Por Zenobio Saldivia, académico del Departamento de Humanidades de la UTEM.
En la actualidad, la ética está viva y campante, parece estar de moda y enseñorearse dentro de la cultura contemporánea como un ave exótica, vistosa y llamativa, pero lamentablemente no es porque esta forma del saber humano sea un espejo que refleje una orientación generalizada hacia nuestra perfección interior o porque refleje una clara conciencia de estar en posesión del bien individual. Más bien, parece ser una moda que emerge por contraste; dado la serie de falencias personales y colectivas, o de un notorio incremento en cuanto a una seguidilla de actuaciones profesionales incorrectas que hemos observado en la esfera pública o en el mundo de las instituciones militares; el mundo ciudadano se identifica con un sentimiento colectivo y generalizado de autocorrección.
Con relación a la presencia de la ética en el currículo universitario obedece a razones pragmáticas y humanistas. Y aquí nos encontramos con realidades muy disímiles en las distintas universidades. Lo primero porque en el mundo globalizado, caracterizado por una gran cantidad de interacciones sociales y su apoyo en las tecnologías de comunicación social, hacen imprescindible que los futuros profesionales cuenten con un marco teórico y axiológico que les permita guiar su quehacer profesional hacia conductas que no estén reñidas con los preceptos éticos universales, ni tampoco que atenten contra los derechos humanos en alguna de sus expresiones.
Y las distintas entidades profesionales, universitarias, empresariales y sociales manifiestan un consenso al respecto, tanto por razones humanitarias y antropológicas, como por razones de una mayor eficacia y conveniencia de las propias entidades, las cuales, al cumplir con dichos preceptos, se encuentran en un mejor pie para sus tareas habituales, que aquellas que no las cumplen. Y en cuanto a los fundamentos humanistas, ellos se engarzan con la propia naturaleza humana, con nuestra finitud y persistencia, con nuestra errancia -al decir de Humberto Giannini- y con el deseo manifiesto de perfección.
Podría decirse abreviadamente, a este respecto, que la ética ha venido siendo un telos para fortalecer las humanidades y un reservorio indispensable para encontrar directrices que orienten a los diversos profesionales, en cuanto a la obtención de un ideario de preservación y manutención de un ambiente más propicio para el desarrollo humano y para el cuidado e interacción de la biosfera en general. Dichos aspectos, de ordinario son tratados en las asignaturas humanistas dentro del marco de una eventual intención de formación integral que se percibe en casi todas las universidades, aunque dicho objetivo se visualiza más en el discurso que en los porcentajes de presencia efectiva de los ramos humanistas.
La misión y objetivos de las corporaciones de educación superior, preocupadas seriamente por la formación integral, trasuntan el compromiso de mostrar esa forma de saber denominada ética, en ramos tales como Ética Profesional, Ética y Legislación, Bioseguridad y Bioética, Ética Empresarial y otras. En especial ahora, en que la vorágine de los cambios provocados por las nuevas expresiones científicas y tecnológicas y la nueva moral imperante obliga a no perder de vista la formación integral.
Empero, lamentablemente hay muchas universidades públicas en las cuales la ética como disciplina ha quedado al margen, uno porque el énfasis profesionalizante de la formación universitaria no deja espacio cronológico para el cultivo de esta disciplina, o bien por la presión de los alumnos y otros agentes sociales que consideran que este tipo de formación se da en el seno de la familia. Pero sabemos que muchos padres no tienen ni el tiempo ni la voluntad manifiesta de entregar esa formación, que exige el compromiso de practicar e internalizar valores humanistas para que trasunten a sus hijos y prefieren tácitamente dejar esta formación axiológica en el sistema educacional.
El camino que se abre ahora para la masa crítica y para las personas responsables del currículo universitario es encontrar los medios para que estas disciplinas tengan una presencia efectiva en las mallas curriculares de nuestros jóvenes, no porque per se ellas aseguren un futuro comportamiento más probo o más correcto en el ejercicio de su profesión, sino porque son una instancia para reflexionar y sacar lo mejor de sí de nuestros estudiantes que sueñan con una sociedad mejor.