La empresa Emzingo nació como una idea el 2009 para materializarse un años después. El emprendimiento consiste en reclutar a estudiantes de negocios para que asesoren durante alrededor de seis semanas a una ONG, hasta el momento de Lima o Johannesburgo. Los resultados parecen ser positivos para todos: alumnos, escuelas y organizaciones.
Una buena parte de la sociedad espera que los empresarios sean más éticos o que, por lo menos, hagan el intento. Así también se buscan CEOs capaces de escuchar a sus equipos y de tomar óptimas decisiones estratégicas. Dado esto, en algunas escuelas, a través de la inscripción a programas de diverso tipo, se incentiva que los estudiantes desarrollen habilidades blandas. Y las casas de estudios se inclinan generalmente por paseos o, más extremo aún, viajes a otros continentes.
Pero no sólo se trata de potenciar habilidades, sino también de conocer la realidad de otros mercados. Es así como las mismas escuelas levantan en alianza con otras, programas de negocios donde se lleva a los estudiantes por varias ciudades, de forma que se impregnen de la cultura. Pero esta búsqueda por adquirir un sentido social, no sólo llama la atención de las instituciones educativas, sino de los mismos profesionales que cursan una maestría.
Fue el caso de Ramón Marmolejos, Drew Bontiglio y Amani M' Bale, quienes se conocieron mientras cursaban un MBA en IE Business School, y decidieron fundar Emzingo, una empresa que lleva a estudiantes de negocios de todo el mundo a trabajar por algunas semanas a ciudades, para que colaboren con organizaciones no gubernamentales o emprendedores sociales, de forma de ayudarles a mejorar su negocio. Los principales objetivos son dos: por un lado, está el desarrollar en los participantes un liderazgo orientado al mundo social y, por el otro, apoyar a las organizaciones no gubernamentales a través de un plan estratégico.
La propuesta, explica Pablo Esteves, director de Alianza Estratégica y Branding en la empresa, “nació como idea en 2009 mientras los fundadores diseñaron un proyecto para la incubadora de negocios del IE. Finalmente, decidieron implementarla en 2010 como plan piloto. En ese entonces algunos alumnos del IE viajaron a Sudáfrica a asesorar a organizaciones locales”. El resultado fue positivo y tuvieron el permiso de la escuela española para trabajar con estudiantes, de manera que pudieron llevar a cabo más programas.
Cuando recién comenzaron se impartían dos cursos durante siete semanas en Johannesburgo, en enero y agosto. En 2011 se lanzó un programa paralelo en Lima, Perú. Actualmente son cuatro cursos. Esteves dice que en relación al número de participantes, no hay nada definido, pero que “el verano pasado enviamos a 21 alumnos, 14 a Johannesburgo y 7 a Perú. Ahora quizá sean 30. El programa está creciendo, hemos trabajado con algumnos representantes de escuelas como IE Business School, Leeds University, ESADE, IESE, Georgetown University, London School of Economics, y próximamente, este verano, McGill University".
Elección con pinzas
Ingresar al curso no es sencillo, tampoco cualquiera puede hacerlo. Consiste en un trabajo conjunto entre la empresa y las escuelas de negocios. Esteves relata que “las B-Schools envían los currículos y las cartas de presentación, las que filtramos. Luego invitamos a los alumnos a una entrevista y a actividades en grupo donde deben resolver casos”. En estas sesiones se busca que los estudiantes demuestren habilidades comunicacionales, de estrategia y análisis, sobre todo. Luego de esta actividad se seleccionan los que finalmente compondrán el equipo.
Quienes son elegidos deben cancelar un monto “simbólico”, según explica Esteves, porque “las escuelas subvencionan en algunos aspectos el programa. Entonces hacemos que los estudiantes paguen para que tengan un cierto compromiso y aprecien el valor del programa”.
Siguiendo la fórmula de acercar a los estudiantes a una experiencia de vida y a una realidad lejana mientras llevan a la práctica sus conocimientos de negocios, las escuelas de negocios han recibido con los brazos abiertos la iniciativa de Emzingo, debido a que es bastante favorable para ellos en cuanto a imagen. Por lo mismo, varias la incluyen como una alternativa, entre hacer intercambios, participar en incubadoras de negocios o hacer uno que otro curso. “Hemos visto que este programa les da más herramientas para reclutar alumnos. Si un estudiante tiene que escoger prefiere hacerlo para integrarse a la experiencia de Emzingo. Otra cosa es que las escuelas lo califican como contenido académico, como una acción de responsabilidad social, lo que es atractivo para alumnos que están interesados en la RSE o en emprendimiento social, es una opción más”.
Practicar los aprendido
Hasta el momento, la empresa trabaja con alrededor de 30 ONGs. Estas se eligen, explica Esteves, a través de un criterio de evaluación donde se clasifican en tres tipos: las organizaciones no gubernamentales pequeñas y locales, las internacionales, además de los emprendimiento sociales. Estos últimos deben tener poco más de un año de experiencia. Todos tienen que estar relacionados con pobreza, educación, salud, medio ambiente.
Una vez que son elegidos los participantes, estos se enteran cerca de dos meses antes qué organización visitarán y de qué trata el proyecto. Luego, permanecen por una semana en Madrid y seis semanas más en el destino del programa. Desde el inicio ellos saben que deberán trabajar en pareja y que al terminar el programa tendrán que entregar a la institución y a la escuela un reporte, manual de implementación, plan de negocios o plan estratégico.“Durante el tiempo que están en Madrid les damos talleres y lecciones. En Lima y Johannesburgo reciben una o dos veces por semana lecciones. En estas se habla sobre liderazgo, coaching, innovación social y ética en los negocios, porque la misión es lograr el desarrollo personal”, dice Esteves.
Al finalizar el programa, los estudiantes se reintegran y presentan su experiencia a alumnos y profesores. En este caso, Esteves aclara que se espera que los estudiantes además de ayudar a la ONG, hayan crecido profesional y personalmente. Es por ello que se mide su labor a través de una evaluación en 360°, la cual incluye a todos quienes estuvieron en contacto con esta persona, de manera de saber qué aprendió la persona tras la experiencia.
Se espera que los participantes vuelvan a sus empresas y pongan en práctica lo aprendido. “Es importante medir el impacto de todo esto, porque al regresar al negocio, debe ser capaz de tomar decisiones responsables y conscientes”, dice.
En las organizaciones, en tanto, deben ejecutar el plan que los alumnos han dejado. Por lo que mientras no se haya implementado el reporte, no son incluidas nuevamente en el curso. Las instituciones finalmente se van integrando a medida que tienen más apuros.
Si bien aún no hay nada confirmado, Brasil y México son los destinos que en Emzingo anotan como posibles futuros destinos de América Latina. Asia y África, por otro lado, también tienen altas posibilidades, dice Esteves, pues “tenemos interés en Manila, en Filipinas, y en Ghana. Finalmente, este programa se puede hacer en varios países, porque ONGs hay muchas y pobreza también, y la capacidad de ayudar existe”.