El también guionista y dramaturgo nació en Buenos Aires en 1939; publicó, entre otros libros, "La novia de Odessa", "El pase del testigo", "Museo del chisme", "Tres fronteras", "Dinero para fantasmas" y "Lejos de dónde". Su film, "La guerra de un solo hombre", está basado en los diarios del escritor alemán Ernst Junger.
En "Vudú urbano", el escritor y cineasta Edgardo Cozarinsky consigue articular una novela fragmentaria y reflexiva que con su aparición –a mediados de los ochenta– abría un campo de experimentación quizás a pesar suyo, así también como una manera de atravesar y pensar los lugares que componen una ciudad y sus variaciones étnicas y políticas.
El libro, publicado ahora en la colección del recienvenido que dirige Ricardo Piglia en la editorial Fondo de Cultura Económica, conoció una primera edición en las páginas de la editorial Seix Barral, cuando su autor estaba afincado en Europa.
Cozarinsky nació en Buenos Aires en 1939; también guionista y dramaturgo, publicó, entre otros libros, "La novia de Odessa", "El pase del testigo", "Museo del chisme", "Tres fronteras", "Dinero para fantasmas" y "Lejos de dónde". Su film, "La guerra de un solo hombre", está basado en los diarios del escritor alemán Ernst Junger.
- "Vudú urbano" es la primera novela suya que recuerdo. Incluso recuerdo el texto de Susan Sontag que acompañaba aquella edición. ¿Cómo lee hoy usted aquel libro?
- Una aclaración. Puede leerse el libro como novela pero no lo es para mí. Al contrario: reivindico su carácter fragmentario. Un relato de cierta extensión y una conversación entre textos breves, las tarjetas postales y las citas que dialogan con ellos.
¿Cómo lo veo hoy? Lo releí superficialmente porque Ricardo Piglia lo incluyó generosamente en su colección del reciénvenido de Fondo de Cultura y le consagró un prólogo que me honra. En el libro me encontré con el que yo era hace casi cuarenta años. Me reconocí en algunas cosas, en otras sentí la diferencia con el que hoy soy. No tuve tentación alguna de corregir o reescribir. Lo hecho, hecho queda.
- ¿Qué recuerda, si puede decirse así, de la transición del cine a la literatura, o bien, cómo es trabajar en ambos registros?
- No hubo transición. Siempre me sentí escritor, pero maniatado mucho tiempo por el miedo de enfrentar el juicio público. Hoy diría que soy un escritor que hace cine. Hay ejemplos ilustres, todos ellos más escritores que cineastas: Duras, Kluge, Pasolini. No comparo mi obra, cito la experiencia.
- "Vudú urbano" es una novela que cierta crítica podía pensar como posmoderna. ¿Qué le sugiere ese adjetivo respecto de su libro?
- Nunca entendí qué era lo posmoderno. Yo siempre me he sentido un escritor·inactual, lejos de lo que se usa por los temas y el lenguaje. Y si alguna sensatez he tenido en mi vida es la de no intentar ponerme a la moda.
- ¿Era posible esa narración bajo otro formato?
- Si por otro formato piensas en el cine, yo me he ido orientando hacia formas no narrativas, o por lo menos no lineales. Formas que practican la digresión y el ensamblaje. En esto acaso pueda advertirse un parentesco. Pero no creo en la adaptación. Cada experiencia tiene que ser única si ha de tener algún interés.
- Las postales son un hallazgo. La ficción biográfica, también. Luego, creo que volvió a soportes más clásicos, al menos en algunos casos. ¿Puede contar algo de esos procesos?
- Es algo que ven mejor desde afuera. Uno avanza en la oscuridad, tratando de hacer lo que le gusta y de hacerlo lo mejor posible. Aunque este mejor posible resulte discutible.
- ¿En qué está trabajando actualmente?
- Estoy, como siempre, trabajando en una nueva novela y en un libro de fragmentos. No tienen fecha de publicación, ni siquiera sé cuándo me parecerán terminados. Lo inmediato es la aparición en Chile, en este mes de abril, de una antología de mis ensayos y crónicas con el título "Disparos en la oscuridad" y la reedición en Buenos Aires, en mayo, de mi novela "El rufián moldavo".
* Fotografía principal blog.eternacadencia.com.ar