Cualquier defecto puede ser una virtud cuando en joyería se trabaja con el coral, una piedra preciosa de origen orgánico que ha sido una de los grandes protagonistas en cuellos, manos y orejas de reinas y mujeres relevantes de la historia y que, en nuestros días, continúa tratándose como uno de los materiales más preciados.
Desde que el coral nace en mares y océanos, hasta que llega a convertirse en un objeto de lujo y de culto, pasa por un laborioso y minucioso proceso artesanal que hace que esta transformación sea un auténtico trabajo, no "de chinos", sino de entregados hombres y mujeres artífices de que este rugoso y mate material llegue a ser suave y reluciente. Los principales protagonistas de estos cambios son, en la actualidad, Italia y Japón, que albergan las tres cuartas partes de la producción mundial de estas gemas orgánicas.
En Italia hay que destacar la pequeña localidad napolitana de Torre del Greco, que, desde tiempos de Carlos III, se ha convertido en el centro de producción de este material. Y es que, durante su reinado con capital en Nápoles (1734-59), fue cuando se creó un nuevo negocio: la pesca de corales.
Desde el principio, y hasta nuestros días, como cuenta Giancarlo Ascione, de la firma de joyería artesana Ascione, también propietaria del Museo del Coral de Nápoles, el coral ha sido trabajado "por artesanos", dada la delicadeza del material. Pero quizá la nota más curiosa y casi desconocida es que no existen defectos en el coral, sino que estos se alían con el artesano para dar forma y sentido a la pieza, convirtiéndola en algo único. Es decir, ¿por qué un pequeño orificio no puede ser la boca de un pez en un camafeo? De esta manera, Ascione se siente "incapaz" de decir que hay un coral defectuoso.
UN ANIMAL SOLIDARIO
Antes de llegar a convertirse en lujosas joyas, que han vestido reinas y damas de la alta sociedad, la historia vital de este ser vivo es, cuanto menos, "curiosa". Así lo destaca Ascione que, en una apasionada descripción, califica de "solidaridad máxima" la forma en que este ser vivo tiene de crecer. "El coral nace de colonias de celenterados (animales invertebrados que viven en el agua), y los más jóvenes van alimentando a los más viejos para seguir creciendo", asiente esta firma.
Y con el afán de que el coral no "desaparezca", según apunta Ascione, para ser pescado de manera legal tiene que ser "grande", ya que las piezas pequeñas, esas que por ley están prohibidas, no sirven tampoco para los joyeros profesionales y, sobre todo, responsables con el medio marino. La pesca del coral está muy reglamentada, y los corales se pescan manualmente y solo una rama a la vez.
De este modo, los pescadores atienden únicamente a las ramas más grandes para dejar crecer a las demás. También quedan exentos los especímenes de la barrera de coral, no solo por estar prohibida su pesca, sino porque para la joyería se utiliza el coral de ocho tentáculos, que es más compacto, y el de las barreras es de seis.
ROJOS, ROSAS, BLANCOS
Por tipologías, el coral utilizado para la joyería se podría reunir en tres grandes zonas: Mediterráneo, Japón y Oceanía, aunque hay otros como los llamados "corales negros" (Antipathes pennacea), que se encuentran entre los más cotizados llegando a tener el sobrenombre de "Corales de los reyes". Este tipo, que sobre todo se encuentra en aguas del Cáribe, debido a su aspecto, es confundido muchas veces con un arbusto del reino vegetal y se encuentra en zonas de poca profundidad o en lugares de mucha hondura.
Hoy está en peligro de desaparición en muchas zonas del planeta. Pero, si de corales más comunes hablamos, sin duda hay que empezar por el procedente del mar Mediterráneo, más conocido por el gran público por su potente color: el rojo (Corallium rubrum).
Se trata del más usado en el s. XIX y cuenta con un esqueleto calcáreo que puede llegar hasta los 50 centímetros. Está formado por espículas calcáreas muy pequeñas y tiene una consistencia vítrea que hace que sea fácil de trabajar, de ahí que sea muy apreciado en joyería.
El coral de Japón es aquel que presenta otros colores que también gozan de prestigio por su delicada tonalidad: el blanco y el rosado, también conocido como "piel de ángel". Por su parte, los colares del Pacífico presentan colores blancos, rosas o con incursiones de rojo en algunas ramificaciones y por eso también son muy admirados en joyería, por la variedad de piezas originales que han salido de ellos, ya que, al igual que con los defectos, un cambio en el color también puede ser utilizado por un sabio joyero como una virtud.