El 2022 fue un annus horribilis para los mercados financieros. La cartera tradicional de 60% de renta variable y 40% de bonos sufrió más de lo habitual y rindió entre el -20% y el -15%. Esto es excepcional, ya que desde 1901 ha ofrecido entre un 0% y un 20% en promedio. En cuanto a las clases de activos, no hizo diferencia en cuál se invirtió: casi todas acabaron el año en terreno negativo, dice un reporte de Julius Baer.
En el mercado durante 2022, casi todos los activos perdieron valor simultáneamente, algo que rara vez ocurre. Además, el año mostró una segunda peculiaridad: la confluencia económica con la que tuvieron que lidiar los mercados financieros. Tras el reajuste de las valuaciones, prevemos un mayor enfriamiento del crecimiento y de la inflación en 2023.
Así lo afirma el reporte Guía de Inversión: perspectivas de mercado 2023, del banco suizo Julius Baer, redactado por Yves Bonzon, Group Chief Investment Officer y Christian Gattiker, Head of Research de la entidad.
Y es que El 2022 fue un annus horribilis para los mercados financieros. La cartera tradicional de 60% de renta variable y 40% de bonos sufrió más de lo habitual y
rindió entre el -20% y el -15%. Esto es excepcional, ya que desde 1901 ha ofrecido entre un 0% y un 20% en promedio. En cuanto a las clases de activos, no
hizo diferencia en cuál se invirtió: casi todas acabaron el año en terreno negativo.
En medio de los acontecimientos geopolíticos y meteorológicos, las acciones de gas y petróleo ofrecieron algo de consuelo a los inversionistas, mientras que los bonos con tasa variable compensaron en parte a los inversionistas en renta fija gracias al alza de las tasas de interés en todo el mundo.
Respecto al panorama económico, es probable que en 2023 se enfríen las tendencias recientes, pues se espera que las tasas de crecimiento e inflación se desaceleren cuando la normalización de la política monetaria tenga efecto y las restricciones derivadas de la pandemia se flexibilicen. No obstante, las sólidas tendencias de empleo y la divergencia entre las dinámicas regionales deberían evitar una recesión mundial. Los riesgos para el suministro energético en Europa se han mitigado considerablemente, pero la inquietud puede persistir por un tiempo.
Para la renta fija, el fin de la represión financiera significa que los activos de renta fija en todo el espectro de calificaciones vuelven a ofrecer rendimientos reales positivos. Nos parece, por tanto, un buen momento para eliminar una parte del riesgo crediticio y aumentar el de duración. En cuanto a la deuda de los mercados emergentes, varios factores han mejorado, lo que permite volver de forma gradual a los bonos de calidad de estos mercados. En algún momento del año, el equilibrio entre el riesgo y la rentabilidad podría plantear la posibilidad de optar nuevamente por franjas de mayor riesgo crediticio. También podrían surgir oportunidades interesantes en determinados bonos con calificación BB.
En renta variable, prevemos que el crecimiento mundial se desacelere y la inflación caiga en 2023.
"Por ello, en renta variable nos decantamos a principios de año por las acciones defensivas de calidad, sobre todo de EE. UU. A lo largo del año, será conveniente adoptar una postura más global y cíclica para posicionarse bien y beneficiarse de una posible recuperación en 2023 y de cara a 2024. El año 2023 podría presentar dos entornos de mercado bien distintos, lo que requeriría un clásico reposicionamiento en renta variable", afirma el reporte, de 40 páginas.