Por Claudio Muruzábal, presidente de SAP Latinoamérica y el Caribe.
No hay camino más simple para acceder a una mejor calidad de vida, a mejores posiciones laborales y a la igualdad de oportunidades que a través de una buena educación. El desarrollo y el crecimiento económico de los países dependen en gran medida de esto.
La región vive un interesante despertar en este sentido. La Fundación Santillana afirma que este año los países latinoamericanos invirtieron un promedio del 5,2% de su PBI en iniciativas relacionadas con educación para sus habitantes y superaron por primera vez en la historia el promedio mundial, que llegó a 4,1%.
Sin embargo, a pesar de la feliz mejora y del creciente compromiso en esta materia, la situación está lejos de ser color de rosa. Un estudio realizado por SAP hace algunos meses demostró la falta de interés de los jóvenes latinoamericanos para estudiar carreras relacionadas con nuevas tecnologías, ante la falta de dinamismo de los centros educativos para renovar sus programas y la gran diferencia entre sus planes académicos y la realidad empresarial en el mercado. En ese mismo informe quedó demostrado que una gran cantidad de profesores universitarios carece de la experiencia profesional adecuada y no están actualizados en las nuevas tecnologías.
Es, entonces, el momento ideal para establecer una articulación entre gobiernos, el sistema educativo de los diferentes países y empresas del sector privado para, en conjunto y a partir de la visión absoluta que comprende la combinación de estas tres fuerzas, mejorar la calidad de los contenidos que se entregan a los estudiantes, a partir de la incorporación de temáticas acordes con las necesidades de las empresas de hoy y del futuro. En un mercado cada vez competitivo, para un estudiante es clave contar con las habilidades y los saberes para sobresalir.
También podrían aprovecharse las sinergias de los tres sectores –público, privado y educativo- para capitalizar uno de los principales tesoros de Latinoamérica: su capacidad para generar emprendimiento e innovación. Según un estudio del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), esta es la región con la tasa de emprendimientos más alta del mundo, con 17%, frente al promedio de los países desarrollados, que apenas llega a 6%. Este indicador comprende el número de emprendedores sobre la población entre 18 y 65 años.
Hay que pensar la educación como un terreno fértil sobre el que aún no se ha volcado ninguna semilla: cuanto más inteligente sea la siembra, más próspera será la cosecha.