Las becas otorgadas este año por Colciencias colapsaron dramáticamente, pues pasaron de 650 en 2015 a 222 en 2016.
El experto en insectos Aymer Andrés Vásquez debía emocionarse cuando se ganó la beca de Colciencias para estudiar el doctorado de cuatro años en ciencias biología de la Universidad del Valle. Sin embargo, cuando se percató de que había sido el único de su programa al que la entidad financiaría en el 2017, su emoción se vino al piso. “Estoy feliz de haber tenido esta oportunidad, pero me siento incómodo, empezando porque no voy a tener compañeros con quienes discutir cosas”.
Cuando Vásquez vio las listas con los ojos más abiertos encontró que Colciencias sólo había otorgado 222 becas para más de mil admitidos en todas las universidades del país. Esos datos contrastaban con las 650 becas que fueron dadas en 2015 y además correspondían a una sola beca por programa de doctorado, en el mejor de los casos, porque para algunos ni siquiera hubo una, como sucedió con el programa de ciencias del mar de la Universidad del Valle.
Caen los doctorados
Ante esa caída tan abrupta de futuros doctores en el país, los estudiantes de posgrado de biología de Univalle le escribieron una carta a Colciencias. En ella manifestaban su preocupación por la disminución en un 80 % de becas para doctorado y de un 54 % de los recursos destinados para el programa Joven Investigador, que fomenta la vocación científica para hacer pasantías con grupos de investigación (aunque las cifras de Colciencias demuestran una disminución del 66 % para doctorandos).
En la carta, los estudiantes también le reclamaban a la entidad mayor claridad y transparencia para futuras convocatorias, “tanto en el número de becas a ser otorgadas, como en las fechas en las cuales los interesados podrían conocer los resultados”. De hecho, en la más reciente convocatoria los nombres de los estudiantes financiables sólo se dieron a conocer cuatro días antes del inicio del programa (las listas salieron el 28 de enero y las clases comenzaban el 1º de febrero).
Varias dificultades ha tenido Vásquez por la tardanza en la publicación de las listas, pues al no estar matriculado oficialmente, sino como alumno provisional, no puede acceder al campus virtual de la universidad y por tal razón debe hacer los exámenes a mano hasta que se formalice su matrícula. Sumado a eso, la del Valle es una de las pocas universidades del país que cuentan con comedores donde la alimentación es muy económica para la comunidad académica. Pero por estas demoras, pierde los beneficios mientras su nombre no esté en las listas formales.
Carolina Alcázar, aspirante a doctorado en Univalle, dijo que nunca supo con cuántas becas estaba compitiendo. “Había un desconocimiento general de la convocatoria. Si a uno le dicen que hay una sola beca, me preparo, pero mi puntaje fue el tercero de la facultad, entonces tenía chance”. Para ella, además de que la disminución de becas es una noticia catastrófica, pasarán cuatro años sin investigaciones importantes en el país.
Según cuenta Alcázar, algunos compañeros que obtuvieron los cinco mejores puntajes dentro de la lista de admitidos alcanzaron a renunciar a sus trabajos. Ella siguió siendo consultora, pero el doctorado era su plan número uno. Además, afirma, no la contratan en ninguna universidad con sólo tener su maestría. “Las universidades están pidiendo doctores, pero el país no educa doctores”, comentó.
Pagos insuficientes
La demora en la consignación de los dineros para el sostenimiento de los estudiantes en cada período académico ha significado otro dolor de cabeza. Las personas entrevistadas por El Espectador aseguraron que el primer mes es el más dramático y que hay retrasos de hasta un mes para el depósito. En la convocatoria del 2015, la demora fue peor: casi un año para el pago de los recursos para los proyectos de investigación y de hasta tres meses para el pago inicial del dinero de manutención, según afirmaba la carta de estudiantes de la Universidad del Valle.
Como contó Vásquez, el único admitido en el programa de doctorado en biología en Univalle, “tengo que colgar mi tarjeta de crédito al máximo o pedir prestado. El posgrado consume de lunes a sábado y no tienes tiempo para conseguir plata. Entonces estoy muy ocupado, pero desempleado en términos monetarios”. Como también sostuvieron en la carta los estudiantes del Valle, en los últimos seis años se ha mantenido el mismo valor, que es de $3 millones mensuales, sin considerar la inflación del país.
A un estudiante de doctorado en geografía de la Universidad Nacional, que prefirió no decir su nombre, Colciencias le exigió que no podía trabajara en otra cosa, salvo como docente. Pero, cuenta, ser profesor y hacer publicaciones periódicas quita tiempo y los $3 millones mensuales que le dan no le alcanzan para cubrir las deudas, alimentar a su familia y pagar el colegio de sus dos hijas, entre otras cosas. “En mi caso es terrible, porque preparar clase, dictarla y corregir parciales toma dos días y medio de mi semana, que dura cinco. Uno siempre termina buscando otro ingreso y toca hacer trampa”.
