La pandemia ha multiplicado las consultas médicas telefónicas. En un sistema de salud público descentralizado como el español, la expansión de estas tecnologías sigue siendo un reto pendiente.
Cada tarde, más o menos a la misma hora, Maribel recibe una llamada de su centro de salud. Una médica o una enfermera le preguntan cómo se encuentra y si están remitiendo la fiebre y la tos. Aunque no le han hecho el test para saber si es positivo en coronavirus SARS-CoV-2, Maribel, como Esteban, Jesús y otras muchas personas presentan síntomas compatibles con la enfermedad que causa el virus y su seguimiento se está realizando desde sus respectivos centros de salud vía telefónica.
Así lo contempla el documento técnico del Ministerio de Sanidad Manejo domiciliario del COVID-19. “La atención primaria con ayuda del teléfono está consiguiendo que miles y miles de pacientes infectados estén siendo tratados y seguidos en sus domicilios sin necesidad de acudir al hospital, evitando su colapso”, destaca a SINC Hermenegildo Marcos, representante nacional de médicos de atención primaria rural del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM).
Por hacernos una idea del volumen de trabajo de estas teleconsultas, hay enfermeras que han llegado a efectuar entre 400 y 500 llamadas al día, según cuenta a SINC Guadalupe Fontán, enfermera en el Instituto de Investigación Enfermera del Consejo General de Enfermería.
Las consultas telefónicas o con ayuda de una cámara son una pequeña parte de un concepto más amplio que se conoce como telemedicina. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo define como la prestación de servicios de atención médica por parte de todos los profesionales de la salud que utilizan tecnologías de la información y comunicación (TIC) cuando la distancia es un factor importante.
Esto permite un intercambio de información no solo para el diagnóstico o el tratamiento de los pacientes; también para la prevención de enfermedades, la investigación y la evaluación. La OMS anima a los Estados miembros a explorar el potencial de las TIC aplicadas a la salud recalcando que la telemedicina debería fortalecer (en lugar de competir con) los servicios sanitarios.
Según fuentes del Ministerio de Sanidad, la telemedicina “es un elemento imprescindible en un sistema sanitario”. Como explican estas mismas fuentes a SINC, “supone también un reto”, ya que exige un cambio de cultura por parte de todos los agentes implicados, al modificar los mecanismos, los roles tradicionales y la forma en que se proporciona la asistencia sanitaria.
Si nos referimos al sistema público de salud, en España buena parte de las especialidades médicas utilizan recursos telemáticos. Desde hace más de 40 años, existen iniciativas de telemedicina que facilitan la colaboración entre la atención primaria y la especializada, según Sanidad, con servicios como el informe a distancia de pruebas diagnósticas, la consulta de casos de pacientes entre profesionales y la teleformación.
“La dermatología, oftalmología o cardiología fueron quizás las especialidades que más tempranamente se incorporaron, pero hoy en día son la mayoría las que con mayor o menor dinamismo se han unido a esos sistemas y se ha desarrollado también la telemedicina paciente-profesional. Su crecimiento es patente”, afirman desde el ministerio.
La endocrina Teresa Martínez Ramonde realiza telemedicina con sus pacientes de diabetes tipo 1 desde hace años por las ventajas que supone para ellos. “No tienen que acudir al hospital, ni dejar su trabajo, colegio o universidad, ni tienen que dar explicaciones de adónde van… En definitiva, así varía lo menos posible su vida”, declara a SINC la médica, que es Jefa de Servicio de Endocrinología del Hospital Universitario de A Coruña.
La endocrina ofrece este servicio vía telefónica o por videoconferencia desde 2012. Primero empezó con un estudio piloto con médicos de atención primaria y después lo amplió a toda el área sanitaria.
“En Galicia tenemos la ventaja de contar con IANUS, nuestra historia clínica informatizada, que permite hacer esto con facilidad”, añade. “En el hospital yo veo las pruebas que se han realizado y puedo solicitar nuevas analíticas”. Como principales barreras de la telemedicina en el conjunto del país destaca el acceso a los datos del paciente, que no siempre están disponibles, y la voluntad de profesionales y pacientes frente a la tecnología.
Esther Cubo, neuróloga especialista en trastornos del movimiento en el Hospital Universitario de Burgos, es experta en utilizar la telemedicina con pacientes de enfermedad de Parkinson o de Huntington. En un estudio publicado en la revista Current Neurology and Neuroscience Reports, concluyó que la telemedicina y la teleformación en su campo reducen costes y tiempo de viajes y proporcionan una atención similar a las visitas en persona.
“Se puede establecer una comunicación vía teléfono, email, videoconferencias o textos en apps. En algunos casos se pueden realizar exploraciones remotas y manejar terapéuticamente en base a la información obtenida”, detalla la neuróloga a SINC.
