A medida que América Latina atrae inversión y talento extranjeros, y que se incrementa el comercio intraregional, para los ejecutivos latinoamericanos se vuelve imperativo, ya no un lujo, tomar parte en experiencias internacionales y participar de espacios donde confluyan con colegas de otras nacionalidades y culturas.
En América Latina, la velocidad del crecimiento económico ha decrecido en la última etapa. Así lo indican índices de instituciones globales, y lo viene reporteando The Economist en varias de sus publicaciones más recientes. Es cierto, el continente anticipa crecer un mero 1,5% este 2014, mientras que a nivel de países, Venezuela, Argentina y Brasil enfrentan recesiones de variada severidad.
Mientras tanto, también resulta cierto que Europa es el bloque con peores números dentro del G20, según informa el diario británico The Guardian. En China, la preocupación se mantiene sobre la burbuja inmobiliaria, la lucha contra la corrupción, la competitividad cada vez menor que demuestra como gran planta manufacturera mundial y los problemas que aumentarán a raíz de la urbanización creciente y la población envejecida. En Estados Unidos, aunque la economía crece, está lejos de satisfacer a nadie, y políticos de ambos partidos se culpan mutuamente del lento avance. La promesa que es África, todavía es sólo una promesa.
En medio de tal dibujo de la situación global, América Latina se mantiene como una de las regiones del planeta más atractivas tanto para corporaciones multinacionales como para el emprendimiento local-global. Es por eso que para managers y líderes de todas partes y culturas es relevante acceder a espacios donde aprender sobre las oportunidades, diferencias y desafíos que los países latinoamericanos pueden ofrecer.
Las escuelas de negocio se hallan en una posición privilegiada para satisfacer esa demanda. Por eso programas de MBA con alcance global y foco en las Américas se vienen ofreciendo como parte de los catálogos. Uno de ellos es el que recién estrena la escuela de negocios de la Universidad de Miami (UM): el Miami Executive MBA for the Americas. Con alumnos procedentes de países tan diversos como Colombia e Israel, las nacionalidades incluyeron además a representantes de Argentina, Brasil, Guatemala, México, Trinidad y Tobago, Panamá, Puerto Rico, Venezuela y también en EE.UU. de estados como Texas, California, Florida y Nueva York.
AméricaEconomía indagó con ellos para conocer cuáles han sido las diferencias más notables que perciben entre los estilos de administración de los colegas, peculiaridades interesantes del programa y hasta qué punto encuentros como este pueden abrir más las posibilidades de negocios transnacionales.
Conocer cómo piensan otros ahorra tiempo
Cuando se le pregunta a los estudiantes sobre la razón por la cual eligieron participar del programa, la mayoría señala de inmediato la necesidad de llevar su carrera al siguiente nivel, o mantenerse al tanto de nuevos conceptos y estilos de negociación, incluso las facilidades que ofrece el formato de enseñanza mixto -online y presencial.
Para el el mexicano José Manuel Lezama, manager general para México de BSN Medical y también propietario de franquicias de la marca de comida rápida Subway en la ciudad de Miami, “es conveniente un formato que permite seguir trabajando y ofrece acceso a una plataforma de aprendizaje a distancia con herramientas de colaboración y participación excelentes”.
Cuando la indagación profundiza, los argumentos comienzan a repetirse sobre la necesidad que ve el manager de hoy en día, sobre conocer las variaciones locales y regionales que distinguen sus propias formas de trabajo, y conceptos y prácticas de administración, de los de sus colegas en otros países. “Tras trabajar por seis años para una aerolínea latinoamericana, sé que los negocios se conducen de forma diferente en cada país, y este programa puede ayudarme a ganar una perspectiva aún mayor sobre la región en su conjunto, explica Daniel Herrero, manager del programa Viajero Frecuente en la panameña aerolínea COPA.
Lezama coincide en que tomar parte en espacios de reunión internacionales puede ayudar a un manager a ganar “una perspectiva más realista, en tanto puede ahorrar problemas y mucho tiempo conocer mejor sobre protocolos de negocio, contratos y uso de organizaciones internacionales y oficinas de estado nacionales. En mi propia experiencia, me ocurrió cuando compré locales de Subway, uno a un colombiano y otro a un cubano, el mismo proceso fue visto de manera distinta por ambos, pero con la intervención de un buen abogado todo fluyó bien”.
De forma semejante piensa Bernardo Buraglia, director de Recursos Humanos para SABMiller Latinoamérica, “trabajar con gente de culturas distintas nunca deja de sorprenderme y de enseñarme cosas nuevas, a pesar de que he estudiado en América Latina y en Canadá, y luego trabajado en tres estados diferentes de EE.UU”.
La guatemalteca Valerie Mansilla, miembro de la junta de dirección de Valores Guatemaltecos S.A. Holdings, destaca cómo desconocer las características de otros entornos, y elementos culturales de los mismos que influyen en la manera de conducir negocios, puede afectar las relaciones entre ejecutivos en tratos internacionales, “la confianza es algo en extremo delicado, y al mismo tiempo es clave al hacer negocios.
Si la decisión de construir relaciones fuertes desde el principio no guía todo el proceso, avanzar luego se vuelve muy complicado, y hasta poco probable. Por eso es tan útil tener nociones de qué es lo importante para la persona con la que se dialoga, cómo uno debe comportarse en situaciones sociales, lo mismo que en ambientes de negocios, hablar el idioma de la otra persona, entender sus reacciones, y saber interpretar cómo se pueden hacer ajustes. Son cosas que nada más se aprenden en la práctica, con la experiencia de tratar con colegas de otros países”.
De la misma forma, la posibilidad de ampliar la red de relaciones profesionales más allá de las fronteras del país donde operan es otro interés principal de los participantes. Para Mansilla es otro de los motivos por los cuales elige asistir a estos espacios globales. “Al extender la network, se tiene la posibilidad de filtrar mucho el ruido y la información que circula, y que de otra manera dificulta encontrar el dato que se busca. Contar con alguien que conozca de primera mano otros mercados puede ser el as bajo la manga”.
Calzar los zapatos ajenos
Buraglia resume la relevancia de asistir a un espacio de confluencia internacional de ejecutivos, “comprender las diferencias culturales y construir relaciones de negocios a nivel internacional es básicamente la manera hoy de llegar al corazón de cómo funcionan los negocios”.
Por otra parte, Mansilla refiere algo que llamó su atención durante la primera semana de sesiones presenciales del programa, “me di cuenta de cuán difícil es pensar más allá de los parámetros normales”.
Por lo general, mientras los estudiantes están en la academia, se les exige asumir roles diversos y se les reta a analizar problemas y circunstancias desde múltiples puntos de vista. Especialmente los programas que siguen enfoques multidisciplinarios fomentan un pensamiento más integrador, que debe tomar en cuenta más de un factor de interés. Sin embargo, a menos que la persona se decida a fundar una startup, lo más común es que, una vez en el puesto laboral, cuando el profesional lanza su carrera, la demanda por considerar otras perspectivas suele sustituirse por la competición, es decir, priorizar la defensa de los intereses de su función o su departamento. Así el pensamiento se acomoda a considerar un número limitado de necesidades, resultados y soluciones.
“Incluso dentro de un grupo tan internacional y preparado, donde la mayoría somos capaces de entendernos en más de tres idiomas, acomodarse a roles determinados resulta casi un reflejo. Hace falta el empujón que obligue a alguien de finanzas a pensar sobre estrategia, al de recursos humanos a pensar en contabilidad, y a los que planean las estrategias a elaborar gráficos y tablas. Lograr esto es en sí mismo un éxito”, comenta Mansilla.