Por Maribel Ramírez Coronel, Periodista en temas de economía y salud para El Economista.
Conforme han pasado los últimos años en medio de la tensa situación geopolítica mundial, se ha incrementado en el mundo la preocupación por un eventual uso de material biológico con motivos de ataque. El temor deriva tanto de un probable uso para ataques terroristas como de armas de destrucción masiva de parte de algún gobierno.
Al mismo tiempo los países han elevado el nivel de sus estrategias para estar preparados en caso de epidemia o pandemia, o en general en caso de un alto riesgo biológico o sanitario que pueda salirse de control y convertirse en problema de seguridad nacional.
La más evidente muestra de esta preocupación fue dada por España en su más reciente Estrategia de Seguridad Nacional 2017 emitida a principios de diciembre pasado.
En los reportes de 2015 y 2016 el gobierno español ya había mencionado el punto pero en su emisión 2017 la preocupación fue más notoria y de hecho dedicó un espacio a la amenaza de un ataque con materiales biológicos en el capítulo sobre la no proliferación de armas de destrucción masiva, incluyendo las armas biológicas.
Asimismo, el reporte de Seguridad Nacional de España incluye una sección dedicada exclusivamente a las emergencias causadas por epidemias y pandemias. Hacen ver la importancia de la coordinación con otros países y con organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el intercambio de información y conocimiento sobre gestión y tratamiento de nuevas enfermedades.
La alerta de España no es gratuita pues los avances en biotecnología han hecho ver que hoy sería relativamente sencillo sacar en forma sintética el ADN de algún patógeno altamente letal, particularmente el virus de la viruela. La misma OMS ha recomendado a los países miembros que restrinjan el uso de información genómica de patógenos delicados.
En julio pasado, científicos de la Universidad de Alberta en Canadá reportaron en la revista Science que utilizando material genético disponible comercialmente lograron generar el extinto virus de la viruela equina, un primo del virus de la viruela que mató a millones de seres humanos antes de ser erradicado en 1980. Esa noticia científica desde Canadá alertó aún más al mundo sobre la facilidad conque grupos terroristas o países radicalizados podrían recrear un gen patógeno altamente mortal para usarlo como arma de destrucción masiva.
De hecho, la mayor preocupación hoy en día es que el gobierno de Corea del Norte pueda construir en laboratorio cepas de virus peligrosos. El mayor temor es que Norcorea se pudiera hacer de armas químicas y/o biológicas, entre ellas el virus de la viruela, que si se activara podría matar a decenas de miles de personas en cuestión de semanas.
La vacunación en estos casos es valorada como un medio para reducir la vulnerabilidad de la población frente a riesgos altamente infecciosos.
Un gran número de países tienen sus respectivas reservas de vacunas contra viruela para estar preparados; algunos incluso están cubiertos con reservas para la totalidad de su población. En este escenario México se ha colocado en una temible excepción, dado que su reserva antiviruela adquirida durante el gobierno foxista, fue eliminada durante el presente gobierno sin conocerse quien dio la orden. No habría problema si se hubiera adquirido otra dotación de vacuna para reemplazarla. El punto es que no, y al día de hoy México carece de una reserva de vacunas antiviruela para en caso de emergencia, como sí la tienen la mayoría de países incluso de América Latina.
Esta responsabilidad recae en esta ocasión, no en la Secretaría de Salud como sucede con otras vacunas, sino en la Secretaría de la Defensa Nacional; lo más grave es que no existe cobertura de vacunación antiepidemia ni siquiera para el Ejército, sector estratégico en cualquier plan preventivo o estrategia de seguridad nacional.