Por Pablo Martín de Holan, director del Programa para el Emprendimiento Global en EMLYON Business School.
No hay escuela de negocios que no se enorgullezca de su programa de fomento de la actividad emprendedora. Algunas, inclusive, utilizan el "entrepreneurship" como una manera de obtener ventaja competitiva y diferenciarse de las demás. Esta opción académica, limitada a unos pocos estudiantes hasta hace casi nada, se está convirtiendo en una alternativa válida para estudiantes y gerentes, y muchas empresas insisten para que sus empleados sean capaces de emprender e innovar por encima de sus tareas habituales. Esto lleva a mucha gente a preguntarse lo que una escuela de negocios puede hacer para fomentar la mentalidad emprendedora, y, por consiguiente, a interrogarse sobre si es posible enseñarla.
Las escuelas de negocios no pueden hacer milagros, y está claro que no convierten el plomo en oro: si alguien no quiere emprender o entender lo que el entrepreneurship (emprendimiento) puede hacer por él, de nada servirá la mejor escuela del mundo. Habiendo dicho esto, las escuelas suelen ser muy buenas enseñando gestión emprendedora simplemente porque esta actividad, como tantas otras, está al alcance de casi todo el mundo y puede ser desarrollada satisfactoriamente con un método adecuado.
Contrariamente a lo que algunos creen, el proceso emprendedor tiene un momento de creatividad, y otro, mucho más largo e importante, dónde el rigor son mucho más relevantes. Tener una idea emprendedora es difícil, pero es mucho más difícil llevarla buen puerto. Piense en el canto: nadie podrá enseñarle a Usted a ser Pavarotti o Susan Boyle, pero con práctica adecuada Usted cantará mucho mejor de lo que lo hace ahora, y si persevera con ahínco hasta terminará cantando bien, independientemente del nivel de inicio. El talento innato es sin duda muy importante, pero el trabajo con tesón contribuye a mejoras significativas. Fuera de ello, las escuelas de negocios proporcionan también redes de apoyo que permiten al emprendedor aprender de los otros, compartir sus inquietudes y recibir apoyo de sus profesores y sobre todo de otros emprendedores.
Esto es así por dos motivos básicos. En primer lugar porque la actividad emprendedora no se limita exclusivamente a crear una empresa, ni a sectores de alta tecnología: ser emprendedor es simplemente detectar y saber aprovechar oportunidades, típicamente económicas pero también sociales y políticas: ser emprendedor es querer hacer las cosas diferentes y mejores. Así definida, queda claro que la actividad emprendedora es parte de la esencia del ser humano y se manifiesta en todos los ámbitos de nuestra vida. Por otra parte, porque la actividad emprendedora tiene dos vertientes diferentes, una de las cuales puede ser mejorada con la aplicación de técnicas simples, aumentando la probabilidad de tener éxito.
Vayamos por partes. Toda iniciativa emprendedora tiene dos lados. Uno de ellos es el contenido de la idea, es decir, el tipo de actividad deseada y su contexto social y económico. Esto es trabajo del emprendedor: ninguna escuela de negocios podrá darle ideas de negocios, y aunque lo hiciera, las mejores suelen ser las que crea el emprendedor y su equipo. El otro, sin embargo, tiene que ver con el proceso emprendedor; es decir, con la secuencia de pasos que es necesario dar para pasar de una idea “cruda” a un negocio floreciente.
Hay muchas maneras de aumentar la probabilidad de éxito de una iniciativa emprendedora. Una de ellas es elegir una buena oportunidad, por supuesto. Pero la otra, mucho menos aplicada, es simplemente evitar cometer costosos errores, tanto más costosos que irreversibles, y para ello nada mejor que aprender de los errores de los otros. Es cierto que cada idea emprendedora es única, pero es importante recordar que los errores cometidos por emprendedores novatos suelen ser previsibles, y que si algo es previsible es posible anticiparlo. Las escuelas de negocios que se interesan al "entrepreneurship" suelen ser muy buenas ayudando a los emprendedores a desarrollar sus proyectos, y, sobre todo, a hacerles entender que la realidad es mucho más compleja de lo que se puede planificar y que desarrollar su idea utilizando metodologías modernas (con opciones reales, usando métodos ágiles, etc) suele ser una excelente idea.
Esta transformación hacia el "entrepreneurship" no está limitada a las escuelas de negocios. Las empresas, por ejemplo, piden cada vez más de sus empleados, y una de las cosas que piden es la capacidad de innovar, es decir, de detectar y aprovechar oportunidades. Una sólida formación en gestión emprendedora permite añadir una habilidad muy valiosa en el mercado laboral de nuestros días.
La gestión emprendedora no es una materia más en una lista de cursos académicos, y por ello las mejores escuelas de negocios son aquellas que enseñan a sus alumnos, jóvenes y gerentes senior por igual, a mejorar la posición estratégica de la organización para la que trabajan, pero también a encontrar nuevas posiciones estratégicas. Esto se logra por medio de la innovación, y para llegar a ella nada mejor que tener desarrollada su veta emprendedora. La gestión emprendedora es una habilidad imprescindible en el mundo en que nos tocó vivir, y los estudiantes y las empresas hacen bien en reclamarla: el mundo del futuro está sin hacer, y los emprendedores contribuirán de manera significativa a hacerlo.
En resumen, no sólo es posible desarrollar sus talentos de emprendedor e innovador: es, además, una excelente idea. Hacerlo en una escuela de negocios permite beneficiarse de una gran cantidad de conocimientos previos que ayudan al emprendedor a mejorar la calidad de su idea, pero también a mejorar la calidad de la ejecución y aumentar su probabilidad de éxito, sobre todo al evitar los errores más comunes que llevan a catástrofes previsibles. Las escuelas de negocios han comenzado a formar emprendedores e innovadores, y eso es una buena noticia para ellos, pero también para nuestras economías y, sobre todo, para ayudar a resolver los innumerables problemas económicos, políticos y sociales que nos aquejan.