El asalto al Fuerte Rojo de Delhi ha sido la dramática culminación de meses de protestas contra las nuevas leyes agrícolas. ¿Podría una agricultura más sostenible ser parte de la solución?
Desde hace uno meses, Raja, un agricultor del estado indio de Tamil Nadu, ha cambiado su rutina. Cada pocos días, este hombre de 53 años abandona su granja de 12 hectáreas (30 acres) en el distrito de Villupuram – donde cultiva arroz, caña de azúcar, cocoteros y hortalizas –y se une a un pequeño grupo que se manifiesta ante las oficinas gubernamentales y las carreteras principales de su pueblo.
Raja es una de las millones de personas que llevan meses protestando en pueblos y ciudades de toda India contra tres leyes agrícolas introducidas en septiembre de 2020.
En Nueva Delhi, punto central de la revuelta, las escenas de concentraciones de tractores y sentadas en las zonas periféricas desembocaron en violencia la semana pasada, culminando con el asalto al Fuerte Rojo.
El gobierno del Primer Ministro Narendra Modi sostiene que la legislación, que prevé una menor regulación e invita a la inversión privada en el sector agrícola, está diseñada para impulsar el crecimiento económico y aumentar los ingresos de los agricultores.
Los agricultores, por su parte, temen que las reformas favorables al mercado les dejen a merced de la explotación de las grandes empresas y ven peligrar sus medios de vida. "Nos oponemos a estas leyes agrarias que van en contra de los agricultores y a favor de las empresas”, explica Raja.
La agricultura en crisis
Los agricultores y activistas temen que la legislación agrave las tensiones existentes en el sector agrícola, que lleva seis años de estancamiento y décadas de aumento de la deuda. Se cree que las presiones han empujado a miles de personas al suicidio.
"Hay mucha incertidumbre”, lamenta Raja, cuyos ingresos no han aumentado desde hace más de una década. "Antes del boom del software en los 90, ganaba tanto como mis amigos ingenieros. Hoy en día, es otra historia”. Desde hace más de 15 años, recibe unos 13 dólares por un saco de 75 kg de arroz crudo, por debajo del precio mínimo de apoyo del gobierno.
A Raja le preocupa que las nuevas leyes, que debilitan las garantías de precios para ciertos cultivos, vuelvan a los agricultores aún más vulnerables.
Las leyes actuales promueven una agricultura en la que los campesinos firman contratos legalmente vinculantes con grandes empresas y agentes privados. Los activistas temen un desequilibrio de poder, ya que el incumplimiento de la entrega de las cosechas, debido a la pérdida de las mismas, podría suponer incluso la pérdida de tierras.
El 12 de enero pareció verse un avance en los meses de protestas, cuando el Tribunal Supremo decidió suspender temporalmente la legislación. Pero no fue la victoria que muchos esperaban.
"Los movimientos de agricultores están en contra de la orden del Tribunal Supremo”, señala Ashlesha Khadse, activista y voluntaria de Mahila Kisan Adhikaar Manch, una agrupación de mujeres agricultoras.
El tribunal ha nombrado un comité para mediar entre los manifestantes y los funcionarios del gobierno y poner fin a los enfrentamientos en curso. Según Khadse, los agricultores consideran que los miembros designados son partidarios de las leyes y seguirán protestando hasta que se deroguen definitivamente.
Las raíces ecológicas de la crisis
También sostiene que la legislación no aborda las causas fundamentales de los problemas del sector. "Las leyes no mencionan el medioambiente”, critica Khadse. "Pero la crisis agrícola actual tiene raíces ecológicas”, añade.
El arroz es un cultivo básico en India, pero las variedades que se cultivan pueden marcar una gran diferencia en la resistencia al clima.
Explica que los problemas actuales se remontan a la Revolución Verde de los años 60, en la que el gobierno apoyó el cultivo industrial de determinadas cosechas y adoptó tecnología moderna para maximizar la producción. La diversidad alimentaria de India disminuyó, ya que ciertos cultivos, principalmente las variedades de alto rendimiento como el arroz, el trigo y las legumbres, se vieron favorecidas sobre otras.
El cultivo de estas variedades de semillas en monocultivo ha agotado el suelo, según Khadse. Y el coste de los insumos necesarios para seguir produciendo ha llevado a los agricultores a un ciclo de endeudamiento.
"El aumento de la productividad agrícola ha tenido costos tremendos para el medioambiente”, afirma Thomson Jacob, asesor político del Centro de Política y Derecho de la Biodiversidad de Chennai. Jacob afirma que entre ellos están la pérdida de nutrientes del suelo, el exceso de riego, la escasez de agua, el uso indiscriminado de algunos fertilizantes y pesticidas y la pérdida de agrobiodiversidad.
Los agricultores de hoy en día no solo se enfrentan al legado de la Revolución Verde, sino también a los efectos adicionales del cambio climático, como las sequías y las inundaciones. Más del 40 por ciento de la población activa de India trabaja en el sector agrícola.
Raja afirma que el clima cambiante e imprevisible está afectando al rendimiento de su explotación. A finales de noviembre del año pasado, sus cultivos resultaron parcialmente dañados por el ciclón Nivar. Las investigaciones muestran que la actividad ciclónica en la Bahía de Bengala, junto a la que se encuentra Tamil Nadu, se ha intensificado debido al aumento de las temperaturas.
Incentivando el monocultivo
A pesar de la Revolución Verde, hoy en día el 82 por ciento de los agricultores indios siguen cultivando tierras de menos de dos hectáreas.
Karthik Gunasekar, activista del Grupo de Acción Climática de Chennai, cree que una mayor desregulación del mercado aumentará la presión para incrementar la producción.
"Estas nuevas leyes impulsarán una agricultura de monocultivo insostenible”, afirma Gunasekar. Pide que las leyes se derogen. Considera que, en su lugar, debería ofrecerse una mayor protección de precios a una gama más diversa de variedades, para incentivar su cultivo.
Debido a la falta de un precio base y la escasa vinculación con el mercado, los cultivos autóctonos indios, de menor rendimiento, han caído en desgracia a lo largo de los años. Sin embargo, Jacob sostiene que si se incentiva a los agricultores a cultivar variedades de semillas tradicionales, el impulso de la agricultura por contrato (en la que agricultores, proveedores y compradores se comprometen contractualmente) podría servir para invertir el declive generado por la Revolución Verde.
"Si la agricultura por contrato fomenta los productos de cultivo ecológico, mejorará la agrobiodiversidad”, afirma Jacob, añadiendo que podría hacerse a través de la exportación de variedades tradicionales de arroz y productos orgánicos certificados.
Raja es menos optimista sobre el futuro. Le decepciona que el gobierno haya abandonado a los agricultores a merced de los tribunales y las empresas, en lugar de negociar con ellos de igual a igual.
"No quiero que mis hijos se dediquen a esta profesión, aunque lo hayamos hecho durante generaciones”, lamenta. "Los agricultores ya no confiamos en el gobierno”.