Pero donde más le han dolido esos $3 millones es ahora que se va al extranjero a hacer la pasantía que Colciencias le pide. Aunque la entidad le da $4 millones para cubrir los gastos de tiquetes aéreos, “en tres meses y medio allá me gastaré lo de siete meses de acá”. Por otro lado, otra estudiante de doctorado que está haciendo su pasantía en Brasil, dijo que se las arregla con ayuda de su familia para conseguir equipos, hacer las salidas de campo y pagarse su tesis.
Sin embargo, para Alejandro Olaya, director encargado de Colciencias, este monto de dinero no es poco. Sabiendo que muchas familias colombianas viven a punta de un salario mínimo, “me parece insensible que los becarios se quejen por recibir esta cifra”, dijo.
En el exterior, la situación no es muy diferente. Aquellos que fueron consultados por El Espectador y que viven en Estados Unidos e Inglaterra dijeron que tienen que acudir a dineros propios para financiarse o solicitar a sus universidades préstamos y pedir ayudas financieras, porque, con el cambio de moneda, se encarece la vida y resulta insuficiente para todo el tiempo que duran las clases y la investigación. No obstante, lo ven como un auxilio del Gobierno que resulta muy importante para su formación profesional.
Contradicciones para financiar la ciencia
Suena a retórica que, mientras el presidente Juan Manuel Santos aspira a convertir el país en el más educado de Latinoamérica para 2025, los recursos destinados a la entidad que promueve la ciencia en el país son irrisorios. Hoy Colombia gradúa 6,6 doctores por cada millón de habitantes. América Latina triplica esa cifra. “Entonces, si quisiéramos tener el promedio de América Latina, sólo en becas de doctorado deberíamos invertir $700.000 millones por año en los próximos 10 años”, comentó Olaya, de Colciencias. Ni el 100 % del presupuesto de la entidad alcanzaría para lograr esta meta.
Como aseguró el director de Colciencias, un doctorado nacional vale $250 millones y uno en el exterior cerca de $400 millones. “Para nosotros es imposible dar una beca más. Ya tenemos comprometido el 80 % de nuestro presupuesto para los siguientes cuatro años”, señaló.
Aunque, en efecto, el presupuesto más grande del Gobierno va para el Ministerio de Educación, según Olaya, este se lo chupa todo en infraestructura, jornada única, básica primaria, y sólo una mínima porción llega a la educación superior y a la ciencia.
Gabriela Delgado, exdirectora de fomento de Colciencias y profesora de la Universidad Nacional, cree que no es un secreto que la entidad que promueve la ciencia en el país esté desfinanciada. Para ella, la anterior directora de Colciencias, Yaneth Giha, quien ahora es ministra de Educación, se dejó meter un gol al no pelear por su presupuesto. Además explica que estos escasos recursos obedecen a un problema estructural que viene de tiempo atrás. “Los programas de doctorado fueron pésimamente concebidos. Pensaron que bastaba con que a los doctores se les entregaran becas y se les olvidó la plata de los proyectos”.
Según ella, una tesis de doctorado en el sector de salud puede costar, en promedio, entre $300 millones y $500 millones, que no se incluyen en la beca del estudiante. De modo que lo que ha hecho el Gobierno, en su opinión, es muy populista: aumentar las becas, pero no la financiación a los proyectos de investigación que son los que, en últimas, resuelven problemas y generan conocimiento. “Es más lógico lograr resultados de investigación y no indicadores de ciencia”, remató Delgado.
Entonces, parece que, mientras Juan Manuel Santos saca pecho con su idea de ingresar al club de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), donde se espera que nuestro país alcance niveles de inversión en investigación considerables, el Gobierno se aprieta el cinturón en los temas de ciencia y tecnología.
Eso se vio claramente el pasado 28 de enero, cuando, durante la Cumbre de Gobernadores celebrada en Cali, el presidente les propuso a los mandatarios regionales descongelar recursos de las regalías de ciencia y tecnología sin ejecutar que, sumados, alcanzarían a ser cerca de billón y medio de pesos. La idea sería dedicar este monto a la construcción de vías terciarias, algo que no tiene contento al sector académico y que podría subsanar el bache de Colciencias.
Como si fuera poco, el Gobierno prometió destinar el 1 % del Producto Interno Bruto (PIB) a actividades de ciencia, tecnología e innovación para 2018, pero ese porcentaje se mantiene aún en el 0,2 %.