Se trata de una novela que funciona bien de principio a fin, que tiene todos los ingredientes que debe tener un buen policial y que sorprende por su final atípico, que se aleja de todo triunfalismo.
Parece mentira en un mundo globalizado y simultáneo, pero lo cierto es que han tenido que pasar 18 años para poder leer en español "El Murciélago", la primera novela policial de la saga de Harry Hole, de Jo Nesbø, un autor que ha vendido ya 25 millones de libros.
Aunque tarde, hay que saludar la decisión editorial porque siempre es importante conocer el origen de un personaje, aunque más no sea para observar cómo ha ido mutando a lo largo del tiempo.
En este caso la alegría es doble, ya que por suerte se trata de una novela que funciona bien de principio a fin, que tiene todos los ingredientes que debe tener un buen policial y que sorprende por su final atípico, que se aleja de todo triunfalismo.
Nesbø cuenta que pergenó el libro durante las treinta horas que duró un vuelo de avión que lo llevó de Noruega a Australia durante unas vacaciones. Y es allí, en un continente compuesto por una población nativa y hombres blancos venidos de todas partes del mundo, donde el autor sitúa la acción.
Harry Hole, un policía noruego con un pasado oscuro llega a Sidney para aclarar el asesinato de Inger Holter, una compatriota que aparece muerta en un acantilado con evidentes signos de violación. Junto a las autoridades locales y a su compañero aborigen Andrew Kensington, comienza a investigar mientras lucha contra sus propios demonios, que lo atormentan recurrentemente.
Este punto, que en otros detectives de la literatura es un cliché, en Nesbø adquiere una dimensión trascendental y creíble. Harry es un ex alcohólico que vive en el filo de la navaja y que se aferra a los refrescos para no darse la más mínima oportunidad de recaer. Lo notable es que no se cuida por miedo, sino por una culpa que lo atormenta, ya que borracho, años atrás, mató a su compañero en un accidente de tránsito y dejó paralítico a un muchacho que se cruzó en su camino. Pero en realidad lo que le resulta insoportable a Harry es que no pagó por su crimen, ya que sus superiores arreglan todo para presentarlo como inocente, echarle la culpa al muerto e incluso condecorarlo.
Es el primer dardo contra su propio país, al que más adelante destrata sin piedad poniendo en duda el milagro noruego. "Aquel país del norte que se consideraba un pueblo dinámico y previsor, pero que en el fondo se asemejaba a una república bananera. Que tenía bosques y puertos cuando los holandeses y los ingleses necesitaban madera, que tenía cataratas cuando se inventó la electricidad y que, sobre todo, encontró petróleo a tiro de piedra".
Nesbø maneja con habilidad los tiempos narrativos y es especialmente cuidadoso a la hora de insertar flashes del pasado en el presente, consciente de que demasiados saltos temporales le complican la vida a cualquier lector. Las páginas donde mira hacia atrás se justifican por sí solas y resultan importantes porque muchas veces condicionan la mañana siguiente.
En el terreno estrictamente policial la investigación resulta correcta, con secuencias lógicas y una marcada inclinación de Harry por trabajar directamente en el terreno y conseguir información a base de amenazas y presiones de todo tipo, lo que lo acerca a los íconos de la novela negra de Estados Unidos, más propensos a la acción que a la deducción genial y abstracta.
Además de un asesino y un detective, la novela cuenta con un montón de secundarios importantes que le aportan condimento a toda la novela. Si a ello se suman temas como la prostitución, la heroína, el racismo, la homosexualidad, el colonialismo y hasta el boxeo, el plato está servido.