Esta secuela, por ahora sin tratamiento, consiste en recordar algo que no ha ocurrido en realidad. Los pacientes de un estudio reciente dejaron de hacerlo o las redujeron significativamente, hasta el punto de que ninguno requirió ser institucionalizado.
Científicos de la Universidad de Granada (UGR) han diseñado un tratamiento neuropsicológico que mejora notablemente la calidad de vida de pacientes que ‘confabulan’ tras una lesión cerebral, una secuela que en la actualidad no tiene tratamiento. Una confabulación consiste en recordar algo que no ha ocurrido en realidad: la persona está totalmente convencida de algo que no existe o no ha sucedido.
Este estudio, publicado en la revista PLoS ONE, refleja un trabajo realizado desde 2010 hasta 2015 en el Hospital Universitario San Rafael, en colaboración con el Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC) de la Universidad de Granada.
Una confabulación consiste en recordar algo que no ha ocurrido en realidad: la persona está convencida de algo que no existe o no ha sucedido
A pesar de lo incapacitante que es la confabulación, siempre se ha considerado como una secuela no tratable y solo quedaba dejar pasar el tiempo para ver si el paciente paraba espontáneamente o continuaba haciéndolo de forma crónica, en cuyo caso la mayoría de ellos terminaban institucionalizados en residencias o centros de día ante la imposibilidad por parte de la familia de supervisarlos 24 horas al día.
De ahí surgió la motivación de los investigadores por intentar diseñar una terapia sencillo y fácil de realizar en cualquier ámbito sociosanitario.
Como explica la autora principal de este trabajo, Mónica Triviño, “estos pacientes te dicen por ejemplo, y están convencidos de ello, que por la mañana han estado en sus casas cocinando o que han ido a trabajar cuando, realmente, se encuentran hospitalizados”.
En otras ocasiones, los pacientes no solo confabulan con su memoria, si no que estas interfieren con lo que creen ver. Así, pueden confundir a personas desconocidas con conocidas, creer que el hospital es su casa o que la almohada de la cama es un niño pequeño acurrucado.
“Son pacientes muy peculiares, porque están completamente convencidos de sus memorias y percepciones, a pesar de ser objetivamente falsas. No obstante, es importante tener en cuenta que estas personas no quieren engañar, sino que recuerdan o perciben mal: simplemente las alteraciones en su cerebro hacen que la realidad esté muy confusa en sus mentes. Requieren de supervisión continua porque suelen intentar comportarse de acuerdo a esa realidad falsa y quieren ir al trabajo, al mercado o levantarse cuando, por ejemplo, eso es imposible porque tienen la mitad del cuerpo paralizado”.
Una muestra de 10 pacientes confabuladores
El tratamiento consiste en nueve sesiones de una hora cada una, distribuidas en tres semanas. En el mismo se le presentan a los pacientes una serie de estímulos que deben recordar a posteriori (palabras, caras de famosos, fotografías de ellos mismos, objetos, noticias, etc.). Cuando deben recordar, surgen las confabulaciones; es decir, indican haber visto o escuchado cosas que realmente no les han sido presentadas.
“Ese es el momento en el que les volvemos a enseñar todo el material confrontándolos con la realidad (lo que en rehabilitación neuropsicológica llamamos feedback), insistiéndoles en que su memoria comete fallos y deben prestar más atención, pensar antes de contestar y chequear lo que dicen”, apunta Triviño. De esta manera, trabajamos varios procesos cognitivos que parecen relacionados con la presencia de las confabulaciones: conciencia del déficit, atención selectiva, búsqueda visual activa, detección y solución de conflictos, inhibición y monitorización de los recuerdos.
Los expertos trabajan varios procesos cognitivos que parecen relacionados con la presencia de las confabulaciones
Los científicos administraron este tratamiento a 10 pacientes confabuladores, mientras que a otros 10 (grupo control) no se les administraba en un principio y se dejaba que transcurriera el tiempo. Solo aquellos pacientes a los que se les administró el tratamiento mejoraron tras las nueve sesiones.
“Todos y cada uno de ellos dejaron de confabular o redujeron significativamente sus confabulaciones, hasta el punto de que ninguno requirió ser institucionalizado, reduciéndose también el estrés familiar. Al grupo control, por cuestiones éticas, se le administró el tratamiento una vez finalizado el periodo de espera y, de nuevo, fue en ese momento cuando mejoraron de la misma forma”, apunta Triviño.
La relevancia consiste en haber diseñado una herramienta sencilla, breve y eficaz que puede ser administrada por cualquier neuropsicólogo, reduciendo drásticamente las probabilidades de que estos pacientes terminen fuera de su entorno familiar y el impacto familiar, social y económico de la enfermedad.
Actualmente, los científicos de la UGR están finalizando la réplica de este estudio (financiado por la Fundación Progreso y Salud de la Junta de Andalucía), con otros 20 pacientes confabuladores donde, de nuevo, han hallado los mismos resultados.
Asimismo, están estudiando con tareas comportamentales qué procesos cognitivos son clave en dicha recuperación, y aplicando técnicas de neuroimagen para delimitar las estructuras cerebrales y circuitos implicados. La idea es mejorar el tratamiento, probarlo en otras poblaciones con confabulaciones (como esquizofrenia, alcoholismo crónico, demencias…), difundirlo para su uso y mejorar la calidad de vida de estos pacientes y sus familias.