El concepto mismo de epidemia/pandemia podría necesitar reformularse frente a misterios como el de la Enfermedad de Kawasaki, que viaja llevada por el viento.
Rodrigo Lara Serrano / Clúster Salud. “No sabemos cuándo vendrá la siguiente, de dónde, ni lo que se será. Pero estamos seguros de que habrá una próxima”. La frase pertenece a Thomas Frieden, el titular de los Centers for Disease Control and Prevention (CDC) de los Estados Unidos, y se refiere a una pandemia futura.
En la misma entrevista, publicada en el diario Wall Street Journal en noviembre pasado, recordó que “cada año, en promedio, identificamos un nuevo agente patógeno. Y todos los días, en promedio, nosotros en los CDC, iniciamos una nueva investigación que se podría detectar un nuevo patógeno”.
Concluyó que no necesariamente podría ser un virus o bacteria de lo más extraños. Tal vez sea algo de efectos siniestros que se derive de un patógeno archiconocido: “Francamente, la pandemia de gripe es lo que más nos preocupa”, dijo Frieden en la entrevista.
Ciertamente, existen tres grandes “ríos” desde los cuales puede emerger una pandemia.
Primero. Los viejos conocidos. En el caso de un virus tan conocido como masivo, la gripe o influenza, por ejemplo, lo más probable es que ocurra en aquellos lugares en que se reúnen grandes cantidades de seres humanos, las condiciones higiénicas no son siempre óptimas y exista la probabilidad de fuerte interacción entre diversas especies (salvajes y domésticas) de aves y mamíferos portadoras de variantes virales. China (1.373 millones de habitantes), México (127 millones), Vietnam (91,7 millones), Egipto (91,5 millones) y, en alguna medida, Estados Unidos (321 millones) son los candidatos “geográficos” más claros. Aquí podemos agregar a enfermedades como la tuberculosis o la sífilis que regresan por el mal uso de los antibióticos, tanto en la salud humana como en la ganadería y avicultura
Segundo. Los recién llegados, pero con tarjeta de visita. Virus conocidos, pero con bajo nivel de contagio entre humanos. Es el caso de la fiebre del Valle del Rift (detectada en Kenia en 1931). Provoca síntomas parecidos a los de la meningitis. Cerca de un 8% de los contagiados se agrava con inflamación del cerebro y, finalmente, posible muerte. Los contagios son por consumo de leche de un vacuno infectado, manipulación de su carne cruda y picada de mosquito infectado. Otro es el virus Nipah de Malasia. También causa inflamación cerebral y un síntoma especial: posibles cambios de personalidad. Su vector son los cerdos domésticos (contagiados por comer frutas mordidas por murciélagos fruteros). En la epidemia de 1998-1999, el 40/50% de los casos en humanos derivaron en muerte. En esta misma lista está el virus MERS (Síndrome Respiratorio de Medio Oriente o SRMO, en español). Es un coronavirus que provoca un 42% de mortalidad. Los vectore son camellos enfermos que lo contagian por medio de sus secreciones nasales. Hasta ahora ha estado limitado a la península arábiga y casos importados desde allí.
Tercero. Epidemias multifactoriales. En este caso, la aparición de un enfermedad puede ser originarse debido a la conjuncio de dos o más elementos (o su ausencia) que, juntos, catalizan/crean una amenaza antes inexistente. Es factible pensar que la suba planetaria de temperatura unida a un aumento de la contaminación acuática o aérea eliminan a un predador viral, un bacteriófago imaginemos, y esas bacterias, hasta ahora contenidas por el propio equilibrio de un ecosistema se expanden a nuevos ámbitos. Podría ser una “familia” hasta el momento poco relevante la que se convierta en la gran amenaza.
Cándida no tan cándida
Aunque en ningún caso se trata de una pandemia, ni siquiera de una epidemia, lo informado esta semana en Estados Unidos, sobre los 13 casos de infección con el hongo Candida auris puede ser un ejemplo de la tercera categoría.
Cuatro de los pacientes estadounidenses con diagnóstico de la infección han muerto. Aún así la causa exacta es poco clara, dijo que el CDC (Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades). Se trata de una afección conocida, la cual se disemina en los hospitales y centros de atención de la salud. Invade el canal auditivo, la orina y la sangre.
La novedad es que esta es la primera vez que aparece en EE.UU. una variedad resistente a los antimicóticos.
“Tenemos que actuar ahora para comprender mejor, contener y detener la propagación de este hongo resistente a los medicamentos, dijo –precisamente- el antes mencionado Tom Frieden. “Esta es una amenaza emergente y tenemos que proteger a los pacientes vulnerables y otros”, agregó.
