Uno de los genes encontrado se asocia además al trastorno de déficit de atención e hiperactividad.
Casi el 28% de los niños españoles sufre obesidad, una cifra que convierte a esta enfermedad crónica en la más prevalente en la población infantil y adolescente. La obesidad infantil no solo comporta problemas para la salud del niño, sino que además lleva consigo el riesgo a sufrir obesidad y otras patologías derivadas durante la edad adulta.
Tanto el ambiente como la herencia genética desempeñan papeles cruciales en el desarrollo de la obesidad. Sin embargo, y especialmente en los casos de obesidad infantil severa, la genética tiene un peso importante. Pese al esfuerzo de los últimos años, los factores genéticos que subyacen esta enfermedad siguen siendo en gran parte desconocidos.
Ahora, un equipo científico, liderado por las universidades Pompeu Fabra (UPF) y Autónoma de Madrid (UAM), ha estudiado en 480 niños españoles nuevos genes involucrados en la obesidad infantil grave.
“La mayoría de las variantes genéticas detectadas asociadas a la obesidad han sido heredadas por parte de uno de los padres con obesidad más moderada, y probablemente tienen un efecto dominante”, asegura Luis Alberto Pérez Jurado, líder de la investigación y jefe de la Unidad de Genética de la UPF y de un grupo del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Raras (CIBERER) del Instituto de Salud Carlos III.
“La combinación de la carga genética con el ambiente claramente obesogénico que ha surgido en los últimos años con las sociedades industrializadas seguramente explica el hecho de que la enfermedad se expresa de forma más evidente en los hijos que en los padres”, añade.
Las claves en el sobrepeso
Varios de los genes descubiertos presentan funciones interrelacionadas con la regulación del apetito, la sensación de saciedad y procesos hormonales. GRIK1 y GRM7 son miembros de la familia de receptores de glutamato, que tienen varios papeles en la fisiología del sistema nervioso central, uno de ellos la regulación del balance de energía y la ingesta.
Según Pérez Jurado, “en estudios con ratones se ha visto que la ausencia de otro receptor de glutamato de la misma familia (mGLUR5) lleva a un descenso considerable en el peso”. GRPR es el gen que da lugar al receptor de la gastrina, una hormona encargada de facilitar la digestión en el estómago y promover la sensación de saciedad.
“El mal funcionamiento del gen GRPR puede causar dificultades para sentirse saciado y, en consecuencia, provocar una mayor ingesta de comida”, comenta Pérez Jurado. Por otro lado, el gen SLOC4C1 está involucrado, entre otras funciones, en el transporte de las hormonas tiroideas. Estas hormonas se han relacionado en numerosas ocasiones con variaciones de peso, siendo el hipotiroidismo una causa frecuente de sobrepeso.
Por último, los científicos han encontrado una variante en el gen NPY en una familia con varios casos de obesidad severa en al menos tres generaciones, con los varones presentando además un trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
“El gen NPY da lugar a un péptido con funciones moduladoras en el control del balance energético y la conducta, incluyendo la conducta alimentaria. Por este motivo, no resulta extraño que exista un vínculo entre el TDAH y la obesidad, dado que ambos pueden estar causados por trastornos de conducta regulados por el mismo gen”, comenta Clara Serra, primera firmante del artículo e investigadora de la UPF y el CIBERER.
“La obesidad es, hoy por hoy, uno de los principales problemas de salud pública en los países occidentales. Por esto es de vital importancia que, además de fomentar los buenos hábitos, estudiemos sus bases genéticas. Solo así lograremos entender mejor los mecanismos y la susceptibilidad de cada persona, y contribuir a evitarla o tratatarla y a frenar el impacto negativo que esta enfermedad ejerce sobre la sociedad”, concluye Serra.