Según expertos, si se consume en altos niveles en la niñez, es probable que eso continúe en los adultos.
La sal es posiblemente el aditivo más antiguo y más usado en alimentación, un condimento que proporciona a los productos el característico sabor salado. Pero además de sus propiedades culinarias, su excesivo consumo es la causa de numerosos problemas de salud.
Por eso, un equipo de científicos de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) ha analizado la ingesta de sal en los niños, un colectivo especialmente sensible ya que es en esta etapa cuando se forman los hábitos alimentarios.
Los resultados, publicados en el European Journal of Nutrition, afirman que los niños toman de media 7,8 g de sal al día, lo que supone que el 84,5% de los menores de 10 años y el 66,7% de los mayores de 10 consume más sal de la recomendada –entre 4 y 5 g de sal al día, respectivamente– por la Organización Mundial de la Salud.
“Los consumidores, en general, son conscientes de que un excesivo consumo de sal aumenta las cifras de presión arterial en adultos, con el consiguiente riesgo de sufrir hipertensión y enfermedad cardiovascular”, explica a Sinc Aránzazu Aparicio, investigadora de la UCM y autora principal del trabajo.
“Sin embargo, la población no es tan prudente cuando se trata de la población infantil”, añade Aparicio. Y eso que desde hace años diversos estudios señalan cómo la ingesta de sal también puede contribuir a elevar la presión arterial en los niños, lo que les predispone a ser adultos hipertensos.
Según los expertos, si desde la niñez consumimos alimentos salados, con toda probabilidad también lo haremos cuando seamos mayores. Por esta razón, es esencial reducir la ingesta de sal desde edades tempranas y, para ello, tenemos que conocer lo que comemos.
“Muchos padres no son conscientes de que sus hijos, o ellos mismos, están tomando un exceso de sal. Y se piensa que, para reducir su consumo, es suficiente con controlar la cantidad que se le añade a los alimentos para cocinar”, indica la investigadora.
Pero en la mayoría de los países industrializados, como España, solamente el 20-25% de la sal que ingerimos procede de la sal de mesa.
¿De dónde viene la sal que toman los niños?
Como señala Aparicio, “la mayor parte de la sal que consumimos los adultos y los niños proviene de la sal ‘oculta’ en los alimentos, especialmente de los procesados”.
En concreto, los productos que más sal aportan a la dieta de los niños españoles son los embutidos, incluyendo el jamón, seguidos del pan y pan de molde, la pizza y los platos precocinados, los caldos en cubito y las salchichas.
“Es evidente que tenemos que controlar la sal que añadimos a los platos a la hora de cocinar. Sin embargo, estos resultados también ponen de manifiesto la necesidad de establecer actuaciones por parte de la industria alimentaria para reducir el contenido en este aditivo de los alimentos procesados”, subraya la experta.
Algunos sectores alimentarios ya han empezado a reducir su contenido de sus productos de forma paulatina para que los consumidores no noten la diferencia de sabor y los rechacen. Este es el caso del pan, que pasó de un contenido de 22 g de sal por kilogramo de harina a 16,3 g de forma progresiva en cuatro años sin que los consumidores protestaran por su sabor ni dejaran de consumirlo.