El secreto de Recoba: patear tiros libres hasta la noche
Miércoles, Julio 5, 2017 - 10:27
Mario Rodríguez, equipier de Danubio hace 30 años, contó historias de la vida del club uruguayo.
El Observador | Qué tiempos... Mario cebaba mate y Cavani manejaba. Tenía que tirar unos palos en la caldera y bajar a la cancha con su señora para alcanzarle la pelota al Chino Recoba que se quedaba hasta la noche pateando al arco. Arregló las chancletas de Zalayeta. Fue ayudado por Jadson Viera. Juntó monedas para comer fideos de día y de noche con el Canario Nelson Cabrera. Durmió en el caño –una casa en la que vivían los jugadores de Danubio– y plantó la palmera. Sus seis hijos nacieron en Jardines. Mario es Danubio. Y su último deseo es que, cuando muera, sus cenizas sean esparcidas en la cancha.
Mario Félix Rodríguez lleva 30 años trabajando en Danubio. Llegó al club de la mano de Coco García y Antonio Díaz, que fueron a buscarlo para oficiar de canchero. Le ofrecieron vivir en el estadio de Danubio. No lo dudó. La casa daba a la mitad del estadio (estaba en la zona de cabinas de prensa).
"En 1989 se fue el equipier y pasé a hacer de todo: utilero, canchero, sereno. Formé mi familia acá adentro, tengo seis hijos y los seis son fabricados en Danubio. Marito, mi hijo grande, trabaja conmigo, es la herencia que le va a quedar al club", dice a Referí. "Yo vine con una mano atrás y otra adelante. Me acuerdo que el ingeniero Del Campo me trajo una cocinilla de tres kilos para cocinar. Y empezamos y ahí formé mi familia".
Mario se mete en su propia historia. "De la primera vez no me olvido. Me llama Batista (exgerente) y me dice: 'Mario, ¿te animás a hacer la utilería?, porque al utilero lo echaron'. Armé todo. Llegué al Estadio y empecé a colgar las camisetas como había visto en la tele. Estoy sentado y empiezo a pensar... me parece que me falta algo. Yo estaba con un dirigente al que le decíamos Chisperío. Empiezo a mirar y ¡pah, las canilleras! El plantel volvía del calentamiento para entrar a la cancha. ¿Qué hacemos? El pobre Antonio (Chisperío) salió en el auto a buscarlas".
El Danubio de 1988
A la semana de estar en el cargo, Danubio recibía a Progreso en su cancha con el firme propósito de ganar por primera vez el campeonato Uruguayo. "Ese día llego y el técnico se me presenta. Me da la mano y me dice: 'Mucho gusto, Ildo Maneiro'. Y me dice: 'Mire que si no ganamos la final el sábado, usted es yeta. Se puede ir solo'. Me lo repitió toda la semana. El día del partido estaba lleno de gente y me subí arriba del techo de los baños. Miraba y rezaba. Pedía por favor que ganáramos porque si no estaba afuera".
El utilero de la franja dice que el plantel de 1988 lo marcó. "Ese plantel fue fenomenal. Recuerdo las cábalas. El Polillita Da Silva con el Negro Ruben (Pereira) agarraban el teléfono que estaba en la mitad del pasillo y llamaban a cualquiera. Antes de irse a cambiar, el Negro Ruben le decía: 'Vení, Polilla, vamos a llamar a alguno'. Pero había gente que tenía captor y el que se la comía era yo. Quedaba solo, con el silencio del estadio, y empezaban a caer las llamadas de que me iban a denunciar".
Por aquellos tiempos, la utilería de Danubio era una pieza chica con un mostrador de madera. Para entrar al vestuario se pasaba por un angosto pasillo pegado a las cabinas de prensa, tomaban el canasto (con la vestimenta) y bajaban una estrecha escalera en caracol.
"Tengo recuerdos de todos. El Canario Cabrera vivía allá en Empalme Olmos y no se iba, se quedaba acá en Jardines a dormir en casa. No me olvido de andar juntando los últimos pesos que teníamos a fin de mes porque no se cobraba. Con el Canario las pasamos. De comer fideos hervidos al mediodía y de noche. Y a veces hasta no comer".
Y empieza a contar las cábalas. "A Kanapkis no le gustaba que le pintara las rayitas blancas de los zapatos Adidas. Claro, el tema es que me olvidaba. Un día estaba meta betún pasándole a los zapatos y le dejé las rayas negras. Al otro día el Caballo casi me mata".
"El Pompa utilizaba siempre los mismos zapatos. Una vuelta en un partido se le rompieron y les pasó cinta. Le habían traído zapatos nuevos pero no se los quería poner. Entonces salió a la cancha y la cinta no aguantó. Se le rompió el zapato. ¿Qué hizo? Le pidió el zapato a un compañero y jugó con dos zapatos distintos. Un fenómeno. Era un desordenado (risas)".
