Otsuchi fue una de las ciudades más afectadas por la catástrofe de 2011. La tragedia bordea esta historia, aunque este fotógrafo argentino quiere transmitir otro mensaje, el de rescatar el pasado para fundirlo con el presente mediante su trabajo.
Alejandro Chaskielberg llevaba un par de semanas en Otsuchi, una pequeña ciudad de pescadores ubicada en la costa noreste de Japón, y durante todo ese tiempo no había visto a ningún occidental ni había escuchado una sola palabra en inglés. Menos español.
Transcurría el año 2012 y este fotógrafo argentino estaba entrevistando a una familia para su nuevo trabajo. A falta de intérprete recurrió a un amigo que se encontraba en Tokyo, a unos mil kilómetros de allí, siendo el celular la única conexión entre él y esas personas que se encontraban sentadas sobre lo que quedaba de su casa. La ciudad estaba arrasada, sin luz, prácticamente a oscuras, dado que Otsuchi fue uno de los lugares más afectados por el terremoto y posterior tsunami que azotó a Japón en 2011.
Aunque en un principio Chaskielberg solo pretendia retratar la ciudad, el proyecto cambió y se convirtió en lo que hoy es su nuevo trabajo y que lleva por nombre Otsuchi, futures memories (Memorias del futuro de Otsuchi), libro que espera publicar en 2015.
"La génesis de este proyecto fue bastante azarosa, yo tenía exhibiciones en Tokyo y tenía interés de hacer fotografías relacionadas a los pueblos de pescadores, como sabía que Japón tiene una cultura de pesca importante, empecé a investigar y por medio de un curador de una de las muestras me relacioné con su familia que es del lugar, siendo ese mi primer acercamiento con la gente. Cuando empecé a conocer la zona hice imágenes de la gente que había perdido sus casas en el mismo lugar que estaban sus casas antes que ocurriera el tsunami porque en internet vi que muchas de las personas hacían eso. Es algo muy gráfico de un espacio vacío, de algo que se ha perdido", relató el fotógrafo que fue elegido en 2009 entre los 30 fotógrafos emergentes más influyentes del año y en 2011 como el fotógrafo del año por L'Iris D'Or - Sony World Photography Awards.
Fue así como Chaskielberg empezó a retratar a estas personas y a fotografiar paisajes. Estaba en medio de este proceso cuando un día, recorriendo el lugar, encontró dentro de un cajón un álbum de fotografías familiares, el cual estaba absolutamente mojado y perdido desde hace un año y medio. Fue entonces cuando la idea del proyecto se concretó por completo.
"Lo interesante es que todas las imágenes estaban borroneadas, casi no se distinguían las formas pero los colores estaban muy vivos, entonces me apreció interesante poder unir algo que sobrevivió, de algo que viene del pasado, como es la imagen fotográfica, con las imágenes que yo estaba creando. Fue algo que surgió por la mezcla de mis propios intereses estéticos y lo que fui encontrando en el lugar. Antes de llegar tenía la idea de trabajar en algún proyecto mío con fotografías pintadas, porque el color dentro de la fotografía me parece un elemento narrativo muy potente, uno puede contar mucho con el color, que es un lenguaje bastante universal", reveló este argentino que ya posee 20 imágenes terminadas, pero que en septiembre volverá al lugar para terminar ese proceso.
Este trabajo mezcla los colores brillantes con los sepias, porque es parte del sentimiento que hay detrás de las fotografías y del sentir de la ciudad. "Lo que tiene de particular estas imágenes es que yo mezclé color con blanco y negro. Algunas de las imágenes en color son más que nada paisaje y las blanco y negro son de la gente. No pude retratar a la gente con colores porque la desazón que yo sentí cuando llegué al lugar y la angustia que genera la destrucción de esta ciudad me hizo sacar fotos en blanco y negro".
Más allá del lente
Aunque no se lo proponía, la catástrofe terminó envolviendo a Alejandro Chaskielberg. "Trabajar con la tragedia es algo absolutamente nuevo, porque yo he perseguido mostrar el lado bueno de las cosas. En este caso, me parece que es un poco el rescatar, darle valor a la fotografía como algo que ayuda a la memoria y que ayuda a entender el pasado; también poder recuperar algo de lo que se ha perdido, justamente trabajar con el pasado para crear algo en el presente. Empecé a trabajar desde la tragedia, pero esa está en cualquier lugar, no hace falta ir a Otsuchi para verlo", confesó quien ha exhibido sus trabajos, tanto en solitario como en grupo, en diferentes partes del mundo, siendo invitado a diversas bienales.
Y es que el trabajo de Chaskielberg no venía siguiendo esa línea, pero sí un patrón común basado en las problemáticas del agua, de la gente y la naturaleza, aunque cada proyecto con características muy diferentes.
Dentro de estos destaca La Creciente, edición que retrata a una comunidad de isleños del Río Paraná, y el trabajo encomendado por la ONG Oxfam, en Turkana, Kenia, donde plasmó la realidad de las personas afectadas por la sequía de África Oriental y la crisis alimentaria.
El agua es un tema recurrente en los trabajos de Alejandro Chaskielberg por una simple y práctica razón: porque le gusta el agua.
"No hay una razón extraordinaria, simplemente me gusta, soy navegante, me genera tranquilidad, paz, me parece interesante todo lo que sucede alrededor del agua y la relación con la gente. Creo que es un recurso de los más importantes", declaró este artista que comenzó como reportero gráfico a los 18 años y que pronto estará en la en la Bienal de Fotografía de Corea del Sur.
Después de haber visto tantas realidades distintas y en contextos de esfuerzo, Chaskielberg afirmó que hay dos elementos que lo han impactado, tanto desde el punto de vista fotográfico como el de su propia realidad.
"Una de ellas es como las personas de diferentes realidades se han conectado con mi forma de fotografiar, la técnica que yo tengo implica que los fotografiados tengan que quedarse completamente estáticos por varios minutos. De alguna manera me sorprende que se genera una unión con la cámara, con la gente de diferentes culturas y realidades; que están unidas por una forma de fotografiar y que todos las disfrutan de alguna manera y es un momento muy introspectivo para cada uno de ellos".
"Después, por mi realidad, lo que me ha llamado la atención fue trabajar en Turkana, que es una población que vive completamente aislada de lo que es el fervor de la capital, gente que vive en el desierto, cosas que uno no puede entender; uno está ahí y a cinco kilómetros la gente no tiene agua para beber ni cultivar y ahí uno no puede ayudar a la gente", agregó.
Si bien, este argentino ha tenido durante un largo tiempo su atención puesta lejos de América Latina, Chaskielberg confidenció que pretende volver a volcar la mirada a la región. Es más, tiene tres proyectos en mente, siendo uno de ellos fotografiar de noche Machu Pichu, el que se llevaría a cabo en agosto. Otro, en el cual ya está trabajando, es retratar a los automovilistas en Buenos Aires.
"Empecé a fotografiar a automovilistas para ver la actitud de la gente cuando maneja, porque eso dice mucho. Como acá se está viviendo una crisis y se está haciendo cada vez más difícil y la gente está más alterada y eso se refleja mucho en el manejo en la calle", explicó este fotógrafo, quien a pesar de contar con muchas ideas, aún sigue concentrado en esa pequeña ciudad de Japón, en la que es un claro extranjero, pero, hasta el momento, su mejor expositor.