El presidente de Brasil, Lula da Silva, confirmó la semana pasada que Belém do Pará, la ciudad amazónica afectada por la abundancia de vertederos ilegales, será la sede de la COP30. El evento global se organiza en medio de un reimpulso a las políticas ambientalistas por los nuevos gobiernos progresistas de la región.
Es oficial. La COP regresará a América Latina tras una década de ausencia. Este último viernes, la ONU confirmó la organización de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2025 en la ciudad amazónica de Belém do Pará, Brasil. Lula da Silva, mandatario del gigante sudamericano, anunció la noticia en un video publicado a través de su cuenta de Twitter.
El ex sindicalista aprovechó la ocasión para justificar la elección de Belém como sede. “He participado en la COP en Egipto, en París, en Copenhague y solo se habla de la Amazonía. Así que, ¿por qué no celebrar la COP en la Amazonía para que (la gente) pueda conocerla, ver sus bosques, su fauna?”, expresó Lula, quien en la última edición de la COP, organizada el año pasado en Egipto, solicitó a la ONU que Brasil sea la sede de la COP30.
Y es que desde 2014, ningún país latinoamericano había albergado al evento líder en la conservación medioambiental. La última vez que esto sucedió fue la COP20, organizada en Lima, Perú. Por aquel entonces, si bien se impulsó la agenda climática interna, la edición fue criticada por promover consensos mínimos para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero.
Posteriormente, Brasil iba a organizar la COP de 2019. Sin embargo, la llegada al poder de Jair Bolsonaro paralizó los preparativos, debido a su política a favor de la explotación de la Amazonía, en detrimento de su conservación. Bolsonaro decidió pasarle la organización al gobierno chileno de Sebastián Piñera; no obstante, en octubre de 2019 estallaron las protestas sociales. Y entonces, la agitación pública obligó a suspender nuevamente la COP.
Una Latinoamérica más progresista y preocupada por el medio ambiente
La COP30 se llevará a cabo en un escenario marcado por la predominancia de gobiernos de izquierda progresista en América Latina. Estos regímenes suelen promover una agenda ambientalista. Por ejemplo, a mediados de mayo, el gobierno de Lula da Silva (Brasil) rechazó el pedido de Petrobras para realizar perforaciones exploratorias en la desembocadura del río Amazonas. Aún más lejos llegó en septiembre de 2022 el presidente colombiano Gustavo Petro, quien en su primer discurso frente a la Asamblea de las Naciones Unidas, comparó el uso del petróleo con el tráfico de cocaína. En otras ocasiones, Petro ha manifestado su interés de aprovechar la Amazonía como fuente de “energías limpias” como la solar o hidráulica.
Aunque evidentemente, los discursos pueden encontrarse a una larga distancia de la realidad. Para contar con una perspectiva más amplia, AméricaEconomía conversó con Margarita Ducci, directora ejecutiva de Red Pacto Global Chile, sobre las implicancias que tendría la COP30 para la región.
Ducci declaró que el cambio climático representa una amenaza preocupante y ya es uno más de los desafíos compartidos por los países latinoamericanos como la pobreza y la migración.
En ese sentido, la directora considera que la COP30 representaría un espacio propicio para abordar estos desafíos en conjunto, fortaleciendo el diálogo político y económico regional. Esto brindaría a la larga, un mayor desarrollo sostenible. “En toda COP, el compromiso del país y de la región anfitriona, es especialmente observado, y los objetivos medioambientales a presentar frente al resto del mundo, con mayor razón, deben ser ambiciosos”, añadió Ducci.
El balance preocupante de la última COP
La última COP, celebrada en la ciudad egipcia de Sharm el-Sheij en noviembre de 2022, estuvo marcada por el reconocimiento de diversos problemas que revelan escasos progresos en materia medioambiental. Por ejemplo, la cumbre registró que existe una dependencia global del 80% hacia los combustibles fósiles. Los países involucrados tampoco lograron acordar una eliminación progresiva de estas fuentes energéticas. En la misma línea, resaltó la presión de 636 grupos empresariales afiliados a la industria de hidrocarburos como BP, Shell y Total.
Por otro lado, la elección de la ciudad de Belém do Pará como sede de la COP30 no es casual. Su ubicación estratégica cercana al delta del río Amazonas representa solo la razón más superficial. Pues en décadas recientes, la metrópolis amazónica fue tristemente célebre por albergar el vertedero de Aurá, uno de los más grandes de Brasil.
Según EJAtlas, entre 1990 y 2015, Aurá recibía hasta 1.800 toneladas de desechos por día. Mientras que en su última década de existencia, no hubo tratamiento o recolección de residuos selectivos. Asimismo, se detectó humo cancerígeno en el aire de la ciudad, debido a la quema masiva de residuos orgánicos. Y si bien, las autoridades locales acordaron un cierre oficial para el vertedero en 2015, tres años después, Belém aún contaba con 500 sitios irregulares para vertidos de desechos.
Aunque faltan dos años para la realización de este evento, se espera que la COP30 sea una oportunidad para abordar esta problemática que afecta el cuidado medioambiental, así como la calidad de vida de las poblaciones locales.