Sin embargo, considera un obstáculo el uso de estas tecnologías por parte de la población envejecida. La neuróloga también reclama sistemas encriptados que permitan la confidencialidad de los datos.
Al estar en un sistema nacional de salud descentralizado es cada comunidad autónoma la que gestiona e implementa este tipo de servicios. En Cataluña, por ejemplo, la Generalitat ha puesto en marcha eConsulta, una herramienta de comunicación digital entre pacientes y sanitarios que complementa la atención presencial.
Como explican en su página web, este servicio permite a los ciudadanos enviar consultas en cualquier momento y desde cualquier dispositivo a su médico o enfermera de atención primaria y recibir respuesta en un plazo máximo de 48 horas en días laborables.
“El sistema público español tiene ya implementados sistemas de telemedicina, con casos de teledermatología en varias autonomías (Asturias, Murcia, Madrid), teleictus, teleoftalmología, teleendocrinología (Asturias), telecardiología (Murcia) y así muchos más”, enumera a SINC Hans Eguía, miembro del grupo de trabajo de Nuevas Tecnologías de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN) y médico de atención primaria en el centro médico Rudkøbing de Dinamarca.
Según el experto, a la telemedicina “no se le da el impulso que se necesitaría para tenerla como un recurso permanente y muchas veces el proyecto ha sido abandonado, en ocasiones, debido a los recortes en sanidad”.
Desde SEMERGEN achacan la falta de inversión en sanidad como la principal barrera de este servicio en atención primaria. Francisco Javier Sanz García, coordinador nacional del grupo de trabajo de Nuevas Tecnologías de SEMERGEN, denuncia la falta líneas de teléfono suficientes en algunos centros de salud.
“En mi centro [en Alcoy, Alicante] por encima de cinco llamadas a la vez se colapsa”, alega a SINC. En su caso, las videollamadas con pacientes las realiza con su teléfono personal porque los ordenadores de las consultas no disponen de cámara.
En esta falta de recursos coinciden también desde la Federación de Asociaciones de Enfermería Comunitaria y Atención Primaria (FAECAP). “Los profesionales no tienen teléfonos con comunicación directa al exterior por lo que han de realizarse en un solo despacho en el área de Administración. Esto reduce bastante los tiempos en los que se pueden realizar las consultas telefónicas”, indica a SINC Esther Nieto, secretaria de organización de la FAECAP.
Tampoco hay dispositivos de telefonía móvil para cada profesional y en cuanto a los pacientes, cuando llaman por teléfono a sus centros de salud, con frecuencia encuentran las líneas saturadas, lo que dificulta la consulta, según Nieto García.
Iniciativas solidarias como Acortando la distancia tratan de suplir estas carencias durante la crisis del coronavirus. Su objetivo es conectar a pacientes y familiares con dispositivos móviles cedidos que los sanitarios pueden solicitar rellenando un formulario.
“Llama la atención que en una época tan tecnológica como la nuestra la telemedicina esté tan poco desarrollada”, se lamenta Marcos, que propone aprovechar la pandemia para dar un impulso a este tipo de servicios. “Con un software y un control de seguridad adecuado en el acceso a la historia clínica electrónica se podría potenciar el teletrabajo, facilitar la conciliación laboral-familiar y, en la pandemia actual, desplazamientos innecesarios”, plantea.
Precisamente sobre la complicada conciliación laboral y familiar por parte del personal de enfermería hacía referencia en una entrevista Fontán, quien pide un cambio cultural en pacientes y profesionales sanitarios para que la teleasistencia se extienda. Además, propone una mayor investigación que permita unificar los diferentes sistemas en una herramienta universal e incluir análisis de los costes para que se vean los beneficios del servicio.
Aunque es cierto que hace falta un desembolso económico inicial para adquirir los dispositivos tecnológicos, una investigación realizada en las comarcas catalanas de Bages, Moianès y Berguedà con cuatro especialidades de telemedicina (dermatología, úlceras, oftalmología y audiometrías) concluyó que entre 2011 y 2019 estos servicios ahorraron 780.397 euros. Según los autores esto se traduce en unos 15 euros de ahorro por visita. El paciente es el mayor beneficiario, con tiempos de espera más cortos y menores costes por desplazamientos.
La telemedicina “tiene que perseguir la eficiencia, que no es otra cosa que un aumento de la productividad, una reducción de costos y un incremento y mejora en los resultados del sistema sanitario”, recalcan desde el Ministerio de Sanidad. Quizás sea ahora, en tiempos de coronavirus, cuando la telemedicina consiga el impulso que hasta hoy no ha tenido.