Este artista mexicano es un tipo en extensión: en el centro de su vida está su proceso creativo y por fuera, muy de lejos, el figurar, publicar o hacerse conocido. Lo que lo mueve es crear y estar fuera de su zona de confort. El resto, puede esperar.
Detrás de la luces y las cámaras. Lejos de las ansias de fama. Bordeando las sombras, incluso de sí mismo. Es así como se mueve Alain-Paul Mallard por su carrera; sin apuros, aunque eso le cueste el anonimato.
Este escritor, cineasta, viajero, coleccionista y dibujante mexicano, de mente aguda e intensa, es un entramado interesante de sorpresas.
Alain-Paul Mallard luce un clásico reloj, pero en realidad se mueve a sus propios tiempos y sin apuro, como si él lo midiera a su antojo y apartado de los patrones normales de la mayoría de los artistas. Por algo, sus trabajos pueden demorar años en concretarse y algunos han visto la luz más por insistencia de sus seguidores, muchos de los cuales se han apropiado de sus libros gracias al mano a mano y no porque por estén presentes en las librerías.
Un ejemplo de esto es "Evocación de Matthias Stimmberg", escrito en 1995, editado en México por Heliópolis y rescatado en 2007. Fue considerado un acto de excepción, dado que este mexicano por varios años no volvió a escribir y eso, su primer libro, fue considerado por muchos como único y perfecto. Sin embargo, pasaron los años hasta que en 2009 Alain-Paul Mallard sorprendió con otro trabajo: "El don de errar".
Si bien posee un pausado andar y hablar, se declara amante de la aventura y reacio a permanecer durante mucho tiempo en su zona de confort, confesión que resulta aún más desconcertante al ver su estilo clásico y correcto, probablemente una herencia de sus 18 años en París.
Por lo mismo, Mallard arrastra las letras y tiene como muletilla decir tres veces sí, con un tono afrancesado que a ratos se mezcla con su rescoldo mexicano. Pero por estos días, este escritor ha emprendido una nueva aventura dejando a Francia atrás, dado que se ha mudado a Barcelona junto a esposa, en donde esperan la llegada de su hijo.
Alain-Paul Mallard debió meter su pasado parisino en cajas y llevarlas a otra parte de Europa. Más que con reparos, siguió fiel a su estilo: dejó que el destino hiciera lo suyo, en el tiempo que estimó conveniente.
- ¿Cómo es este proceso de incursionar en la literatura, para luego pasar el cine y a tantas otras facetas artísticas, con distintos países como escenario?
- La culpa de esta dispersión la tiene la curiosidad. Soy una persona con una gran diversidad de intereses, todo me interesa y una vez que uno se asoma con suficiente atención a las cosas, cualquier cosa se vuelve fascinante.
Soy una persona que produce formas, que filtra el mundo y lo convierte a través de la expresión en otras cosas: está la escritura, pero también hay otros medios expresivos, también colecciono objetos, dibujo, he hecho películas y reseñas de viajes. Siempre viajo y no como turista, sino con algún proyecto, entonces eso me ha llevado a pasar un mes y medio en el altiplano boliviano, por ejemplo, para contar una historia o me lleva a distintos puntos del continente africano.
Eso permite asomarme a una realidad que me es completamente ajena y desconocida, es una realidad a la que jamás tendría acceso como turista. Eso me da a mi después historias y con ellas estoy comenzando a trabajar un libro de aventuras africanas.
El año pasado estuve en el Congo para enseñar algo que puede sonar un poco abstracto, la escritura del cine documental. Es una cosa que después me da materia para otras cosas. África está mucho más lejos de América que de Europa, porque no comparte el pasado colonial, entonces, para nosotros África, o al menos para mi, era un continente de fantasía y ahora me doy cuenta que todo eso lo tenía errado, pero eso es algo que me fascina y cuando voy para allá aprovecho de correr aventuras, peligro.
- ¿Y qué gatilla este deambular en diversos formatos artísticos?
- Para decirlo en términos surrealistas, es el azar objetivo, una manera de nombrar a cierto destino. Uno no planifica su vida, yo comencé escribiendo y después me fui para Canadá, luego a Francia para hacer cine, luego me quedé por ahí y seguí escribiendo; hice películas, algunas de ellas se proyectaron en festivales, me invitaron a enseñar y nos dimos cuenta que tenía un don particular para hacer circular la discusión, entonces ahí me fui metiendo y de ahí me invitaron a África y les gustó y me gustó.
Las cosas se transforman, se da lugar a la expresión y eso puede tomar varias formas, puede ser la escritura o la fotografía. Hago mucha fotografía y ya tengo que sentarme a organizar esto seriamente para hacer una serie de libro o exposiciones, darle una salida porque ahora tengo un banco de imágenes, sobre todo, de los viajes. Siempre los proyectos toman mucho tiempo y es una batalla para tener el tiempo que requiere, para estructurar, para ser una forma, pero pronto las cosas se van acumulando y cuando logran una especie de masa crítica, hay que buscarles una forma y detener.
