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El Gran Museo del Mundo Maya, el recinto cultural que debes visitar
Lunes, Octubre 30, 2017 - 09:06

Recinto de Mérida ha funcionado como el centro neurálgico del FICMaya, pero alberga además la historia y la identidad de su gente.

Parece que en Mérida, en especial cuando se trata de hablar de su ancestral cultura, nada está puesto al azar, nada es “solamente porque sí”. Esa sincronía de la que hablo, por la que parece que todo encaja de manera mística y elemental está presente en cada rincón del Gran Museo del Mundo Maya en Mérida, que para fines prácticos llamaré el GMMMM.

El recinto cultural abrió sus puertas al público el 21 de diciembre del 2012. Quizá les suene la fecha, es el fin del calendario maya, y muchos lo interpretaron como uno de los tantos “fines del mundo” que se han ido cantando desde el inicio del milenio. Lo cierto es que acá represento el cierre de un ciclo, pero como consecuencia, el inicio de otro. 

Desde que lo vi a lo lejos, como un nido de colibrí que sobresale en el horizonte de la ciudad de Mérida, a un costado del Centro de Convenciones de Yucatán, me pregunté sobre su diseño. Resulta que el edificio fue reconocido en el 2013 por el Consejo Iberoamericano de Diseñadores de Interiores (CIDI) por ser “Obra Emblemática en Arquitectura, Interiorismo, Diseño, Museografía, Iluminación y Edificación", pero lo que realmente vale la pena es lo que hay dentro de este nido, un recorrido por la cultura maya, desde sus orígenes hasta sus manifestaciones contemporáneas.

Todo comenzó con un meteorito

Y no cualquiera. Aquí estamos hablado de EL meteorito. Ese que hizo que se extinguieran los dinosaurios, y que cambiara por siempre la vida en nuestro planeta. Es así que lo primero que uno se topa al entrar al área de Exhibiciones del museo son tres grandes rocas, apenas fragmentos minúsculos de este gran monstruo que le dió vida a la Península de Yucatán. 

A la izquierda comienza la magia. Huesos de dinosaurios que poblaron la zona, cráneos petrificados, trilobites y amonites fosilizados, y como acompañamiento, hermosos grabados de hace varias centurias, de factura holandesa, con reproducciones gráficas de cómo se debieron ver esos bichos en vivo y a todo color. 

En orden cronológico, luego de la pandemia llega el momento de los mamíferos, y la llegada del hombre. De paso, cabe mencionar, se explica el surgimiento de los cenotes y fosas marinas en la región, que además de ser sagrados por los pobladores, son un espacio ideal para conservar restos óseos. Ahí es donde se encontraron los esqueletos de dos mujeres, “eslabones perdidos” es la expresión que utilizó nuestra guía Jessica, que dan fe del origen de las migraciones humanas desde el continente asiático hasta América. 

Los mayas de ayer y hoy

Yucatán es rico. Qué digo rico, es riquísimo. Si en las calles sembraran sólo árboles frutales, la gente iría por la vida descalabrada por la comida. Hay calor y humedad, y eso es vida, y no ha cambiado desde los primeros asentamientos humanos en la región. Y es que ¿quién no quisiera vivir en el paraíso? 

La segunda parte del recorrido del GMMMM es una revisión de como los mayas tomaron este espacio, aprendieron a labrar la tierra, desarrollaron caminos, construyeron ciudades, edificaron templos y pirámides, descifraron el lenguaje de los astros y florecieron, y se convirtieron en fruto. 

Luego llegaron los españoles, quisieron conquistar, batallaron e impusieron. Los mayas se separaron; unos decidieron (casi, tampoco tanto) incorporarse al nuevo mundo, otros se quedaron al margen!otros más se sumieron en la montaña. Llegó la esclavitud, la guerra de castas, las haciendas henequeneras y la injusticia social, igual que en el resto de país. 

En la actualidad, el proceso de emancipación sigue vigente. Se están abriendo espacios para el reconocimiento de las tradiciones, la lengua y la cultura maya. La integración completa es trabajo de todos, pero espacios como el Festival Internacional de la Cultura Maya hacen las veces de un foro para enaltecer y dignificar lo que merece un profundo respeto, la raíz.

Autores

Mariana Ampudia/ El Economista.com.mx