Según la investigadora Jean Twenge, el aumento en 2012 coincide con el año en que estos dispositivos se masificaron.
Es evidente la decaída que sufren los adolescentes norteamericanos desde 2012. Un reflejo de esto se muestra en las principales encuestas nacionales. Según las más citadas, solo en el periodo de 2010 a 2015, el número de jóvenes que manifestaban sentirse inútiles y sin alegría (los típicos síntomas de la depresión) aumentó en un 33 %. Los intentos de suicidio, por su parte, se elevaron en un 23 % y los casos de suicidio en personas de 13 a 18 años creció en un 31 %. La pregunta es ¿qué pasó en esos cinco años que pudo haber motivado tales cifras?
La psicóloga de 47 años Jean Twenge es una de las más interesadas en resolver el misterio. De ahí que haya volcado sus investigaciones en la Universidad Estatal de San Diego (EE. UU.) a explicar este fenómeno que afecta a los más privilegiados y menos privilegiados, en todas las razas y etnias y en todas las regiones del país. Su primera pista es que los problemas de salud mental se agrandan para la generación de adolescentes nombrados por ella misma como iGen, aquellos nacidos después de 1995.
Aquellos que enfrentaron, entre los cambios grandes de la historia, la repentina aparición de los teléfonos inteligentes. De acuerdo con el Centro de Investigaciones Pew, 2012 fue el año en que la compra de smartphones alcanzó su boom al superar el umbral de ventas en un 50 %. Tanto así que en 2015, solo tres años después, el 73% de adolescentes ya tenían acceso a un teléfono inteligente.
Para la experta el daño no está en tener un celular sino el tiempo que los consumidores pasan en línea y cómo esta inversión se relaciona directamente con problemas de salud mental.
Sus análisis, por ejemplo, muestran que los adolescentes que pasaban cinco o más horas al día en línea tenían un 71% más de probabilidades de tener al menos un factor de riesgo de suicidio que aquellos que pasaban menos de una hora al día.
Pero la ecuación podría invertirse. En vez de que el tiempo en línea cause depresión, sea la depresión la que cause más tiempo en línea. Sin embargo, estudios anteriores basados en interacciones en redes sociales indican que es poco probable que sea así.
Otra variable más sonada es que puede que el tiempo en línea no afecte la salud mental, sino las herramientas sociales para combatir problemas como la depresión. Es decir, el tiempo de interacción con otras personas cara a cara, considerado una de las fuentes más profundas de la felicidad humana. O el tiempo de sueño, lo que es un factor de riesgo importante para la depresión.
Factores de riesgo de suicidio: depresión, pensar en suicidarse, hacer un plan suicida o intentar suicidarse.
Aunque la investigación de Twenge aún no es concluyente, su equipo ya guarda algunas certezas. Aquellos adolescentes vulnerables, que no estaban expuestos a las causas comunes de trastornos, podrían haber caído en depresión por haber pasado demasiado tiempo de pantalla, haber perdido interacción social cara a cara, tener sueño inadecuado o una combinación de los tres.