- ¿Todos estos mundos son una especie de descanso para tu curiosidad, donde puedes refugiarte cada cierto tiempo?
- Claro, la misma cosa que uno escribe no es la misma historia que uno quiere filmar. Hacía tiempo que no hago películas, porque básicamente si hay algo que a mi me atosiga es tener que conseguir dinero.
Cada cuestión busca su propia forma de expresión y a veces sale por el dibujo, la fotografía, pero pocas veces lo hago pensando en darle una salida inmediata, es más como una cuestión expresiva de necesidad personal y en un momento dado, cuando ya adquiere cierta masa crítica.
Ahora que me mudé de París a Barcelona fue bastante interesante, pues de todos estos viajes voy trayendo cosas, trozos de animales, de huevos, momias de fetos de llama que vienen desde Bolivia o vertebra de ballena que viene de Terranova y en el momento en el que tuve que empacar 18 años de vida parisina, tuve que buscarle un acomodo a estos objetos para poderlos transportar y al mismo tiempo que empacaba me puse a hacer un registro, a fotografiarlos y a partir de ello querré hacer un libro. Para mi los objetos son algo importante, hice una película hace un par de años justamente sobre una colección de objetos modestos, encontrados y recogidos de las aceras.
A mi me fascina el mundo de las formas y mucho de las formas naturales. Coleccionismo, quizás, es mucho decir porque eso implica una búsqueda activa y estas son cosas que voy recogiendo, mi mujer me dice que soy carroñero.
- ¿Cuándo empezaste con esta manía?
- Siempre, desde toda la vida. Cuando estaba en México, vivía en la parte superior en la casa de mis padres y ahí había espacio y poco a poco fui tomando posesión del piso superior y llenando de cosas. Después cuando me mudé para París, cambié de escala de hábitat, porque allá uno vive en un pequeño estudio.
Empecé a recoger cosas cuando me convertí en peatón, cosa que en Ciudad de México es difícil ser, comencé a recoger objetos desde las aceras, objetos naufragados, a partir de un momento dado eso se convertía en un montón un poco abigarrado que impedía pensar. La película la hice tratando de explicar cómo clasifica uno, qué sentido se puede tomar de eso. Es una película bastante excéntrica, creo que bastante entretenida y ahora algo similar tengo que hacer con el registro de esta mudanza.
Un reloj que no hace tic-tac
- ¿Cómo fue esto de sacar un libro después de tanto tiempo y tras haber dejado una vara tan alta?
- Son circunstancias. En cuanto publiqué el primer libro, me fui a Francia a vivir otras vidas, a hacer otras cosas y me seguían pidiendo textos, colaboraciones, editores que querían otros libros, y cosas así, pero a mi no me interesa publicar, me interesa escribir. Publicar es importante, central incluso, pero no es el motivo primero de la escritura, sino es como una consecuencia posterior.
Con el tiempo, se fueron juntando algunos textos que había escrito como piezas sueltas pero yo no consideraba que tuvieran el orden para formar un libro hasta que, justamente, una persona comenzó a reunirlos y me los envió ante la impaciencia de no tener algo nuevo mio.
Después vi que eso no funcionaba pero que podía funcionar si lo llevaba aún más lejos: si el problema que veía era que el libro era heterogéneo, entonces eso podría ser su fuerza si se tomaba de otra manera. Hice un libro incluso más heterogéneo, que es un monstruo, un poco Frankenstein, un frankenslibro, que antepone su calidad de monstruo como fuerza y razón de ser, haciendo finalmente un libro más heterogéneo que el que me estaban proponiendo.
Este trabajo salió en Francia, es del 2009, y no se ha editado al español porque es un libro difícil de vender, pero supuestamente va a salir el año que viene. En general, los editores quieren novelas. Mis libros difíciles de vender, los editores saben que se comercializarán pocos. Este trabajo tiene un público escogido, selecto, muy minoritario.
- ¿No estarás subestimando un poco al lector?
- Sin duda, pero alguien tiene que hacer la apuesta y para eso están los editores. El libro estuvo a punto de salir en Argentina y no salió, estuvo a punto de salir en España y por las mismas razones no salió; ahora va a salir con editorial Turner que va a hacer una puesta por mi prosa.
Siempre he sido un autor que ha estado un poco de manera subterránea, que no da mucho la cara, que no hace autopromoción, me repulsa un poco. Ahora estoy acá dando un par de entrevistas, ayudando un poco al editor porque ha hecho un voto de confianza, entonces intento ayudar a ver si esto genera algún interés.
- ¿Por qué optas por el anonimato si, supongo, igual quieres que te lean?
- No lo sé, no me provoca mayor escozor no salir en la televisión y no estar en los diarios, hago lo que hago. "Evocación de Matthias Stimmberg" ha ayudado un poco a su leyenda porque es un libro que se editó y ha circulado un poco de mano en mano, de gente que se lo pasa, un pequeño cenáculo de lectores entusiastas.