Mario agrega: "Al Pompita y al Pecho Sánchez los veía venir y les tenía que tener el canasto pronto porque eran los últimos en llegar. Entraban al túnel poniéndose el short. El Pompa un día compró un auto, salió de la casa y venía tomando mate. ¡Pa' qué! Fue la primera vez que agarró el auto, soltó la dirección para cebar el mate y se dio contra el cordón. Llegó todo quemado".
Y cierra su recuerdo del primer plantel campeón diciendo: "¿Había un premio? Zeoli y Eber Moas lo repartían con nosotros".
Cavani, el Chino y Zalayeta
Mario convivió con todas las estrellas de la franja. Los conoció pobres. Los conoce ricos. Con cada uno tiene una historia, una anécdota, un recuerdo.
Con Cavani. "Yo salía de acá con la Suzuki y Edi me esperaba en el (bar) Serrano, donde yo lo levantaba para ir a entrenar a Carrasco Polo. Se venía de la casita de Danubio en ómnibus y me esperaba en el bar. Andaba conmigo en la camioneta para todos lados y me decía: 'Dame que yo manejo'. Yo le cebaba mate y él manejaba la camioneta. Y si se iba solo era el primero en llegar a la práctica. Nosotros llegábamos y estaba el Edi sentado allí, esperándonos. Un gurí flaquito. '¿Qué hacés acá, tero?', le decía yo porque tenía patas finas".
Y se acuerda de Zalayeta: "Nunca me olvido cuando lo subieron. Lo vi venir caminado con dificultad. '¿Qué te pasó, Zala?', le pregunté. Venía de chancletas y con una pata (sic) descalza. 'Se me rompió la chancleta', me dice. 'Vení, vamos a ponerle un clavo en el medio y te la arreglo'".
También tiene anécdotas con Recoba. "Antes la caldera era a leña. El Chino me decía: 'Mirá que me quedo, Mario'. Después que se iba todo el plantel, le ponía unos palos más de leña a la caldera y bajaba con mi señora a la cancha, donde él estaba pateando. Mi señora y yo nos poníamos atrás del arco a alcanzarle la pelota. Se quedaba hasta la noche".
Otro con el que compartió experiencias fue con el colombiano Hamilton Ricard. "Hamilton me ayudó mucho, hasta ahora lo hace. La otra vez me llaman de Western Union y me había mandado US$ 200. Un día llego y lo veo triste. Y le pregunto: '¿Qué hiciste, Hamilton?', 'Pah, me mandé la tal cagada', '¿Qué pasó?', 'Le dije al juez (Jorge Larrionda) que le mandaba la moto', '¿Y qué tiene que ver?, si acá anda todo el mundo en moto', le digo yo'. Me dice: 'No, Mario, allá (en Colombia) los de las motos son los que andan armados'".
Algunos gestos
Mario no olvida un gesto que vivió cuando Recoba volvió al club. Cierta tarde, tomando mate, el Chino le preguntó dónde vivía.
"Ahí abajo, en el vestuario viejo, le dije. Bajó y no lo podía creer. 'Chino, hace seis meses que vivimos acá abajo', le comenté. Y me respondió: 'No, no, no podés vivir acá. Yo te voy a dar una mano'. Y me dio la plata. Arturo (Del Campo) me dijo que sacara lo que necesitara en la barraca y me hice la casita ahí arriba (señala las cabinas)". Pero el problema surgió cuando se hizo la reforma de Jardines. "No nos pudimos quedar porque estaba fuera de padrón y hubo que desarmar todo".
En ese momento apareció otro de los referentes históricos de la franja, como es Jadson Viera. "¿Jadson?... pah, no me puedo olvidar de Jadson. Fue el que me consiguió la casa en Veracierto. Ahí vivieron todos los gurises: Cavani, el Mota Gargano, el propio Jadson. Un día vino y me dijo: 'Mario, hay una casa que la tienen media abandonada, si querés hablo con los dirigentes y te arreglo para que vivas ahí'. Y me dio una mano para arreglar toda la casa. Y hasta ahora aparece todos los meses con el surtido. Viene y me dice que mis botijas son sus hijos. Esas cosas no se olvidan. Danubio es mi vida. Espero que el día que me muera mis cenizas sean esparcidas acá adentro".
Anécdotas y recuerdos
Tristeza por García
"Fue una tristeza muy grande enterarnos de lo que pasó. Jorge (García) era otro que venía corriendo, llegaba sobre la hora, pero después que se cambiaba venía al vestuario a contar sus vivencias, los problemas de él, de la casa, de los amigos. Yo le decía: 'Jorge, mirá que esos no son tus amigos. Desaparecen'. Con mi señora llegamos a lagrimear con lo que pasó. Cuando nos enteramos que mató al padre, no podíamos creer".
