Se estima que para el 2030 el cáncer será la principal causa de muerte en el mundo.
El Observador. Se estima que para el 2030 el cáncer será la principal causa de muerte en el mundo. Según los expertos –reunidos en un congreso de hematología en San Pablo, Brasil, el pasado mes de septiembre– el 40% de la población mundial de aquel año tendrá riesgo de padecer alguno de los tipos de esta enfermedad y un tercio de los afectados, podría morir pasados los cincos años de establecido el diagnóstico. Considerando este panorama es que los médicos y los laboratorios necesitan trazar líneas de acción con soluciones más efectivas y que cuiden la calidad de vida de los pacientes.
Uno de los tipos de cáncer que los hematólogos consideran más necesario investigar, debido a su complejidad, es el que afecta a la sangre. Esto se debe a que la sangre está formada por distintos tipos de células: los glóbulos rojos, que son los encargados de transportar el oxígeno hacia los pulmones y el resto de las células del cuerpo; los glóbulos blancos, que atacan las infecciones y enfermedades; y las plaquetas, células pequeñas que ayudan a que la sangre coagule. Las unidades sanguíneas son las productoras de la médula ósea, un tejido que se halla en el interior de los huesos.
El cáncer de sangre es el término médico que se la atribuye a tumores que afectan a todas estas células y que surge a partir de un incremento en la cantidad de algún tipo de unidades anormales que impiden que la sangre desempeñe sus funciones. Funciones que son vitales para la vida humana suceda.
El cáncer de sangre se puede categorizar en tres tipos: el linfoma, que afecta el sistema linfático (red de órganos y tejidos que combaten infecciones); la leucemia, que afecta directamente a las células sanguíneas; y el mieloma, que afecta a las células de la médula ósea.
El tratamiento del cáncer de sangre depende de varios factores, pero entre los más comunes se incluyen la quimioterapia, la inmunoterapia y el trasplante de médula ósea. El principal problema que enfrentan estos tratamientos, sobre todo en un país como Uruguay, son los altos costos. Según varios de los científicos que participaron del 2° Encuentro Iberoamericano sobre Leucemia Linfocítica Crónica en Brasil, este ya no es un problema exclusivamente de los médicos sino de la sociedad en general. Es por esto que los especialistas buscan generar alternativas a los tratamientos tradicionales cuyos efectos colaterales –que atentan contra la calidad de vida del paciente– tengan un impacto menor.
Los avances en materia de investigación son grandes (los laboratorios oncológicos más importantes llegan a invertir US$ 3,6 billones anuales en exploraciones químicas) pero la dificultad radica en poder traducir esos avances en accesibilidad para las poblaciones de América Latina.
Un desafío más que interesante considerando que los tratamientos de quimioterapia como el Ibrutinib –un fármaco contra el cáncer en las células B– cuestan cerca de US$ 120 mil al año.
Carlos Chiattone, coordinador del Centro de Linfoma del Hospital Samaritano de San Pablo, explicó que de nada sirve discutir sobre la aplicación de las drogas si no hay un diagnóstico adecuado.
Y agregó que los tratamientos no pueden generalizarse, ya que en los enfermos no existe un único factor que provoque la enfermedad sino que son varios, tanto internos como externos. Abaratar los costos de los tratamientos se podría lograr con el aumento de la competitividad de los productos, la disminución de los costos de producción de las drogas, un diagnóstico temprano y una aplicación estratégica de los tratamientos.
La LLC en la mira médica
Uno de los tipos de cáncer que más preocupa a los médicos hoy es la Leucemia Linfocítica Crónica (LLC). Se trata de un cáncer que afecta a los adultos y cuyo tratamiento es complejo precisamente porque el promedio de edad de los afectados ronda los 72 años. La LLC, que es dos veces más común en los hombres que en las mujeres, es una enfermedad de lento avance y los pacientes pueden volverse resistentes al tratamiento.
La inmunoterapia parece ser, hoy, la opción más viable para los afectados porque vuelve al cuerpo más "fuerte" frente a las células cancerosas y genera menos efectos colaterales que la quimioterapia.