Vine para Chile para presentarlo y la sala estaba completamente vacía, no que me importe, entiendo que sea así, pero no está en mi temperamento prestarme a la autopromoción.
Al mismo tiempo es una literatura un tanto exigente con el lector, que pide una colaboración activa de su parte, lo que condena un poco el libro a un cierto tipo de nicho o a un mercado literario bastante restringido. A mi me encantaría que esas cosas tuvieran mayor difusión, pero no estoy dispuesto a darle esa difusión, sin importar el costo.
Me basta con los lectores que tengo, de alguna manera. Nunca he movido un libro para que se publique, de eso está hecha mi carrera editorial, así se han dado las cosas. "Evocación de Matthias Stimmberg" ha tenido resurrecciones diversas y distintas al cabo de los años y yo soy el primer sorprendido, siendo que es un libro que el año que viene cumple veinte años.
Nunca he buscado figurar y eso te restringe puertas, públicos, pero el mismo público que llega hasta ti es porque verdaderamente le interesas, porque lo busca, porque hace el esfuerzo, no le llega porque vio el libro en la cola del supermercado.
- ¿Eso es más meritorio para ti?
- No, pero es algo que agradezco. Las historias editoriales siempre se han dado un poco por gente que obra en las sombras, como ángeles guardianes, hinchas que reparten libros, lo fotocopian, lo entregan, se los mandan. A estos editores chilenos no los conocía, me escribieron porque alguien les dio un libro y ahora que estoy aquí y siento una gran gratitud y por eso vengo, no fue un procedimiento activo, voluntario. Estoy muy contento de que eso me haya traído para acá. No conocía Chile, siempre había querido venir.
- ¿Qué proyectos tienes en mente?
- Está el libro sobre África que me está dando vueltas en la mente pero no tengo ninguna página escrita, me llevará tiempo. El otro año van a salir tres libros, algo que tiene un aliento de novela que es una película que escribí y que no se va a filmar, "Nahui versus Atl", que es una historia de unos personajes reales que vivieron en los años 20, esta mujer Nahui fue la más hermosa de su tiempo y tuvo una vida terrible, muy particular.
Luego va a salir una edición de los veinte años de "Evocación de Matthias Stimmberg" y el otro libro que es el que están editado en Francia y que se llama "El don de errar".
Todavía no presento mis fotografías en exposiciones o libros, pero tengo uno que quiero hacer, ya tengo parte del texto hecho y parte de las fotografías editadas sobre un sacrificio del cordero, que es la fiesta islámica al norte de Senagal, en la frontera Mauritania, retomando el sacrificio de Abraham y es vertiginoso: ocurre en una lengua de arena que por particularidades geográficas tiene una de las densidades de población más altas del planeta y cada jefe de familia tiene que sacrificar un cordero, entonces un día al año, en ese lugar, en cuestión de 15 minutos se matan cerca de 5 mil corderos, que es una cosa muy impresionante. Estuve allá para vivirlo, fotografiarlo, contarlo, es uno de los libros que tengo como de manera más inmediata y avanzada, el resto habrá que esperar.
Por el lente de Alain-Paul Mallard
- ¿Estás pendiente de lo que pasa en América Latina desde el punto de vista literario o cinematográfico?
- Intento siempre estar pendiente lo que pasa en América Latina, México, que está en una situación atroz de violencia, de impunidad, de colusión, de las fuerzas del estado con el crimen organizado en el que cada semana se alcanzan nuevas cimas de horror.
Trato de seguir eso un poco de cerca. Cuando uno está lejos es como una especie de espejo amplificador, en Europa lo que ocurre en América Latina no es noticia, salvo cuando algo malo ocurre y en México ocurren cosas malas todos los días y eso filtra de alguna manera como espejo deformante de esta visión que tengo de mi país porque lo único que llega es eso y es espeluznante.
El país está en efervescencia y está en un punto de insurrección, la gente está muy inconforme, muy herida y dolida con la clase gobernante que se reparte el país y que no atiende los reclamos de la población, que son sobre todo de seguridad y oportunidad porque México está violentísimo a causa del dinero de la droga.
- ¿Extrañas México?
- Sí, claro. Trato de ir. Mis padres viven allá y ya están mayores, trato de ir cada vez que puedo. Ahora voy, más o menos, una vez al año.
Hubo veces que no fui durante muchos años por cuestiones de tiempo y dinero y así podían pasar cinco años sin que fuera. La situación está muy deteriorada, violenta. Cuando uno habla en México con la gente lo primero es la inseguridad, los crímenes. Se puede vivir, pero se vive en un estado de tensión e incertidumbre fuerte. No habría esto si hubiese habido un proyecto político que se preocupara por el bien común y no por repartirse el país o intereses privados.
* Fotografías gentileza Alain-Paul Mallard y Feria Internacional del Libro de Santiago