Por Maribel Ramírez Coronel, Periodista en temas de economía y salud para El Economista.
Las infecciones asociadas a la atención sanitaria (IAAS), mejor conocidas como infecciones nosocomiales o intrahospitalarias son el evento adverso más frecuente en los servicios de salud.
Ninguna institución ni país puede decir que ha resuelto el problema. No existe un registro confiable que refleje con exactitud la situación de las infecciones adquiridas en el hospital, hablando tanto de pacientes como de profesionales de la salud que también se infectan.
De acuerdo con expertos participantes en una cumbre reciente sobre IAAS y prácticas clínicas celebrada en México, la mayoría de los países presenta un subregistro de infecciones nosocomiales y los que cuentan con un sistema de vigilancia se enfrentan con la complejidad y falta de uniformidad en los criterios para diagnosticarlas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que entre 5% y 10% de los pacientes que ingresa a hospitales modernos del mundo desarrollado contraerá una o más infecciones.
En los países en desarrollo como el nuestro, este riesgo de infección se eleva en 20 veces. En algunos países y hospitales, llega a suceder que cuatro de cada 10 de sus pacientes terminan adquiriendo una infección en el hospital.
Las diferencias entre países desarrollados y aquellos en vías de desarrollo en este aspecto pueden ser abismales: tenemos que en los primeros existen tasas de dos a cinco infecciones relacionadas a catéter venoso central en comparación con países en desarrollo de 24,7 episodios por 1.000 días de catéter; mientras que en relación a las tasas de neumonías asociadas a ventilador, pueden ser tan diferentes de 2,9 contra 48 neumonías asociadas a 1.000 días ventilador en Argentina, por ejemplo.
En México, se calcula que 450.000 casos de infecciones relacionadas con la atención sanitaria causan 32 muertes por cada millón de habitantes por año, es decir, unas 3.840 muertes anuales.
La Secretaría de Salud reporta que 14 de cada 100 pacientes sufren infecciones asociadas a la atención durante su hospitalización. En las unidades de cuidados intensivos (UCI) la situación es más preocupante: un estudio realizado en 895 pacientes de 254 UCI en México encontró que 23,2% de éstos tenía una infección nosocomial. Neumonía es la más común (39,7%), seguida de infección urinaria (20,5%), de herida quirúrgica (13,3%) y del torrente sanguíneo (7,3%). La letalidad asociada fue de 25,5%, es decir cuatro de cada 10 infectados mueren.
Otras áreas de alto riesgo son las unidades neonatales y servicios pediátricos y a ello se agrega la saturación de los servicios, el uso de mezclas de soluciones parenterales y la excesiva cateterización umbilical.
Para prevenir y controlar estas infecciones, la OMS ha recomendado soluciones y medidas, y México ha hecho importantes esfuerzos al respecto, pero han sido a todas luces insuficientes. Han disminuido la tendencia o las tasas de infecciones nosocomiales, pero aún estamos lejos de lograr resultados óptimos.
Todo esto fue expuesto en una iniciativa presentada al Congreso por la senadora María Elena Barrera Tapia, del PVEM, donde se propone elevar a rango de ley la prevención y combate de infecciones nosocomiales para que el tema sea materia de la salubridad general y se incluya con claridad en el artículo tercero de la Ley General de Salud.
Dicha propuesta legislativa fue presentada hace ya dos años, y hoy duerme el sueño de los justos. No es una reforma complicada ni que implique mayores compromisos, por lo que no se entenderían razones que impidan a los legisladores subirla al pleno y votarla.
Si, en cambio, ayudaría a minar las muertes por IAAS cuya atención representa una considerable carga económica para el sistema de salud, los pacientes y sus familias, máxime en un escenario de creciente resistencia bacteriana a los antibióticos.