Más allá de ser una rutina, nutricionistas afirman que debe representar el 30% del total de energía que consume el cuerpo diariamente.
No se trata solo de llenar el estómago sino de ingerir alimentos ricos en vitaminas y proteínas.
Una de las mejores descripciones que he oído sobre la importancia de tomar el desayuno vino de la nutricionista Paola Yanquen: “Lo que ocurre en el organismo sin comida es lo mismo que en un carro sin gasolina: no arranca”. Y sucede porque el cuerpo pasa de un estado de reposo (entre 5 y 10 horas), en el que utiliza las reservas de energía para mantener sus funciones vitales, al ritmo acelerado que exige la rutina.
De ahí la necesidad de darle el ‘combustible’ suficiente para que pueda rendir durante el día. Lograrlo no significa ingerir alimentos hasta saciar el hambre sino proveerle los nutrientes adecuados para que cada parte del cuerpo funcione correctamente.
“El desayuno debe representar el 30% del total de energía que se consume a diario. Tan importante es, que puede condicionar el aprendizaje. Un niño que no se alimenta bien en la mañana, por ejemplo, desarrolla un comportamiento agresivo y tiene un menor rendimiento escolar”, detalla Juliana Mejía, nutricionista de Nutribienestar.
Para ello sugiere que el desayuno contenga un carbohidrato (pan, tostadas, cereales, waffles o galletas), una fruta (es la principal fuente de fibra y vitaminas) y una proteína (huevos, queso o algún embutido bajo en grasa, como salchichas de pavo o pollo). Lo ideal es que todo lo anterior esté acompañado por algún producto lácteo, fuente de calcio y de vitaminas, como la B2 y B12, que contribuyen al funcionamiento normal del cerebro, del sistema nervioso y a la formación de la sangre.
Otra opción es incluir leches achocolatadas. La más reconocida y usada por los colombianos es Milo, que nutricionalmente se ha caracterizado por sus ingredientes naturales, como leche y cocoa y su inigualable ACTIV-GO, una fusión de extracto de malta, vitaminas y minerales que ayudan a quien la ingiere a tener energía para superar los retos del día a día.
Estas recomendaciones son especialmente importantes para los niños, que cada vez son más activos, competitivos y gastan más energía en sus actividades escolares, compartiendo con los amigos o practicando algún deporte. Mejía añade que, además del contenido, también influye la forma como se vive este momento del día. “En el caso de los más pequeños, es necesario dedicarles tiempo. Hablar y compartir la mesa convertirá esta comida en un momento de conexión que ellos mismos reclamarán cada mañana”.
A todo lo anterior se suma que un desayuno equilibrado es el mejor antídoto contra la obesidad infantil. Está demostrado que existe mayor tendencia a la obesidad en niños que no desayunan o que lo hacen mal, en comparación con aquellos que lo hacen adecuadamente.
Llegar con demasiada hambre al mediodía suele provocar que se coma peor y más de lo necesario. Además, la mala distribución de las comidas aumenta la probabilidad de que el cuerpo asimile la grasa en vez de quemarla. La falta de energía limita la actividad en los juegos y predispone al sedentarismo.