Para Carlos Arturo Carvajal, ex consultor de la ONU en temas de drogas, la regulación dejó por fuera el uso de la planta con fines terapéuticos. Además, dice, ratifica que seguirá prohibida su ingestión con fines no estrictamente médico.
El Espectador. Una de las noticias con las que el Ministerio de Salud sorprendió a Colombia este año fue la regulación de la producción de la marihuana con fines médicos y científicos. El decreto es para muchos un gran paso pero para otros, como el procurador, es un error que pronto será demandado.
Carlos Arturo Carvajal, quien por dos décadas fue consultor y miembro del grupo internacional de expertos en reducción de la demanda de drogas de la ONU, hace parte del primer grupo. Para él, que ha estudiado de cerca las regulaciones de la marihuana en otros países y es master trainer en tratamiento y rehabilitación de la farmacodependencia en el Programa Treatnet de la Organización Mundial de la Salud, este es un paso que tuvimos que haber dado hace mucho tiempo. Sin embargo, dice, se queda corto, porque omite su uso para tratamientos terapéuticos y ratifica que Colombia seguirá por el camino del prohibicionismo.
¿Qué cambia con el decreto que expidió el Gobierno?
Un cambio muy positivo es que millones de personas van a tener la posibilidad de acceder a un cannabis medicinal limpio para el tratamiento curativo de múltiples enfermedades y dolencias. Lo que no es muy positivo es que deja sin resolver un problema de más de un siglo: el reconocimiento del derecho de los usuarios no problemáticos de marihuana, que han existido por miles de años y que, como está documentado por organismos internacionales, no representan una amenaza ni para la salud pública, ni para la convivencia, ni para la seguridad ciudadana.
Usted ha dicho que el decreto deja un gran vacío en el uso terapéutico de la marihuana. ¿Por qué?
El decreto deja sin resolver la necesidad que tienen muchas personas de autoadministrarse o de recibir por vía terapéutica, a través de prescripción profesional, no exclusivamente médica, marihuana para paliar o mitigar problemas asociados al abuso y la dependencia de otras sustancias, como alcohol, cocaína, bazuco, crack, estimulantes anfetamínicos y las benzodiacepinas. Pero realmente hay un vacío mayor y es el hecho de que ni en Colombia ni en ningún país, quizás con excepción de Holanda, se ha osado cuestionar la legitimidad de las convenciones internacionales sobre drogas, las cuales tienen un serio problema de legitimidad porque no están fundamentadas en bases científicas o médicas sino en consideraciones ideológicas, de clase social, políticas, religiosas y económicas.
¿Qué cree que sucederá con los productores que ya fabricaban este tipo de artículos?
Muy posiblemente va a ir en contravía de una realidad en la que muchas personas, de manera casera o por medios artesanales, han venido cultivando cepas seleccionadas de marihuana con fines terapéuticos. Ahora van a entrar en el régimen industrial de las licencias, de las patentes. Es probable que las grandes farmacéuticas entren en una competencia feroz para quedarse con el mercado.
¿En qué se diferencia la regulación de otros países con la nuestra?
Conozco de cerca la experiencia de Holanda, Portugal, Argentina, España, EE. UU. y Canadá. En esos países hay un avance significativo en la ampliación del espectro de usos permitidos. Eso implica un avance de lo estrictamente medicinal a lo terapéutico en el sentido más amplio: la posibilidad de aceptar la autoadministración con fines, por ejemplo, de mitigación o sustitución de tratamientos de dependencias o de abuso de otras sustancias. Una muestra: entre las motivaciones de los estados de Colorado y Washington para legalizar la marihuana, no solamente medicinal, se cuenta contener la problemática de seguridad y de costos económicos asociados al abuso de otras sustancias, como la heroína o las anfetaminas. Y en el caso de Uruguay, la problemática asociada al consumo de pasta de coca, que es como la versión de bazuco en los países del Cono Sur.
La Alcaldía de Bogotá trató de implementar un plan similar. ¿Qué espera con la nueva administración?
No podemos tener muchas esperanzas. Pero también hay que decir que, desafortunadamente, la administración que termina nunca dio un paso real, concreto y efectivo hacia el suministro, la prescripción o el cambio de patrones de consumo en los usuarios de bazuco. Todo se quedó en anuncios. No hay nada que se pueda mostrar como una realización tangible de esta alcaldía en ese terreno.
En el Congreso se está tramitando una ley con fines similares a los del decreto. ¿Cuál es la diferencia?
El decreto es mucho más elaborado, más detallado, contiene muchas más especificidades en cuanto a los propósitos, el tipo de reglamentación y los niveles de la regulación. El proyecto de ley del senador Galán es bastante escueto y lacónico. Simplemente plantea la posibilidad de legalizar la marihuana con usos medicinales, pero sin hacer ninguna precisión de cómo, cuándo y para qué.
¿Cree que el decreto es una puerta legalizar o despenalizar la marihuana?
Es un avance pero no significa una puerta abierta. El gran problema con el paradigma de la salud pública o de la legalización de la marihuana con fines medicinales es que queda prohibido cualquier uso no medicinal o estrictamente científico. Entonces es una solución de compromiso entre el prohibicionismo punitivo judicial y el prohibicionismo de carácter ideológico o moral. En otras palabras, en el paradigma de la legalización de la marihuana con fines medicinales, lo que no es estrictamente medicinal se torna insano. Es decir, sigue siendo prohibido.
¿Qué dice la literatura médica sobre la marihuana?
La historia del uso terapéutico de la marihuana se remonta a las bases primigenias de la medicina. Los usos terapéuticos tanto en su forma herbal como de resina se extienden a muchos países y a lo largo de varios milenios. Lo que uno tendría que preguntarse es en qué momento algo benéfico pasó a volverse un chivo expiatorio de conflictos de carácter ideológico, económico y social.
Cuenta el periodista Johann Hari en su aplaudido libro “El grito”, que resume la historia de la guerra contra las drogas, que esas restricciones nacieron por razones raciales, especialmente contra latinos…
Eso es absolutamente verídico. Hay dos hechos que lo demuestran: por una parte, hasta la cuarta década del siglo XX la marihuana aparecía mencionada en los principales tratados de farmacología, concretamente en el libro US Pharmacopeia. Fue mencionada como un fármaco hasta 1942. La otra evidencia es que los impulsores de las convenciones internacionales no fueron científicos. Fueron líderes políticos y religiosos, la mayoría de ellos ministros anabaptistas (corriente del cristianismo protestante) y protestantes calvinistas que hacían de voceros del gobierno estadounidense. Si nos remontamos un poquito en la historia nos encontramos con situaciones aberrantes que permitirían pensar que la ilegalidad de la marihuana es una de las más grandes imposturas de los tiempos modernos.