El experto en infraestructura, Norman Anderson, destaca que la crisis financiera obligó a los gobiernos regionales a tomar el lugar que siempre debieron tener: liderar los proyectos. Y advierte el peligro que se cierne sobre los gobiernos rezagados.
Santiago. La idea de que toda crisis es una oportunidad, suele ser una idea que se masifica cuando una recesión económica comienza a alejarse, luego de haber provocado más de un problema en los distintos sectores de cada economía. Una retirada que permite observar más prístino el paisaje económico, y advertir dónde estuvieron los errores de los cuales aprender, dónde se deben reordenar las organizaciones para evitar nuevos colapsos.
En esa línea, el sector de la infraestructura no está ajeno. Para Norman Anderson, director ejecutivo de la consultora CG/LA Infrastructure, la crisis financiera generó un nuevo paradigma y un cambio definitivo en esta área, donde el sector público ha debido pasar a liderar los proyectos de infraestructura regional.
Lo que no significa restar trabajo al sector privado, sino que los gobiernos ocupen el lugar que siempre han debido jugar, a juicio de Anderson, considerando lo fundamental que es la infraestructura para cada país.
“Antes faltaba más capacidad pública, lo que generaba riesgos para el sector privado”, asegura el experto en entrevista con AméricaEconomía.com, y adelanta que si bien el sector público se vio obligado a responder, ya que la crisis hizo que el financiamiento privado retrocediera, esa obligación supone una oportunidad para fortalecer su rol en la infraestructura de sus propios países.
“Si en los 90 fueron las privatizaciones y en 2000 comenzaron las concesiones, este es un nuevo período de cambios y ahora es cuando deben comenzar a liderar (los Estados), a través de sus propias instituciones”, explica.
En busca de recursos. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Corporación Andina de Fomento (CAF), el Banco Mundial (BM), entre otras organizaciones multilaterales, han jugado un rol fundamental como promotores de la infraestructura en la región, aportando importantes recursos para el desarrollo de proyectos.
Sin embargo, en esta reestructuración del sector, Anderson asegura que la banca multilateral también tiene que reorganizarse y evolucionar. En ese sentido, explica que el sector tiene dos tareas importantes que hacer: en primer lugar, capacitar al sector público, además de prestar asesoramiento, principalmente, en el diseño de licitaciones y en el monitoreo de los procesos.Asimismo, el experto detalla que más allá de invertir directamente en los proyectos, la banca multilateral tiene que proveer garantías y ayudar al desarrollo de la competitividad de los países.
Entonces, ¿de dónde se deben obtener los recursos? Anderson asegura que el desarrollo de capital propio debe ser una prioridad, y en su opinión, la mejor opción es la introducción de los fondos de pensiones para proveer recursos a fondos de infraestructura que financien proyectos.
Esto ya que se trata de una iniciativa muy sana, porque “son recursos de los propios países y de los ciudadanos. Con eso se va invirtiendo en ellos mismos y mejorando su competitividad, que finalmente influye en el futuro de todos”.
Y agrega Anderson: “primero debe haber recursos adentro y después mezclarlos con los de afuera”. Con esta modalidad de financiamiento están trabajando Perú y Colombia, países que han logrado crear fondos conjugando recursos propios con aportes del BID y la CAF.
La clave para Anderson es que “el sector nacional debe ser líder en el proceso”, sólo así se pueden desarrollar mecanismos de financiamiento adecuados. En ese sentido, también destaca las asociaciones público privadas (APP), que permiten un trabajo conjunto entre ambos sectores, pero que con un sector público débil no se pueden desarrollar, porque se necesita movilizar capital local.
En cuanto al rol del sector privado, el experto destaca que éste sigue siendo clave y se está dando un fenómeno importante en la región, ya que las empresas de infraestructura están teniendo un fuerte crecimiento, con lo que “se está viendo mucha competitividad”. Por ejemplo, detalla que en el caso colombiano compañías como ISA y Empresas Públicas de Medellín (EPM) están desarrollando una fuerte huella en América Latina.
