en el inicio del nuevo gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, un año de grandes desafíos marcados por las incertidumbres en el escenario internacional, la necesidad de mantener la inflación bajo control y dar continuidad a la recuperación del crecimiento económico, coincidieron especialistas.
El foco debe estar en la búsqueda de un equilibrio entre las promesas de fortalecer las políticas sociales y la cuestión fiscal, para evitar un aumento de la deuda pública, señalaron los expertos consultados por Xinhua sobre el desempeño de la mayor economía de América Latina para el próximo año, cuando un nuevo equipo económico liderado por Fernando Haddad, de tendencia "desarrollista", sustituirá al equipo saliente del ministro Paulo Guedes.
Para Roberto de Goes Ellery Junior, profesor de Economía de la Universidad de Brasilia, la actividad económica de 2022 se benefició de políticas de estímulo vinculadas a la tentativa de reelección del presidente Jair Bolsonaro, derrotado por Lula da Silva en las elecciones de octubre.
"Viendo los números de 2022 hay un resultado interesante, un buen crecimiento dentro de los padrones brasileños, y una inflación alta pero menor que la de otros países, como en Estados Unidos y Europa, por ejemplo", dijo.
"Mi evaluación es que fue un año aparentemente bueno pero que puede tener un costo alto más adelante, como ya ocurrió otras veces en la historia brasileña. El resultado fiscal con aumento de la recaudación lo veo con preocupación, porque buena parte es resultado de inflación", afirmó.
"En 2022 tuvimos números positivos debido a políticas de corto plazo, y en 2023 debemos pagar la cuenta de esas políticas, con el nuevo gobierno intentando cumplir las promesas de campaña", señaló.
Los efectos de ese aumento de los gastos, al mismo tiempo, pueden traer problemas "porque a nadie le gustan tasas de interés altas, ni la inflación, ni la desvalorización del cambio".
"Mi lectura es que 2023 va a ser un año complicado, tanto del punto de vista de la economía como de la política. El gobierno va a precisar mucha habilidad para superar las dificultades y entregar buenos resultados, y atender a las necesidades de la sociedad", apuntó.
Por su parte, Luis Antonio Paulino, profesor de Economía de la Universidad Estatal Paulista, consideró que el ritmo de crecimiento brasileño, bastante positivo en 2022, debe ser impactado el año próximo por las incertidumbres en el escenario internacional.
"En 2022, el crecimiento de Brasil debe ser del 2,8%, por encima de la media de los países desarrollados, pero por debajo de la media mundial y de los países emergentes", indicó.
"Lo que sostuvo el crecimiento económico en 2022, a pesar de los problemas, fue la recuperación de las actividades pospandémicas, especialmente en el sector servicios, a medida que se suavizaban las restricciones impuestas por la pandemia de la COVID-19", agregó.
En su opinión, las perspectivas para 2023 apuntan a un crecimiento de 1 por ciento de la economía brasileña.
"En el sector manufacturero, la reconstitución de las existencias por parte de la industria también está contribuyendo a sostener la actividad económica del sector. Pero es poco probable que estos factores positivos sigan operando en 2023, lo que hace que todas las proyecciones para 2023 sean peores que las de 2022", afirmó.
El economista Sergio Rosa, especialista en Políticas Públicas y Gestión Gubernamental del Gobierno Federal, apuntó que la economía brasileña experimentó desde 2016 fuertes cambios resultantes de políticas de corte neoliberal.
"Se produjo una desorganización de la producción económica, con una evidente falta de coordinación de las actividades, con repercusiones directas en los resultados, especialmente los derivados de las políticas sociales de renta básica para la población más necesitada", subrayó.
Todo esto, añadió, se vio amplificado después por la pandemia de la COVID-19 y el conflicto en Ucrania.
"El balance del desempeño de la economía brasileña en los últimos seis años es de reestructuración, acompañada de una desorganización de la producción y del sistema de crédito, debido principalmente a las nuevas tecnologías bancarias", apuntó.
El regreso del Partido de los Trabajadores (PT) al poder abre la posibilidad de políticas de mayor coordinación e integración productiva.
"Las perspectivas con el gobierno Lula son muy favorables para dotar al Estado brasileño de un fuerte 'enforcement' (ejecución) de las leyes, asociado a un aumento de su capacidad de coordinar la producción con las políticas sociales y de integrarse ventajosamente en la nueva matriz de cadenas globales de valor agregado", consideró.