El Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE) de la UNESCO, indagó sobre cómo ha sido la respuesta educativa en la emergencia, para ayudar a proveer de orientaciones.
Observar el desempeño de los estudiantes durante el año, evaluaciones flexibles, o una combinación entre ambas parecen ser algunas de las alternativas posibles para enfrentar una de las principales preocupaciones educativas que tienen actualmente los países de América Latina y el Caribe: ¿qué hacemos con la promoción de curso al final de los periodos lectivos?
Este problema, junto a los diagnósticos de los aprendizajes, las consecuencias de la pandemia al interior de los sistemas educativos, los problemas de infraestructura para enfrentar un retorno seguro a la escuela y cómo los países empiezan a abordar las secuelas de la pandemia en la población más vulnerable son abordados en el documento Sistemas educativos de América Latina en respuesta a la Covid-19: Continuidad educativa y evaluación. Análisis desde la evidencia del Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE): documento de programa.
El documento es realizado por el Laboratorio LLECE de la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe (OREALC/UNESCO Santiago), que llevó adelante una recopilación de información nacional a través de encuestas. En este instrumento participaron: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay.
Hallazgos
El documento encontró que existe poca claridad respecto a decisiones que tomarán los países en evaluación, dado el contexto de incertidumbre. El tema más apremiante pareciera ser la promoción de curso de los estudiantes, lo que no se refleja aún en propuestas concretas respecto a los criterios. Sin embargo, estos tenderían a basarse en el desempeño de los estudiantes durante el año y en evaluaciones flexibles, o alguna combinación entre ambas.
El texto de la UNESCO muestra que están surgiendo desafíos con diferentes horizontes temporales. A corto plazo, los países deberán trabajar en posibles planes de retorno seguro, a la vez que perfeccionan metodologías y estrategias para la educación a distancia o modalidades híbridas.
A mediano plazo, la UNESCO indica que deberán buscarse mecanismos para diagnosticar adecuadamente las consecuencias de la pandemia, y diseñar estrategias para paliar estos efectos lo más rápido posible, con foco en los estudiantes marginados. A largo plazo, los países encuestados afirman que la crisis actual los conmina a repensar los modelos de educación, a mantener el avance hacia currículos relevantes y atingentes para los ciudadanos del siglo XXI, y a tener sistemas educativos inclusivos y flexibles que den a cada estudiante la posibilidad de desarrollarse según sus fortalezas e intereses.
Al momento de la encuesta, el principal problema seguía siendo la interrupción de clases presenciales: 15 de los 17 países participantes mantenían sus establecimientos educativos cerrados, la mayoría sin claridad respecto a la fecha de retorno. Ante este panorama, los países habían implementado estrategias diversas para asegurar la continuidad de los aprendizajes: disponer material y contenidos en la web, uso de medios masivos de comunicación para transmitir contenido, la utilización de plataformas digitales de aprendizaje y el envío de material pedagógico a los hogares son las más medidas más frecuentes.
A través de esta pesquisa también se consultó a los países respecto a cuáles son los mayores obstáculos que perciben para el éxito de las medidas implementadas. Los países indicaron que perciben la falta de infraestructura adecuada como uno de los principales problemas para la efectividad de las medidas. Le siguen la dificultad para apoyar a zonas remotas, la falta de preparación de estudiantes, familias y docentes para funcionar en la modalidad de educación a distancia y la falta de calidad del material disponible. Son notorias en las problemáticas regionales la brecha digital y la poca adaptabilidad de los currículos para afrontar estas inequidades.
Con respecto a evaluación, la mayoría de los países tenían al menos una evaluación planeada a nivel nacional, ya fuese propia o internacional, y han tomado decisiones variables según el carácter de cada evaluación. En el caso de las evaluaciones de alto impacto, todos los países han adaptado la programación que tenían, ya sea en términos de fecha o formato, con el fin de limitar lo más posible las consecuencias negativas injustas que la contingencia sanitaria signifique para los evaluados. En cuanto a evaluaciones nacionales de bajo impacto y evaluaciones internacionales ha sido más frecuente limitarse a postergar la fecha o simplemente cancelar su aplicación. En algunos casos esto está asociado a que, dado lo inusual de las condiciones en que transcurrió el año escolar, el diagnóstico que entregarían las evaluaciones de gran escala podría no ser representativo.
También se consultó a las contrapartes ministeriales en los países, respecto a sus iniciativas de evaluación formativa, la cual se centra en entregar resultados individualizados para apoyar la labor docente. Son muy pocos los países que cuentan con iniciativas en este tema a nivel gubernamental o que están trabajando en ellas. Donde las hay, aunque en algunos casos los proyectos forman parte de estrategias educativas más amplias, con frecuencia responden a la necesidad generada por la pandemia de establecer un diagnóstico para el retorno a clases presenciales.
Respecto a orientaciones para la evaluación a distancia que hacen los docentes, se ve una alta proporción de países favoreciendo estrategias flexibles de valoración, tales como aprendizaje basado en proyectos, portafolios o trabajos escolares, por sobre los tradicionales exámenes.
Carlos Henriquez, coordinador general del Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE) de la UNESCO, indicó que estos resultados “son unos insumos muy relevantes para los próximos meses ante los planes de retorno a clases que comienzan a dibujarse de forma gradual, flexible y voluntaria. Estos deben tener como pilar central la seguridad sanitaria y su implementación debería involucrar el diálogo entre todos los actores de las comunidades educativas para la construcción de confianza y una cultura de seguridad en comunidad”.
A su vez, Henríquez puntualizó que estos datos, como otros que irán emanando periódicamente, son un aporte para monitorear acciones que aportan al trabajo de los aprendizajes de los estudiantes, pues los efectos de la pandemia han sido disímiles y su evolución requiere de respuestas rápidas, innovadoras, con apoyos importantes y adecuadas a las necesidades de cada país y comunidad.
“Ante todo, resulta fundamental que la toma de decisiones ponga en el centro a los estudiantes, sus necesidades, problemáticas e intereses, centrándose en su bienestar y en sus aprendizajes, generando mecanismos de acuerdo a cada contexto para asegurar que nadie se quede atrás en su desarrollo integral”, indicó.