“Las multilatinas están operando en distintos países, ya no son sólo firmas internacionales ni locales, si no que las multilatinas se están expandiendo por la región”, asegura.
El panorama regional. “Hace tiempo que ya que el tema de infraestructura se ve como algo importante, y el diálogo es bastante serio en la región. Se sabe que es una buena opción para crear oportunidades, más producción y competitividad”, explica el experto. Y detalla que Chile, Brasil, Colombia y Perú, éste último en menor medida, están en un momento muy interesante, ya que existe una buena organización.
Un ejemplo regional es el caso brasileño que ha incrementado la inversión en infraestructura 12 veces en ocho años, además de tener importantes desafíos como son los Juegos Olímpicos y la organización de la Copa Mundial de Fútbol.
Anderson añade que en Colombia también va en un muy buen camino: “lo veo como estaba España en 1995, antes de comenzar la oleada de obras de infraestructura; existe una buena oferta de proyectos, ya que el rol que está jugando el gobierno es importante y existe una visión hacia el futuro”.
El problema, advierte Anderson, es para los países con menos recursos, porque no hay créditos disponibles. Ecuador, Bolivia y las naciones del Caribe están en un “peligro enorme, y no se observan buenas perspectivas en sus casos”, agrega.
En cuanto a los grandes planes de infraestructura anunciados por los gobiernos brasileño y mexicano, el experto ve una dispar suerte. Los planes de infraestructuras promovidos por las administraciones de Luiz Inácio Lula da Silva y Felipe Calderón, respectivamente, contemplan millonarias inversiones, pero tras los pomposos anuncios, los recursos y las obras han presentado retrasos.
Según Anderson, para desarrollar este tipo de programas se requiere hacer dos grandes cosas: en primer lugar, una evaluación de cuáles son los proyectos que el país necesita para ser más competitivo; y posteriormente, en base a ello establecer cuáles son los proyectos prioritarios. Esto permitiría elaborar una lista con iniciativas que no podrán ser tomadas como proyectos políticos, sino como reales necesidades del país.
A su juicio, el caso mexicano es el más complicado: “no veo cuál es la visión, sé que van a invertir mucho, pero no sé cómo van a ser más competitivos”, explica, y agrega que en el caso brasileño “se trata de un país de mucho más consenso”. Sin embargo, augura que en los dos países los programas supondrán un gran desafío para los próximos gobiernos.
Creando Innovación y Oportunidad en las Américas
Año a año, CG/LA Infraestructure presenta los principales proyectos de infraestructura que se están realizando en América Latina. Y 2010 no es la excepción, ya que en el marco del 8º Foro Latinoamericano de Liderazgo se analizarán las iniciativas más importantes de la región, que alcanzan un valor superior a los US$50.000 millones.
Los sectores que se presentarán son: carreteras, transporte urbano masivo, tratamiento y distribución de agua, puertos y logísticos, ferrocarriles, energía tradicional y renovable, generación y distribución de electricidad, entre otros. Con participantes que provienen de más de 20 países, entre los que se cuenta Estados Unidos, Canadá, España, Singapur, y toda Latinoamérica.
Anderson adelanta que se trata de proyectos que si bien no están aún andando, representan oportunidades en los próximos 12 meses. Y detalla que a diferencia de otros años, hay mucho más interés en proyectos de infraestructura social, como iniciativas de tratamiento de aguas, logística y conexión.
Entre las iniciativas en carpeta más importantes, el experto destaca el proyecto carretero colombiano la Ruta del Sol, un proyecto que conecta a todo el país. “Se trata de un proyecto muy antiguo, que al fin se podrá ejecutar”, resalta. La iniciativa representa todo un desafío, ya que supone una innovación en el tipo de contratos que se elaboraron, y en la relación entre Estado y privados (ver Ruta del Sol, el gran desafío colombiano).