"Con el bombo y la palabra" es un ensayo que recorre la siempre vigente tensión entre los intelectuales y las clases populares a partir de novelas, cuentos, poemas, canciones, diarios, graffitis, folletos y otros géneros discursivos que dan forma a una batalla cultural que llega hasta nuestros días.
La compleja relación de la literatura argentina con el peronismo es analizada por el escritor Rodolfo Edwards en "Con el bombo y la palabra", un ensayo que recorre la siempre vigente tensión entre los intelectuales y las clases populares a partir de novelas, cuentos, poemas, canciones, diarios, graffitis, folletos y otros géneros discursivos que dan forma a una batalla cultural que llega hasta nuestros días.
Rodolfo Edwards (Buenos Aires, 1962), poeta, crítico literario y periodista cultural, autor de "Mosca blanca sobre oveja negra", "Mingus o muerte", "Los Tatis", "The real poncho", entre otros libros, habló sobre la idea y la construcción de este ensayo, publicado por Seix Barral.
- ¿Qué te llevó a trabajar sobre este tema?
-Desde chico, lo que percibía era que entre el peronismo y la cultura había una gran grieta prácticamente insalvable. Siempre me interesó analizar el porqué de ese rechazo del campo cultural no sólo hacia la figura de Perón y Evita, sino hacia las clases populares.
En el libro arranco desde el siglo XIX, a partir de la famosa dicotomía: civilización o barbarie. En ese sentido, “El matadero”, de Esteban Echeverría, texto fundacional de la literatura argentina, es un panfleto destituyente hacia la figura de Juan Manuel de Rosas.
Después me voy al siglo XX, cuando Borges y Bioy escriben “La fiesta del Monstruo”, el gran cuento antiperonista que firman como Honorio Bustos Domecq. Ese texto lo empiezan a repartir entre sus amigos, el núcleo de la revista Sur, y lo publican un par de semanas después del golpe del 55.
- ¿Donde se ubica la figura de Borges en esta grieta?
- Borges es el gran matricero del antiperonismo literario, que abarca todo el siglo XX y también los comienzo del XXI. Borges es autor de “El simulacro”, donde se plantea la idea de que el peronismo es una farsa, una mentira. Pero aclaro: yo no ataco a Borges, un escritor extraordinario, simplemente analizo algunos de sus textos antiperonistas.
La idea del peronismo como farsa recorre las letras argentinas. Martínez Estrada decía que Perón era un actor y Evita una vedette. Es más, tuvo una psoriasis en la piel, muy grave, provocada por el peronismo. El mismo dijo que tuvo “peronitis” aguda y que se curó cuando cayó Perón. Esas cosas parecen increíbles pero sucedieron.
Hay un texto de Juan Rodolfo Wilcock que se llama “Casandra”, donde no se menciona a Evita pero se hace una parodia de ella, y la protagonista del cuento es una especie de dictadora caprichosa. Lo curioso es que hoy ese cuento, si sacás a Evita y ponés a Cristina, es lo mismo. Todo lo que le critican a la presidenta, está en ese cuento de la década del 50.
- También está el caso de Cortázar, que es particular porque si bien empieza siendo profundamente antiperonista luego va cambiando sus ideas sobre la política en general…
- Cortázar fue cambiando con el tiempo. Apoyó a la revolución cubana, hizo una relectura de su historia, una reconversión ideológica, y fue muy sincero en una entrevista con Paco Urondo, donde expresa que estuvo muy duro con los peronistas en su cuento “Las puertas del cielo”, que es el texto más violento en ese sentido. A su vez, es un cuento impecable. Por eso, para escribir este libro me pareció importante suspender los juicios estéticos.
Y otra cosa que me pareció importante es ver cómo en la ficción se baja línea, ahí tengo una diferencia con la crítica académica, que tiende a separar al texto del autor. A mí me interesa preguntarme quién es el autor, de dónde viene, porque las ficciones no son inocentes. Este libro es también un acto de militancia. Me meto en el barro, discuto, peleo, no hay medias tintas.
- Sin ir demasiado a fondo, se puede ver una notable diferencia entre los textos que critican al peronismo y los que lo reivindican…
- Sí, hay una anécdota que ilustra eso: cuando estaba escribiendo, encerrado en mi cuarto, tenía los libros desparramados por todos lados, la mesa, el piso, el baño, y en un momento me doy cuenta de que la pila de libros peronistas era sustancialmente menor a la pila de libros antiperonistas; fue sorprendente, me quedé como una hora mirando esa escena.
Claro que también existe la literatura respetuosa del peronismo, como es el caso de Piglia, que sin ser peronista escribe cuentos que no son antiperonistas. También está Responso, de Juan José Saer, un libro que pongo en el top five de los textos sobre peronismo; narra la decadencia y desgracia que vive un sindicalista cuando cae el gobierno de Perón.
- ¿Cómo llega la grieta hasta la actualidad literaria?
- Una de las excepciones al antiperonismo literario que llega hasta hoy es Juan Diego Incardona, que se toma el peronismo en serio en su narrativa, pero el resto de los muchachos no pueden zafar del todo de la gran matriz borgeana: la idea del simulacro. Hay un dejo de parodia y de ironía.
También me gusta el caso de Choripan social, de Sebastián Pandolfelli, una novela buenísima que toma el tema con mucho humor, con un delirio parecido al de su maestro Laiseca, pero no es un humor corrosivo o perverso, se ríe de ciertos temas del peronismo, como son las internas y el estado de ebullición constante que tiene el movimiento.
Y me parece muy recomendable La isla flotante, una novela de Pettinato que tuvo poca circulación, y que tiene que ver con su propia historia familiar, la historia de su padre, Roberto Pettinato, que era de la mesa chica de Perón.