Frente a problemas compartidos es importante pensar en soluciones comunes. En los últimos años, los países latinoamericanos hemos pasado por los mismos desafíos: la crisis sanitaria del COVID-19, el impacto económico de la guerra entre Rusia y Ucrania, la inflación, entre otros. Esto, además de graves problemas como el decaimiento de la calidad de los servicios públicos de primera necesidad, constante inestabilidad política acompañada de un marcado debilitamiento institucional y, en general, las dificultades que nuestros ciudadanos deben enfrentar en el día a día.
Y es que a pesar de que nuestras economías han mostrado relativa resiliencia frente a los ‘shocks’ mencionados, desde hace mucho se requieren medidas de fondo para ofrecer soluciones en las áreas más esenciales. Esto es, procurar el bienestar de las personas a través del acceso a servicios elementales como la salud, la educación y una buena alimentación.
Hablamos de áreas que sin duda se han visto afectadas por las múltiples crisis que hemos tenido que encarar (las cifras de pobreza de la región aún no llegan a niveles prepandemia, y alzanzan al 32.1% de la población, según las Naciones Unidas), pero que representaban tareas pendientes incluso en tiempos de mayor bienestar económico.
Por ejemplo, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en el 2021 Latinoamérica y el Caribe registraron la mayor pérdida de esperanza de vida a nivel mundial, reduciéndose de 75,1 años (2019) a 72,2 en el 2021. Situación muy parecida ocurre con el acceso a la educación. De acuerdo con un informe del Banco Mundial y Unicef, en colaboración con la Unesco, en América Latina y el Caribe cuatro de cada cinco estudiantes de sexto grado tienen problemas para leer y entender un texto simple, un dato que delata el efecto de los dos años fuera de las aulas presenciales. Y en cuanto a la alimentación, el Panorama Regional de la Seguridad Alimentaria y Nutricional reveló que 56,5 millones de personas en la región se vieron afectadas por el hambre, un incremento de 13,2 millones desde la pandemia.
De más está decir, entonces, que en América Latina debemos resolver con urgencia estos problemas y apuntar a mejorar la calidad de vida y el bienestar de todos nuestros habitantes. Y, en el empeño por encontrar soluciones compartidas o cuando menos compatibles entre nuestros países, es importante no perder de vista que como ciudadanos podemos y debemos actuar.
Para conseguir cambios, todos debemos proponernos ser el cambio. Es una responsabilidad que incluye a nuestros gobernantes, a nuestras empresas, a nuestras instituciones académicas y a todos los individuos. Es un trabajo conjunto que debiera también eclipsar las fronteras entre nuestras naciones dejando de lado preferencias ideologicas o políticas.
Creo que todo puede partir de acciones tan sencillas como difundir ideas innovadoras, con capacidad de impactar nuestros entornos y comunidades. Con esta premisa como inspiración es que nace Voces (vocescredicorp.com), proyecto con el que queremos identificar y ayudar a difundir grandes ideas de los jóvenes latinoamericanos para conseguir el desarrollo de nuestra región a través del poder aún no explotado de las herramientas digitales. Un punto de partida respecto de una tarea enorme que debe comprometernos a todos, pero que pone a los jóvenes al centro. Es que el futuro ya está en sus manos y debemos escucharlos para que puedan empezar a encaminarlo con el norte puesto en -tal y como señala nuestro propósito en Credicorp- contribuir a mejorar vidas acelerando los cambios que nuestros países necesitan.
Por todo lo anterior, animo a todos los jóvenes de Perú, Colombia, Chile, Panamá y Bolivia a ser el cambio y postular sus ideas innovadoras en vocescredicorp.com.