Desde 2009 la Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos (FDA) ha recibido más de 350.000 reportes de incidentes. Las pacientes piden más transparencia y datos.
Aumentar el tamaño de los senos ha sido una obsesión histórica para miles de mujeres y médicos. A finales del siglo XIX los cirujanos ya ensayaban con injertos de tejido adiposo de las propias pacientes. Los experimentos con nuevas técnicas y sustancias a lo largo del siglo XX incluyeron inyecciones de parafina, prótesis de marfil, vidrio o cartílagos de animales, y una amplia variedad de sustancias artificiales, como polietileno. Casi todos con resultados desastrosos.
Apenas en los años sesenta aparecieron en escena los primeros prototipos de implantes como los conocemos hoy: bolsas de silicona que se introducían con diferentes técnicas quirúrgicas. A diferencia de todos sus antecesores, cumplían bastante bien con las expectativas puestas en ellas en términos estéticos y de seguridad médica.
Esta semana, sin embargo, después de casi cinco décadas de uso y millones de mujeres conviviendo con prótesis mamarias, unas por razones médicas, como cirugías oncológicas, y otras por razones estéticas, la Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) aceptó abrir las puertas para discutir los posibles riesgos que han permanecido silenciados por la comunidad médica y los entes de control.
La audiencia, que tuvo lugar el lunes y martes en la sede de la agencia gubernamental en Estados Unidos, estuvo cargada de emotividad. Mujeres de diferentes edades y procedencias, y por distintas razones, tomaron el micrófono para exponer sus casos. También lo hicieron cirujanos e investigadores para argumentar a favor de los beneficios que han traído estos dispositivos. Los representantes de la agencia compartieron con los asistentes una gráfica que demuestra claramente la importancia del tema y la necesidad de discutirlo con más transparencia: desde 2009 ha recibido más de 350.000 informes de incidentes relacionados con implantes mamarios.
De acuerdo con Sasha Chavkin, del Consorcio Internacional de Periodistas Investigadores, ese número es 20 veces más alto que el que la misma agencia había revelado previamente. La diferencia se debe a que la FDA permitía a los fabricantes evadir algunos reportes. Desde que comenzó a exigirles datos más claros y amplios comenzaron a aumentar los números.
“Tenemos una cantidad sorprendentemente limitada de datos claros y consistentes, dada la cantidad de años y la cantidad de mujeres involucradas”, dijo al periódico The New York Times Natalie Compagni Portis, una representante de pacientes. “Siento que fallamos a las mujeres con respecto a los implantes. No informamos, no seguimos y no escuchamos”.
Los escándalos que han rodeado a los implantes hasta ahora se han concentrado principalmente en productos defectuosos. En 2010, por ejemplo, miles de mujeres en todo el mundo, incluidas cientos de colombianas, se enteraron que las prótesis PIP, de fabricación europea, podían generar riesgos de salud. También han sido criticados implantes como los fabricados por la empresa Allergan, por tener una superficie texturada o ligeramente rugosa que ha sido asociada con un tipo de linfoma conocido como linfoma anaplásico de células grandes.
Más allá de problemas asociados a materiales defectuosos, esta vez la FDA pretende entender si efectivamente los implantes están provocando efectos adversos menos evidentes o se trata de un elemento con un margen de seguridad aceptable. Una de las mujeres que intervinieron en la audiencia, Holly Davis, quien recibió implantes después de una mastectomía, los asoció con problemas de memoria, mientras Christina Ávila, de California, se quejó porque requirió varias cirugías extra y porque afectaron su tratamiento para el cáncer. Desde la otra orilla, Marie Jobson, también de California, agradeció la existencia de los implantes pues le permitieron recuperar la intimidad y la seguridad sobre su cuerpo después de una mastectomía por cáncer.
De acuerdo con datos de la FDA, una de cada cinco mujeres que reciben implantes mamarios renuncian a ellos en la década siguiente debido a complicaciones como rotura, deflación y la dolorosa contracción del tejido cicatricial alrededor del implante, conocida como contractura capsular. Decenas de miles de pacientes, y un número cada vez mayor de profesionales médicos, atribuyen a los implantes mamarios una serie de afecciones relacionadas con enfermedades autoinmunes.
El panel organizado por la FDA no pretendía tomar ninguna decisión ni dar recomendaciones a las pacientes. Sin embargo, demuestra el creciente interés en conocer más a fondo una intervención médica que toca la vida de millones de mujeres.