Tatuajes
Mario tiene dos tatuajes. "Uno con una de las letras de una canción de Danubio: 'Hoy igual que ayer, alma de campeón' (con las cuatro estrellas que simbolizan los cuatro campeonatos uruguayos). Y en el brazo, el escudo. "Este no puede faltar. Cuando salimos campeones me hice la otra estrella".
Recuerdo a Leo
Mario hijo también trabajo en la utilería y recuerda el paso de Leonardo Ramos. "Fue uno de los técnicos con los que tuvimos más confianza de hablarnos todo. Había dejado de ser el técnico, era un amigo. Leo llegaba el viernes y me acuerdo que aparecía con dos pollos, fideos y una botellita de vino".
Felipe Revelez
"A Felipe Revelez a todas las canchas donde íbamos le preguntaba: '¿Te llevo los zapatos, Felipe?'. Y, manso cómo es, te decía: 'Bueno, llevalos si querés. Pero de los championes no te olvides'. Jugaba con unos championes de fútbol 5. En esos tiempos se jugaba en canchas terribles, duras, pero Felipe jugaba con championes de fútbol 5".
La Palmera
"Tengo fotos de andar caminando por acá cuando se hizo la obra en Jardines. Cuando se hizo la tribuna. ¡Lo que peleamos con el ingeniero porque la palmera iba a quedar corrida! Y yo le decía '¿Por qué no la corremos un poco?'. La palmera la plantamos en el medio de la tribuna con el otro canchero, Bigote, en el año 89. Era chiquita y estuvimos meta agua. Yo le decía: 'Vamos a echarle agua, Bigote, que va a crecer'. Cuando la prendieron fuego fue una puñalada en el corazón. Tantos años... Pero la curé. Hice un agujero profundo, meta pala, hasta que encontré las raíces y empecé a echarle hierro. Y miren, hasta ahora está".
Las enseñanzas del Ingeniero
"Con el ingeniero Del Campo empecé a trabajar. Me dio muchas vivencias, me enseñó todo acá. Cuando entré, yo no lo conocía, no sabía ni quién era. De pronto aparece un veterano, así nomás, en el auto aquel que andaba perdiendo las latas y se me presentó. Era el ingeniero", dice Mario recordando a Héctor del Campo.
Y acota: "Hacía todo acá. Nosotros antes de los partidos colocábamos los carteles de la publicidad. Allá atrás del arco había unos fierros tirados y venía él y me decía: 'Esconda todo, Mario, que las corujas no vean. Mire allá arriba, desde ahí las corujas ven todo, esconda atrás de los carteles'. Así era el ingeniero, se encargaba de todo, andaba con las bolsas de semillas en el auto. Todo lo que sé de las canchas me lo enseñó él. Y andaba todos los días. Parecía que no estaba pero siempre se daba una vueltita por acá. Vivía para el club. A veces escuchaba que había asamblea en la AUF y yo decía 'Pah, hoy no va a venir el ingeniero'. De nochecita, antes de entrar el auto a la casa, se daba una vueltita. El único presidente que venía siempre. Después vino Arturo (su hijo) que también andaba en la vuelta pero no como el padre".
Al Chino no le gustaban las medias
Mario hijo recordó lo que le sucedió con Recoba. "Con el Chino estábamos en la pretemporada y no le gustaban las medias que utilizaba Danubio. Estábamos en un hotel a una cuadra del Géant y me daba plata y me mandaba a comprar medias. Tráeme medias gruesas y que sean cortas. Yo le traía cualquier medias y protestaba".
Chevantón en la ropería
"El Cheva, otro fenómeno, supersencillo para la ropa, venía temprano para charlar con nosotros. El Cheva no se cambiaba en el vestuario, se vestía en la ropería. Teníamos una gran amistad".
Polillita y Pouso, en casa
"Polillita Da Silva se quedaba dos por tres. Después de la práctica, él y el Omar Pouso abrían la puerta y se quedaban en casa. Eran de la familia. Ellos se tiraban a dormir en cualquier lado. Omar se quedaba a comer y se tiraba a dormir en el sillón".
La dedicatoria
"Coco Conde un día estaba con un cartón arriba de la mesa y me pone: 'Con cariño para Mario'. Ese cartón lo tengo en mi casa todavía, colgado en el garaje. Y Carini, otro crack, se cambiaba en la utilería. Las cenizas de su papá están atrás del arco".
Los zapatos de Ardaiz
"El Pájaro tiene como siete pares de zapatos. Algunos de los que ni se acuerda. Yo muchas veces le digo, 'Pájaro, mirá que tengo unos zapatos tuyos' y ni se acuerda".
Las charlas de Jadson
"Las charlas de Jadson Viera antes de salir a la cancha eran tremendas. El día de la final con Wanderers entraron todos llorando a la cancha", recordó Mario.