La aplicación Life Design define los intereses y aptitudes de sus usuarios, lo que permite orientarlos en la carrera profesional más adecuada.
Felipe Rojas es una víctima de la educación. Mejor en otras palabras, como él mismo se corrige, es un crítico de ella. Este bogotano, graduado de un colegio de curas obsesionados por encabezar los rankings académicos, amante de la música pero despojado de las artes durante la escuela, creció pensando que algo estaba mal. Perdido, estudió finanzas influenciado “más o menos” por sus padres, trabajó en inversión extranjera y se encontró confundido, preguntándose: ¿cuándo me volví este ser? Desde ahí, hace ya cinco años, empezó a germinar este emprendimiento llamado Life Design.
“O tradúcelo diseño de vida. Lo llamamos así porque creemos que la educación debe aproximarse a las personas con ese fin, sin ser una camisa de fuerza. Estamos cambiando de manera exponencial, todo es absolutamente incierto y nuestra plataforma utiliza inteligencia artificial para ayudar a los jóvenes a tomar las decisiones de su vida a una edad en la que apenas están conociendo el mundo, bajo la filosofía de que la vida no es lineal, como nos enseñaron, sino puramente orgánica”, cuenta Rojas, quien hace cinco años recibió la noticia de que iba a ser papá. La buena nueva potenció sus ganas de transformar el sistema educativo.
Por eso se inscribió a una maestría semipresencial en el País Vasco, España, sobre Innovación para los negocios. De allí, la primera idea que alumbró fue crear un colegio, porque la oferta que había visto pensando en su hija no lo satisfacía, o bien eran muy académicos, “enloquecidos porque sus estudiantes tienen que sacar las mejores notas”, o elitistas. El único inconveniente fue que al conocer el proyecto, la mamá de su hija se negó a que “experimentara” con la niña y, en ese caso, su propuesta educativa perdía toda carta de presentación.
Eso, sin embargo, no lo frustró. Pensó que una idea que no se enfocara en niños sino en adolescentes sería menos problemática y se sentó con jóvenes de entre 15 y 19 años. Los más pequeños pertenecían al programa extracurricular Crea del Instituto Distrital de las Artes (Idartes). Los mayores eran estudiantes de primeros semestres en la Fundación Universitaria Panamericana en Bogotá. Hablando con ellos encontró el problema que podía solucionar: la pertinencia en la formación.
Esto es, en palabras de Rojas, “un problema de desorientación. De hecho, entrar a una universidad no garantiza que ellos tengan claro lo que va a pasar. El joven lo que hace es tomar una decisión porque tiene que tomarla, porque se supone que tiene que estudiar, porque sus padres lo inducen, ya que no se puede quedar en casa y un sinfín más de presiones. Que te impongan lo que tienes que hacer solo por pertinencia, ya sea económica o social, te desconecta del autoconocimiento”.
La caída del número de matrículas universitarias es un reflejo del problema. Solo en los dos últimos años, en el país se perdieron 17.000 cupos en las universidades privadas, de acuerdo con datos del Sistema Nacional de Información de Educación Superior (Snies). El asunto se intensifica si se tiene en cuenta que, ya inscritos, alrededor del 42 % de los jóvenes que ingresan a planteles educativos termina desertando en los primeros años. Tal porcentaje es tan alto que, en 2018, Colombia ocupó el segundo puesto entre países de América Latina con mayor tasa de deserción universitaria.
Pero ¿cómo ayudarles a los chicos a conocerse a sí mismos?, pensó Rojas, a quien para entonces se le habían sumado tres socios: David Aponte, Ángel Rodríguez y Yenny Téllez. La respuesta fue la inteligencia artificial. “Un algoritmo que capture información en cuatro dimensiones a partir de qué tanto te autoconoces, correlacione esos datos y disminuya el riesgo para que los muchachos redefinan sus decisiones”, explicó el fundador de Life Design.
El proceso se basa en dos variables referidas al individuo y otras dos exógenas. La primera de ellas se centra en lo que la persona es buena. Para colectar esta información, la plataforma utiliza el test de inteligencias múltiples creado por Howard Gardner, profesor de la Universidad de Harvard, en la década de los ochenta. Esta evaluación, que comprende ocho tipos de inteligencia, arroja información en aspectos como capacidad musical, corporal cinestésica, interpersonal y naturalista, entre otras.
La segunda dimensión se concentra en los gustos del usuario. Para ello, Life Design se basa en el test del mexicano Luis Herrera y Montes creado a partir de su tesis doctoral para definir los intereses y aptitudes de una persona. Ambos resultados se correlacionan y arrojan una clasificación frente a las áreas de conocimiento determinadas por el Ministerio de Educación.
El resto de variables alimentan ese resultado con información sobre lo que el mundo necesita, al pedirle al usuario que seleccione cinco de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible que más le importan, y la última dimensión, que es la más económica, referida a lo que te pagarían por hacer tal oficio o profesión sugerida.
La hipótesis de Rojas es que, conociendo estos puntos, “si tú encuentras lo que te gusta y conecta con algo con lo que eres bueno y tú sientes eso, a ti no te frena nadie”. Su idea, de hecho, pertenece a Ken Robinson, doctor de la Universidad de Londres. Este académico, considerado experto en calidad de la enseñanza e innovación, es el creador de una de las Charlas TED más vistas en el mundo, con más de 53,7 millones de reproducciones, en la que sostiene que la mezcla de aptitud y pasión es imparable.
Estos ingredientes, entonces, son la esencia para diseñar la vida según Rojas y su equipo, quienes han puesto en práctica el algoritmo con 2.800 usuarios, un piloto aplicado en el colegio San Nicolás de Tolentino, en Bojacá, Cundinamarca, y otras cinco instituciones educativas que también se han unido en Bogotá.
Este proceso, gratuito y en línea a través de la página de Life Design se concentra en la autogestión. En palabras de Rojas, se trata de que los jóvenes “tomen el control de sus vidas, se conozcan a sí mismos y sean conscientes de que no todos tenemos que hacer exactamente lo mismo y que no existe solo una sola fórmula para ser exitosos”.