Los CDC habían identificado por primera vez a este hongo como una amenaza global emergente en junio de este mismo año. Detectado inicialmente en el fluido canal auditivo externo de un paciente en Japón en 2009. Luego, se lo ha descubierto en 10 países. Desde Corea del Sur a Kuwait, pasando por Sudáfrica, Colombia y Venezuela, entre otros.
Se sabe que algunas cepas ya son resistentes a las tres clases principales de medicamentos antifúngicos. En el caso de los enfermos estadounidenses, sus cepas estaba relacionadas con las del sur de Asia y Sudamérica, aunque “ninguno de los pacientes había viajado a o ha tenido algún enlaces directos a esas regiones”.
Aunque las pruebas de laboratorio mostraron las cepas estaban relacionadas con las cepas del sur de Asia, los EE.UU. y América del Sur, Las autoridades de salud creen que las infecciones de Estados Unidos fueron adquiridas localmente.
No es el único hongo. Está también el Schizophyllum commune. Sus esporas entran al cuerpo por los pulmones y sólo desde 1950 se sabe que puede enfermar y matar. Aunque en general sólo lo hace con personas que tienen sus sistemas inmunológicos dañados. Aunque el hongo es universal en todo el planeta, se sospecha que algunas variedades son más tóxicas que otras.
¡Llamen a Sherlock!
Pero quizá el caso más multifactorial e intrigante hasta el momento, es el de la Enfermedad de Kawasaki (EK o KD por sus sigla en inglés). Se trata de una inflamación vascular, provocada en la infancia, que deriva en un aneurisma de la arteria coronaria, y puede matar 20 años después vía un ataque cardíaco. En 2011 se informó que en Japón 1 de cada 185 niños la tendría antes de los 10 años y que en ese año particular más de 12.000 casos habían sido reportados.
La incubación es corta. Dura menos de 24 horas entre la exposición y la aparición de fiebre que le da inicio, lo que ha sido parte del misterio.
En EE.UU., los casos anuales en aquel momento (2011) eran 4.000. Y hoy se calcula que, en este último, tan pronto como en 2020, uno de 1.600 adultos se verá afectados por ella.
Lo que la provoca exactamente es desconocido, pero se sabe que en ciertos lugares (Japón, la India y EE.UU.) está asociado con el viento. Esto es, los casos aumentan espectacularmente si el viento sopla desde una dirección en cierta época de año o en otra.
En 2014, una investigación colaborativa entre científicos de Japón, Estados Unidos y Cataluña encontró una serie de pistas. Tras tomar muestras de aire provenientes del noreste de China, en la tropósfera, concluyeron que, cuando el viento sopla desde aquella zona hacia Japón, una toxina en el aire (tal vez proveniente de un patógeno) “o una molécula asociada con áreas de agricultura intensiva... causan reacciones inmunológicas idiosincrásicas en los niños genéticamente susceptibles”.
¿Qué había en el aire? Se encontraron “inesperadamente, altos niveles de especies de Candida dentro de la rica microbioma de los vientos de la troposfera”. Es decir un hongo. Una hipótesis es que el hongo o una toxina del hongo provoca la reacción inmunológica y ella deriva en los daños que motivan la enfermedad. Al parecer, la enfermedad no existía apenas 70 años atrás, cuando la agricultura no era tan intensiva en esa zona.
En un trabajo de divulgación de los investigadores, divulgado por la Universidad de California en San Diego, Jane C. Burns, profesora y directora del Kawasaki Disease Research Center en la escuela de medicina de ese centro de estudios, concluyó que “los datos sugieren que la gente está haciendo algo nuevo (desde la Segunda Guerra Mundial) en el noreste de China. ¿Podrían estar quemando un combustible de biomasa en invierno que lleva el agente en la ceniza en forma de aerosol a Japón? ¿Puede haber algo de práctica agrícola o cultivo o actividad de la KD que es nuevo desde la década de 1960, cuando la enfermedad comenzó a aparecer en Japón? Podría ser que la partícula de aerosol se altera químicamente para convertirse en patógena medida que viaja a través de nubes en su camino a Japón?”.
Con el cambio climático alterando los patrones de los vientos en todo el planeta, la investigación sobre la enfermedad Kawasaki podría ser señera. La misma Burns lo advierte: “Pienso que la EK (Enfermedad de Kawasaki) representa un nuevo paradigma de la enfermedad”. Durante mucho tiempo, buscando su origen, “estuvimos tratando de empujar una clavija redonda en un agujero cuadrado. Ahora creo que la puerta se ha abierto gracias a una nueva manera de pensar acerca de esta enfermedad que bien puede liberar nuestro pensamiento acerca de otras enfermedades también”.